No se puede decir que no importe lo mentecato que puede llegar a ser Kanye West con algunas de sus declaraciones y “performances”. Cuestionar el esclavismo como “una opción personal” o secundar a un tipo como Donald Trump que ejerce políticas contra las minorías raciales de su país no es una frivolidad que se perdone con un gran disco. No esta vez. Incluso sus grandes valedores críticos, Pitchfork, le han dado la espalda en esta ocasión y ‘ye’ no sólo no es Best New Music –sólo el influyente ‘808 and Heartbreak’ no lo había sido hasta ahora–, sino que es, directamente, el disco peor valorado de West por parte de la web del grupo Condé Nast. Por no decir que la crítica Meaghan Garvey se permite el lujo de llamarle “gilipollas”.
Pero, ¿hay para tanto? La verdad, es inevitable pensar que sus posicionamientos político-sociales han pesado mucho esta vez, quizá detectando la impopularidad del artista, porque los logros musicales de buena parte de ‘ye’ no quedan tan lejísimos de ‘The Life of Pablo’ –aunque algo más de ‘Yeezus’–. Curiosamente, en contra del artista endiosado, mesiánico y arrogante de aquellos discos, West se muestra aquí frágil, dubitativo y humilde –por ejemplo, ha rehecho buena parte del disco para incluir referencias a esas polémicas recientes antes citadas para enmendarlas, al menos en parte–, manifestando públicamente sus problemas mentales e incluso sus tendencias suicidas (ambas cosas en ‘I Thought About Killing You’ y en el tontorrón mensaje de su portada). Kanye no es más “gilipollas” en ‘ye’ que lo que fue en sus obras pretéritas, ni mucho menos.
Cierto es que sus puntos de vista no son tan dignos de admirar como otras capacidades artísticas: pudiendo distinguirse con un discurso machista, ‘All Mine’ enfoca la infidelidad con pésimo gusto, con barras tan poco afortunadas como “me encantan tus tetas porque son la prueba de que puedo centrarme en dos cosas a la vez”; de manera similar, las teóricamente sanas intenciones de ‘Violent Crimes’ dedicadas a denunciar lo difícil que es ser mujer desde su punto de vista como padre, se tuercen cuando dice que preferiría que sus hijas North y Chicago se parecieran vistiendo a él (con ropa ancha) que a su madre (sin ropa), o que deberían aprender defensa personal contra los tíos. ¿No sería mucho más eficaz que un tipo tan influyente como él le dijera a esos “tíos” que le van a escuchar que el abuso no es una opción, que la violación no es una opción que contemplar incluso aunque no sean padres de niñas?
Pero, en todo caso, ‘ye’ es mucho más que esos aspectos como obra de arte. Así observada, estamos ante otro fantástico trabajo de un artista único, superdotado. Incluso aunque a todas luces este disco haya sido retocado in extremis y adolezca de profundidad en lo sonoro, con altas dosis de improvisación (las voces y las bases están mal mezcladas, saturadas hasta lo molesto al oído) y la baja fidelidad haya sido una opción estética obligada, es un gran disco. Quizá lo mejor sea, de manera bastante clara, su final, enlazando con la voz de la joven 070 Shake la gran ‘Ghost Town’, un nuevo ejercicio de soul clásico retorcido de manera coral –la pléyade de invitados en todo el álbum es, de nuevo, digno de estudio minucioso–, y la citada ‘Violent Crimes’, un emocionante medio tiempo guiado por el piano y un órgano hasta ese mensaje de Nicki Minaj que “inspira” una rima sobre sí misma. Pero no hay que menospreciar otros logros de un disco cuyo peor fallo es el de malograr buenas ideas.
El ejemplo más claro de esto último es ese delirio inicial, ‘I Think About Killing You’: un discurso aparentemente errático pero con sentido, en el que Ye enfoca el suicidio desde su enorme ego (“Hoy he pensado seriamente en matarte / (…) Pienso en matarme a mí mismo, y me amo a mí mismo más de lo que te amo a tí, así que…”, jugando una y otra vez a modular su tono de voz con la ayuda de su colaborador habitual Francis and The Lights, hasta que justo en su ecuador, introduce un bajo y comienza a rapear como sólo él sabe. Todo muy bien, hasta que en su minuto final decide rematar con una outro trapera y rimas algo pobres (incluso tararea alguna de ellas, incompletas). De misma manera, el fantástico coro que cantan Charlie Wilson y Kid Cudi en ‘No Mistake’, reminiscente de sus primeros años, termina en el retrete con una deriva oscura en su segundo minuto de duración. Asumimos tu bipolaridad, Kanye, pero no es necesario que la conviertas en música.
Parece mucho descalabro para un disco de 7 cortes y 23 minutos, cierto. Pero es que la lección de grandeza que, aparte de sus dos últimos cortes, imparte en ‘Yikes’ (un tema muy ‘Yeezus’ en el que da pistas de que ha tenido que huir de un exceso de opiáceos que podrían haberle costado la vida: “creo que Prince y Mike [Michael Jackson] trataban de avisarme”, canta con crudeza sobre la muerte de sus dos ídolos), la tan audaz como breve base de ‘All Mine’ (con tremendo gancho de Valee) y ‘Wouldn’t Leave’ (otro precioso ejercicio post-soul con Partynextdoor y Jeremih poniendo el punto melódico y él rapeando como un ángel sobre cómo Kim Kardashian le ama incluso a pesar de sus cagadas que ponen en riesgo su economía) son mucho, muchísimo. Este Kanye delirante, trabajador infatigable y entregado al arte a pesar de dejar las cosas a medio rematar, amante de la imperfección, está a la altura de su leyenda, para bien y para mal.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Ghost World’, ‘Violent Crimes’, ‘Yikes’, ‘Wouldn’t Leave’
Te gustará si te gustan: Chance The Rapper, Tyler, The Creator, Francis and The Lights.
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