Aunque Antena 3 esté lejos del liderazgo en cuanto a audiencias, hay que alabar su apuesta por un cambio de ciclo en la ficción nacional televisiva. Ante la pujanza del VOD y con Movistar demostrando que la calidad (ahí están ‘Vergüenza’, ‘Arde Madrid’, ‘El día de mañana’) sí puede ser sinónimo de éxito, Atresmedia parece renunciar a repetir patrones vistos 100 veces –al contrario que Telecinco, que sigue en ello porque de momento le funciona; a TVE, no– y se ha puesto las pilas y busca apuestas más arriesgadas. Después de lograr que ‘La casa de papel’ y ‘Fariña’ hayan sido elogiadas y seguidas en todo el mundo al ser apoyadas por Netflix, la siguiente en seguirlas podría ser ‘Matadero’.
La serie se anuncia como un “thriller ibérico”, con todo el sentido: se ambienta en un pequeño pueblo castellano llamado Torrecillas, en Zamora, uno de esos que quedó medio aislado cuando el tráfico de la carretera nacional que lo atraviesa fue sustituido por una autopista, con su puticlub, su restaurante de carretera y su hotel desvencijado, y que vive de la industria ganadera y cárnica. En concreto de los cerdos. Estos animalitos de 300 kilos son el eje de la trama y también, sirven como epíteto para buena parte de los personajes masculinos que pueblan ‘Matadero’: puteros, machistas, groseros, falangistas, narcisistas y fuleros, que oprimen y ridiculizan a cualquiera que no es como ellos y son justificados por mujeres que les quieren resignadamente
Animales y humanos vertebran la acción ideada por Daniel Martín que, pese a haberse curtido en series históricas (‘La señora’, ‘Isabel’, ’14 de abril. La República’, ‘Amar es para siempre’), realiza un minucioso retrato de la realidad actual, de la España rural (que no profunda) contemporánea: con cierta reminiscencia a ‘Jamón, Jamón’ de Bigas Luna, en su Torrecillas casi se percibe el permanente olor a guarro en el aire, a ambientador barato, a humedad de cuarto cerrado, retratando con ternura pero sin imposturas románticas a familias humildes –la formada por Pepe Viyuela y Carmen Ruiz, estupendos–, que viven con tanto estupor la vagancia de un hijo adolescente que se aburre en ese pueblo “de mierda” como la vocación por la ley y el orden de una hija metida a Guardia Civil. Mientras, observan a sus cuñados –en el sentido más extenso del término– como triunfadores, cuando viven tan presos de la miseria como ellos mismos.
Pero por serio que suene todo esto, por más que sea un thriller rural trepidante, en constante crescendo –con algo evidentes guiños a Tarantino o los hermanos Cohen–, en su primer episodio ‘Matadero’ destaca también por su sentido del humor, muchas veces bastante negro –algunas, cuando el personaje en cuestión lo requiere, algo grueso–, que va de las mueca de complicidad por lo predecible (en el sentido en que, tristemente, todos hemos conocido y conocemos personajes de esta calaña en nuestras vidas) a la carcajada ocasional. Al menos en su arranque, Jordi Frades (que curiosamente dio sus primeros pasos profesional en el mítico programa musical de TV3 Sputnik) logra equilibrar perfectamente la risa con lo sórdido y macabro y plasma a la perfección –gracias a un fantástico casting de actores y actrices que ni son guapos, ni virtuosos ni están buenos, sino que son creíbles (fabulosos Ginés García Millán, Lucía Quintana, Janfri Topera, Tito Valverde…) en su normalidad– esa España real que, por más que no quepa en tus muros de Instagram y Facebook, está ahí.
Además de esos diamantes entre tanto cerdo –la referencia a la peli de Guy Ritchie, sin que aquí se alcance su ritmo asfixiante, era irresistible–, cabe destacar el tratamiento que Antena 3 dio a su emisión y que, al parecer, va a ser la nueva política adoptada por el canal: comenzando a las 22:45h y con apenas 3 bloques publicitarios de 4 minutos, el primer episodio de ‘Matadero’ terminó a las 00:00h clavadas. Así sí. 7,5.