Ya van casi diez años de ‘In Ghost Colours’, el disco que lanzó a Cut Copy al estrellato y los de Melbourne siguen manteniendo una óptima velocidad de crucero. ‘Zonoscope’ y ‘Free Your Mind’ eran dos discos sabrosones y adictivos; sin modificar demasiado las coordinadas, en ‘Haiku From Zero’ lo han vuelto a conseguir. A su habitual (y gozoso) pastiche dance-house-indie-pop, a la euforia y la melancolía de tapadillo, a la muy reconocible voz de Dan Whitford, doblada y casi siempre en leve falsete, se les ha añadido una corriente tropical, a la manera del africanismo kitsch que salpicaba ‘Zonoscope’, con lo que su hedonismo se muestra aún más desatado. Me cuesta poco imaginar a los Cut Copy ataviados de blanco, gafas de sol y agitando unas maracas en una sala de fiestas que pretende emular una playa tropical, con palmeras hinchables, sombrillitas de papel coronando dudosos cócteles de colorines y flamencos de plástico. Como contraste, flota en el aire un ligero aire distópico y un póster del ‘Scary Monsters’ de Bowie adorna la pared (su sombra planea durante todo el disco). Todo con un aspecto deliberadamente sintético y ficticio, pero tremendamente atractivo.
Personalmente, el lirismo del que presumen en la promoción del disco no lo acabo de ver. Tampoco se ve ningún hit tan directo como ‘Free Your Mind’ o ‘Need You Now’. Pero las canciones son encantadoras; ‘Standing in the Middle of the Field’, el primer tema, donde la marimba y los sintetizadores soleados-pero-misteriosos llegan donde Phoenix, esta vez, no han conseguido. ‘Counting Down’ provoca alegría gracias al desparpajo con que se mezclan la música disco, una guitarra de aires africanos y samples de marcianitos, a lo que se suman los coros proclamando: “Darkness! Night time!”. ‘Black Rainbows’ contiene una introducción a lo sonido Philadelphia, un vigorizante estribillo y guiños a Bowie (y a los sintetizadores de ‘Ashes to Ashes’). El flúor y el desenfreno pululan por doquier, ya sea en la puntita de melancolía synthpop ochentas que se desarrolla en ‘Stars Let me a Lifetime’ o el funk de neón de ‘Airbone’, donde los coros femeninos distorsionados contestan a lo –precisamente- ‘Funky Town’, mientras chapotean en la playa en Miami (o Barcelona).
Pero no solo hay rave y tropicalismo artificial en ‘Haiku from Zero’. La querencia de los australianos por el indie pop melancólico (el que mostraban en ‘So Haunted’) regresa, de manera más discreta, en ‘No Fixed Destination’, un tema muy adhesivo, que rápidamente muta en synth-pop saltarín… y que estaría aún mejor si ese saxo (tan Bowie, otra vez) que se cuela al final fuera más evidente a lo largo del corte. O ese momento en que se lanzan al infinito en ‘Memories We Share’ al grito de “I neeeeed yooou” tras un buen salseo marcial. Quizás el álbum flojea un poco en ‘Living Upside Down’, en que la mezcla de coros bélicos y trópico haya ido demasiado a lo fácil. La poesía asoma la cabeza, al fin, en la última ‘Tied to the Water’, añoranza sintética por el amor perdido que se daba demasiado por hecho. Un cierre extrañamente triste para un disco vital y veraniego. Al final, la fiesta se acaba, las palmeras están desinfladas, alguien ha robado el póster de Bowie antes de que lo consiguieras tú y regresas a casa sola, nostálgica y… exultante, a pesar de todo.
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Standing in the Middle of the Field’, ‘Counting Down’, ‘Black Rainbows’, ‘No Fixed Destination’, ‘Airborne’
Te gustará si te gusta: New Order, Hot Chip, Washed Out
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