The Rolling Stones en Madrid: crónica con audibilidad reducida

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The Rolling Stones en Madrid: crónica con audibilidad reducida

rolling-madridIgnoro por qué si vas a ver una obra en el Teatro Real y tu visibilidad va a ser reducida, tu entrada te lo advierte y pagas menos, y por qué en un concierto, donde la acústica es todavía más importante, nadie te dice nada sobre lo que vas a oír cuando decides desembolsar tu dinero. Nada que objetar sobre lo lejísimos que nos ha tocado ver a los Rolling Stones en el Santiago Bernabéu, ni siquiera después de haber pasado 7 horas intentando conseguir cualquier tipo de entrada: entiendo que 50.000 personas no caben en una primera fila y yo, con tal de intuir el famoso desmadre corporal de Mick Jagger en la lejanía y sus brazos sin parar de moverse arriba y abajo durante dos horas de concierto, me conformaba. Pero no puedo decir lo mismo de las condiciones acústicas, que no eran desde luego las adecuadas para una entrada de este precio. Ya nos lo temimos cuando no entendimos absolutamente nada de lo que le dijo Leiva al público -y tenía mucho que contarle– durante su actuación de telonero, en la que sólo distinguimos la versión de ‘Hace calor’ (se había anunciado la presencia de Ariel Rot) y porque la conocíamos; y trágicamente lo confirmamos con el grupo principal. No sólo era imposible averiguar el estado de la voz de Jagger sino utópico seguir las letras canción tras canción. Uno se imagina que la música de los Rolling le llevará por carreteras inhóspitas llenas de bares de mala muerte, sexo, alcohol y otras formas de perdición, pero tras lo escuchado esta noche lo que me pregunto es de qué sirve la mitología que rodea a los instrumentos de Keith Richards, Charlie Watts y Ronnie Wood, suficiente para llenar libros de tres kilos, cuando las condiciones técnicas ni te permiten percibir con claridad esos instrumentos en los momentos en que están cerca de sonar solos.

Y es una pena porque Madrid ha tenido la suerte de contar con uno de los repertorios más chulos que se ha visto a los Stones en su gira europea. En primer lugar y coincidiendo por casualidad con la noticia de que la letra original de Bob Dylan ha sido vendida por 2 millones de dólares, el grupo ofrecía tocar ‘Like a Rolling Stone’ a través de una encuesta en su página web. No sonaba en un concierto suyo desde septiembre de 2003 y evidentemente parece que ha ganado. Era interpretada además después de ‘Angie’, otra de sus canciones más populares y que tampoco es de las fijas.

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Una manera de encauzar en la primera media hora un concierto que había arrancado con ‘Jumpin’ Jack Flash’, ‘You Got Me Rocking’ y una de sus canciones imprescindibles, ‘It’s Only Rock’n Roll (But I Like It)’. Excelente comienzo para un show que seguiría con la reciente ‘Doom and Gloom’ y con ‘Out of Control’. Y aunque sea una pena que para escuchar bien sus coros negros tengamos que esperar al DVD, ver a Mick Jagger completamente descontrolado bailando esta última por el escenario es una verdadera gozada incluso en estas circunstancias. Como cuenta la leyenda, es un nervio y no sabe parar ni en los dos o tres temas en los que se cuelga una guitarra: normalmente la abandona a la mitad y vuelta a la carrera.

Se le echa de menos cuando Keith Richards, tras la presentación de Mick de toda la banda, que incluye una corista, un bajista, vientos y piano, se encarga de dos temas en solitario, ‘You Got the Silver’ y ‘Can’t Be Seen’. No sé si por las malas condiciones acústicas o por cierta falta de liderazgo, de repente parece mentira que veamos titubear al mismo hombre que se acababa de meter un estadio en el bolsillo practicando una sentadilla cósmica.

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La parte central del repertorio presenta versiones demasiado extendidas (apareció Mick Taylor en ‘Midnight Rambler’), pero el grupo no es tonto ni está de capa caída y el show termina bien arriba con cinco apuestas infalibles. Bien es verdad que algunos de los que crecimos en los 90 echamos de menos algún hit más de los que nos tragamos en aquella época, como ‘Anybody Seen My Baby?’ o ‘Saint of Me’, canciones en las que creímos a pesar de que supiéramos que no eran las mejores de su carrera, pero a ver quién tose a un fin de concierto en el que aparecen ‘Start Me Up’, ‘Sympathy for the Devil’ (una de las pocas en que la iluminación, en este caso rojo infernal, aporta algo al minimalista set), ‘Brown Sugar’ con una impresionante carrera de punta a punta del escenario de Mick, y en los bises, ‘You Can’t Always Get What You Want’ junto a un coro, y ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’, esa canción cuya percusión imitaste borracho 358 veces en una tarima.

El concierto acaba como empezó, con explosiones de fuego, y también con un abrazo grupal de los cuatro miembros. El público corea todos los «oé-oé» correspondientes, y la emoción es palpable: no da la sensación de haber visto un grupo reunido por la pasta, que no se aguante o que no sea capaz de moverse -se han visto cientos de artistas moverse peor y menos que ellos en el escenario y con 20 años-. Como piensan todos los losers que se los perdieron en otras ocasiones… ¡ya puedo decir que vi en directo a los Rolling! Es sólo que tras poner 94 euros de entrada, no esperaba tener que poner también mi imaginación para disfrutar en su plenitud de los detalles de las canciones. 6.

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Foto: Facebook Rolling Stones

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