Por fin se estrena la película indie revelación de 2018: ‘Eighth Grade’

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Por fin se estrena la película indie revelación de 2018: ‘Eighth Grade’

Bo Burnham se hizo famoso como youtuber cuando aún no existían los youtubers. Fue en 2006, en la época en que empezaban a triunfar otros proto-youtubers como Brooke Brodack o Justin Bieber. Armado con una guitarra y un piano, el joven Burnham (empezó con dieciséis años) disparaba canciones humorísticas -«pubescent musical comedy»- cargadas de explosivos discursos satíricos. En poco tiempo dio el salto a los escenarios, grabó tres discos, y creó la serie ‘Zach Stone Is Gonna Be Famous’. En 2013 fichó por Netflix, donde ha estrenado dos de los mejores stand-up de la plataforma: ‘what.’ y ‘Make Happy’.

El año pasado debutó en el cine escribiendo y dirigiendo ‘Eighth Grade’ (disponible en Movistar+). Su presentación en Sundance dejó al público boquiabierto: ¿había rodado un primerizo cómico veinteañero uno de los más certeros retratos sobre la pubertad femenina? La película, que ha estado nominada en todos los premios del cine independiente y en los Globos de Oro (Elsie Fisher, como Mejor actriz), narra una historia aparentemente sencilla y tópica: el día a día de una adolescente acomplejada por su timidez. Parece la típica “coming of age” escrita con caligrafía indie y lista de reproducción ad hoc, pero hay detalles que delatan que detrás de esas imágenes no solo hay oficio, sino también mirada.

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Primero, por la edad elegida para el personaje principal: trece años. ‘Eighth Grade’ no es una película de instituto, como suelen ser la mayoría de estos retratos adolescentes, sino de colegio. El horizonte académico y vital de la protagonista no es la universidad, es la high school. De esta manera, el director reivindica la importancia y trascendencia de ese último año escolar antes del paso al instituto, el “octavo grado” del título, frente al muchísimo más tratado del paso a la universidad (la reciente ‘Lady Bird’ sería el último ejemplo).

Segundo, por la capacidad de Burnham para alejarse de los lugares comunes y romper las expectativas del espectador. Una muestra: Kayla, la niña protagonista (fabulosa Elsie Fisher), tiene granos, algunos kilos de más y anda encorvada como si llevara un mochilón invisible en la espalda. Sin embargo, su mayor preocupación no es su cuerpo –que hubiera sido lo más fácil- sino su forma de ser, su inseguridad y timidez. No le angustia tanto estar gorda, como estar callada.

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Y, tercero, por el punto de vista escogido. ‘Eighth Grade’ es un retrato adolescente tan sencillo y directo como los vídeos que cuelga la protagonista en Internet (donde, paradójicamente, da consejos sobre cómo manejarse socialmente). La intención del director no es provocar, sermonear, dramatizar o burlarse de las conductas y sentimientos de los adolescentes, sino reflejar sus dudas y temores de manera realista, cercana y compasiva. Tampoco cae en el cliché, muy común, de convertir al inadaptado en un héroe incomprendido, en alguien más inteligente, sensible o interesante que los demás.

‘Eighth Grade’ tiene humor (esos divertidos subrayados musicales cuando aparece el chico que le gusta), emotividad (la relación con su padre) y pinceladas sutiles de crítica social (el bullying, el fomento de la competitividad en la escuela, la obsesión por las redes sociales). Pero sobre todo tiene a un fabuloso personaje femenino, muy bien escrito e interpretado, con quien es imposible no empatizar. Hay dos secuencias paradigmáticas al respecto: la de la fiesta de cumpleaños y la del juego “verdad o reto” en el coche. Solo por el grado de incomodidad que consigue transmitir al espectador, merece la pena ver esta película. 8

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