El encanto transversal de Carlos Sadness se da un baño (de masas) en la Isla Morenita

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El encanto transversal de Carlos Sadness se da un baño (de masas) en la Isla Morenita

Como el propio Carlos Sadness confesó el pasado sábado con esa naturalidad suya que te hace sentir que es ya como uno más de tus amigos, no tenía una excusa clara para esta fecha en el WiZink Center de Madrid que su management reservó meses atrás, para vértigo suyo. Así que tuvo que inventarse esta suerte de viaje a un ficticio enclave paradisíaco, una «Isla Morenita» a la que incluso ha dedicado una canción. Finalmente el recinto de tamaño medio –según nos indica el propio artista, el aforo fue de en unas 7.000 personas– colgó con antelación el cartel de «no hay billetes» y las idílicas vacaciones sin moverse del centro de la urbe culminaron con un agradable baño. De masas, para el propio artista y su grupo, obvio. [Fotografía: Twitter de Carlos Sadness.]

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Una masa ataviada en muchos casos con el dress-code tropical que solicitó el artista catalán y que alcanza a un rango de público de lo más heterogéneo: más que la diversidad generacional –llegué a ver padres con pinta alternativilla bailando junto a sus hijos adolescentes–, me sorprendió ver tantísimos chavales y chavalas –alguna camiseta de Taburete vi por ahí– que a buen seguro podía ir caminando en un corto paseo hasta el pabellón situado en el límite externo del Barrio de Salamanca –aunque tampoco me extrañaría que fueran en coche, aunque sólo fuera para presumir de él–. Esa transversalidad tiene, en realidad, todo el sentido, puesto que las canciones de Sadness son un sustento perfecto para un buen ambiente y, como en este caso, más de dos horas de baile y algunos minutos menos (el set semiacústico bajo las coquetas palmeras de neón se hizo algo pesado) de pura diversión, baile y alegría.

Resultaba difícil mantenerse quieto y en silencio ante un setlist contagioso (guiado por unas proyecciones que simulaban un vuelo regular) que, desde la inaugural ‘Perseide’, apeló al coreo masivo del público (al menos de mitad de pista hacia atrás, las voces llegaban a opacar un sonido algo corto de decibelios y embarullado) con ‘Hale Bopp’, ‘Volcanes dormidos’, ‘Sebastian Bach’ («el primer trapero»), ‘Miss Honolulu’, ‘Longitud de onda‘ o ‘Te quiero un poco’, sin sus amigas influencers, eso sí, que le abandonaron por la pasarela de Milán, como él mismo explicó.

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Sí acudieron a la llamada de Carlos otros invitados quizá menos excitantes para nosotros (no Zahara) pero de mayor tirón popular, que hicieron las delicias de muchos fans: Natalia Lacunza, finalista de Operación Triunfo 2018, interpretó con él ‘Amor papaya‘ y Alfred García –al que nos costó reconocer al principio por su sombrero– interpretó ‘No cuentes conmigo’ (el dueto de ambos incluido en ‘1016‘). También apareció ya casi al final David Otero (que en su día nos confesó sentirse muy influido por los discos de su anfitrión), que acompañó a Sadness y su solvente banda en su recurrente versión de ‘Groenlandia’, más voluntariosa que otra cosa y que casi cerró el show tras las inevitables ‘Qué electricidad’ y ‘Hoy es el día’, culminando con una ‘Monteperdido’ inundada de efectista confeti.

La sensación fue que nunca esos invitados fueron realmente cruciales para el desarrollo del show y que el trayecto hasta la «Isla Morenita» podía haber sido mejor de haberse acortado un poco, eludiendo también alguna que otra balada y cover: por doloroso que resulte, la versión de ‘Semilla negra’ de Radio Futura fue prescindible; no así la de ‘To My Love’ de Bomba Estéreo, un enorme acierto. Porque, en su aspecto festivo, la propuesta de Carlos Sadness va sobradísima también para audiencias de este tamaño y, si esta vez también volaron bragas al escenario, sencillamente no pudimos comprobarlo por la distancia. Todo eso es gracias a sus canciones de pop desacomplejado, claro, pero también cuenta esa actitud cercana, la que le lleva a reírse de sí mismo sin complejos (especialmente acertada es esa cachonda impro dedicada a sus gatetes, «los pocholocos»), con honestidad y una sana falta de gravedad en su discurso. El barcelonés no pretende otra cosa que divertir y emocionar, y eso lo logró de manera holgada. 7.

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