¿Qué tal está el nuevo disco de Wilco? Está bien, sin más. Y eso no está bien, tratándose de un grupo que vivió instalado en la excelencia durante más de una década. ¿Y qué ha pasado? Pues eso es más difícil de decir. Supongo que, como nos pasa a casi todos antes o después, el paso del tiempo nos va arrinconando hacia la comodidad y la placidez. Plácido es, sin duda, un adjetivo que podría usarse para definir ‘Schmilco’, cuya portada, obra del siempre corrosivo Joan Cornellà, hacían presagiar un calambrazo que simplemente no está. Y, lo peor, ni se le espera, que diría aquel.
Desde ‘Sky Blue Sky’ (2007), la banda de Jeff Tweedy comenzó a rondar una deriva de piloto automático que, ocurrente de mí (es broma, es broma), llamé por entonces fase R.E.M. y que tristemente se ha ido haciendo realidad. Disco a disco, Wilco se han ido adocenando, salpicando aquí y allá con algunos momentos memorables pero sin alcanzar, en conjunto, la grandeza anterior. La sensación de que están en una inercia vacua solo destinada a justificar una gira tras otra, a las que asistimos en comunión y esperamos con impaciencia que terminen con sus concesiones a sus últimas obras para verles interpretar esas canciones tan majestuosas de su primera década. Suena duro decirlo, como fan de la banda, pero es así. O lo parece.
‘Schmilco’ destaca por tratarse de una obra muy centrada en sonidos acústicos e influencias clásicas. Tan clásicas como los Beatles de ‘Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band’ o ‘Abbey Road’. O el Harry Nilsson de ‘Nilsson Schmilsson’, como simpáticamente evidencia su título. De partida la propuesta parece hasta apetecible cuando arranca con el bonito y amargo ‘Normal American Kids’, el adelanto ‘If I Ever Was a Child’ y ‘Cry All Day’. Tres buenas composiciones que remiten a otras de Tweedy en la serie ‘Mermaid Avenue’ o ‘Being There’. Pero hay dos problemas: uno, que la inspiración a partir de ahí se vuelve intermitente; y dos, que tratar de camuflar esa falta de melodías atractivas con barullos insustanciales no cuela.
La más clara muestra de ambas cosas es ‘Common Sense’ (non-sense habría sido más atinado), jugueteando de forma abiertamente molesta con las disonancias… para nada. Pero la falta de fuste, la indiferencia que producen las melodías de ‘Nope’, ‘Just Say Goodbye’ o ‘Locator’ duele. Al menos, ’Someone To Lose’, ‘Happiness’, ‘We Aren’t The World (Safety Girl)’ o las susurradas ‘Shrug and Destroy’ y ‘Quarters’ salvan los muebles porque, sin invitar a tirar cohetes, son buenas canciones bien rematadas. Tan simple como eso. En el lado positivo destaca también, y lo digo sin cinismo, la concisión del álbum, con la mayoría de canciones en torno a los 3 minutos, varias por debajo. Prolongar la vacuidad de algunos de estos temas hasta los 7 u 8 minutos habría sido, directamente, pegarse un tiro en el pie. En cualquier caso, lo peor que le puede pasar a un disco de 36 minutos es que resulte aburrido. Y este, tiende a serlo.
También destacan varias de las letras de Tweedy, que vuelve a demostrar su talento en esa parcela, a menudo ensombrecido por el trabajo instrumental del grupo. Aquí se muestra tan autobiográfico (con especial querencia hacia su juventud e infancia) como en su álbum en solitario, e invita a pensar que, quizá, podría tener más camino para crecer por esa vía, sin el peso de superar o igualar las obras capitales de Wilco. Por primera vez en mi vida, ‘Schmilco’ me ha hecho pensar que quizá lo más brillante que el grupo de Chicago podría hacer en este momento es, recordando de nuevo a R.E.M., dejarlo estar así y pasar a otra cosa. Porque las expectativas de que se instalen en la tibieza que caracteriza sus últimos discos da escalofríos.
Calificación: 6,4/10
Lo mejor: ‘Cry All Day’, ‘Normal American Kids’, ‘If I Ever Was a Child’, ‘Shrug and Destroy’
Te gustará si: te van las bandas veteranas que se instalan en la autocomplacencia.
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