‘Everything Is Love’, el disco con el que se entiende que está cerrándose la trilogía de la infidelidad de Jay-Z abierta con ‘Lemonade’ de Beyoncé y continuada con ‘4:44‘ del rapero, supone tres cosas. En primer lugar, una celebración definitiva de su amor como pareja; en segundo, una celebración constante de su envidiable posición en la industria del entretenimiento; y por último, cierto estancamiento musical que afecta sobre todo a Beyoncé, que acudía a este disco con un perfil muchísimo más alto que Mr. Knowles. ¿U os imagináis a Jay-Z llenando el Estadi Olímpic como ella, él solo?
En este último sentido, ‘Everything Is Love’ nunca es un mal disco, pero sí supone un poco una nadería para una Beyoncé que venía de darnos alegrías tan alucinantes en sus tres últimos largos como ‘Run the World (Girls)’, ‘1+1’, ‘Drunk In Love’, ‘XO’, ‘Partition’, ‘7/11’, ‘Sorry’, ‘Freedom’, ‘Formation’ o ‘Hold Up’, por nombrar diez. Absolutamente nada de ‘Everything Is Love’ se acerca a estas, ni siquiera ‘APESHIT’, cuyo ritmo tipo péndulo de Newton y letras pegadizas («can’t believe we made it») están claros, pero recuerdan demasiado a los trucos usados en recientes álbumes. La producción en ningún sentido es rupturista, más bien continuista respecto a ‘Formation’, solo que sin sus muchísimas lecturas.
‘Everything Is Love’ se recrea más bien en el sonido de Jay-Z de finales de los 90 y principios de los 2000, como muestran temas como ‘713’, dedicada a Houston. Hay de hecho guiños a la colaboración de ambos en ‘Crazy In Love’, y también cierto recostar en el sonido de ‘Misseducation of Lauryn Hill’, que este año celebra su 20º aniversario. ‘Song Cry’ de ‘The Blueprint’ de Jay-Z (2001), podría ser una referencia clara. El modo en que Jaguar Wright cantaba un sample maravilloso de ‘Sounds Like a Love Song’ de Bobby Glenn en aquella canción es más o menos la idea reproducida en ‘BLACKEFFECT’ cuando samplea ‘Broken Strings’ de Jun Kozuki, tocada por la Flower Travellin’ Band. Estamos hablando del Jay-Z que tanto influyó en los dos primeros álbumes de Kanye West, lo cual puede ser en sí mismo una respuesta a su beef de hace un par de años.
Esto nos lleva al carácter más ostentoso del disco. Una cantidad inmensa de textos versa de lo bien que les va a Jay-Z y Beyoncé, autocoronándose como reyes del mundo y hablando de la fama sin parar en letras como ‘BOSS’, ‘NICE’ o ‘HEARD ABOUT US’. ¿Recordáis cuando en una entrevista con Najwa, Nimri bromeaba sobre este matrimonio? «Imagínate las charlas entre Beyoncé y Jay Z… ¿Tú crees que se comen el mercado sin pensar en lo que hacen? No tengo ni idea, pero imagínate de qué hablan. Ella viene de gira y él dice: me voy a poner en ‘Suit & Tie’ en plan años 50 y luego viene Pharrell Williams a echar una mano. Están ahí todos cocinando el pastel». Desde ahora no hace falta que te imagines las animadas charlas entre Beyoncé y Jay-Z porque este disco deja claro de qué hablan en casa. Por supuesto, este monotema a lo largo del disco puede resultar algo tedioso para nosotros, la plebe, sobre todo cuando llega esa ‘FRIENDS’ en la que, ya, hasta sus amigos son los mejores del mercado. ¿Quién quiere escuchar esto? Sin embargo, sí tiene cierto sentido cuando Beyoncé anuncia en ‘BOSS’ que sus tataranietos negros ya son ricos, pues ahora mismo apenas hay gente negra entre los personajes más ricos del mundo, según Forbes; o cuando ‘BLACK EFFECT’ subraya la importancia de lo que han conseguido. Pasamos de lo concreto a lo social cuando llega la estrofa “get your hands up high like a false arrest (…) put your hands where I can see them, fuck a false arrest”.
Como celebración del amor, llama la atención lo poco apasionado que resulta el amor que prodigan. Beyoncé y Jay-Z pasan parte del disco diciendo todo lo que se quieren: empiezan contando cómo hacen el amor en ‘SUMMER’ y terminan celebrándolo a lo grande en ‘LOVEHAPPY’. Es reseñable que, hablando de amor, se hayan olvidado de hacer una canción que realmente pueda llegar a la gente. Como estrella pop, la mejor manera de demostrar tu amor no es repetir cuánto quieres a tu pareja, sino hacer una canción que, como prueba, pueda pasar a la historia, que mueva las entrañas, que nos llene el estómago de mariposas como el estribillo de ‘Drunk In Love’. La primera impresión es que se han olvidado de hacerla. La segunda, unida a la sensación «chilly» de la producción, es que ambos están hablando de una relación ya tranquila, asentada, sin altibajos, la correspondiente a los 16 años que hace que se conocen y los 10 que llevan casados.
En un disco que parece de transición, pues no presenta grandes nuevas ideas y una infidelidad en los tiempos en que la música nos habla de empoderamiento femenino, de poliamor y de parejas abiertas no puede dar ya muchísimo más de sí, este último es el enfoque más interesante de este disco. Una relación de hace 10 o 15 años, en un momento asentado y sólido como este del que presumen The Carters, y encima rodeada de millones, quizá no daba para un ‘Nothing Compares 2-U’ o un ‘Someone Like You’. Pero ‘Everything Is Love’ sí funciona como metáfora de ese amor romántico y maduro que ya no se disfruta al 100% pero tampoco se sufre, sobre una producción y unos beats tan relajados y tranquilos como una hamaca de verano. ¿Será conformismo, estar por estar o esta falta de agitación es el único fin posible del amor verdadero?
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘APESHIT’, ‘LOVEHAPPY’, ‘SUMMER’, ‘BLACKEFFECT’
Te gustará si te gusta: Jay-Z, Alicia Keys, Lauryn Hill
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