“Seguimos agotando las entradas de grandes recintos, pero pasando desapercibidos. Podemos seguir haciendo discos eternamente”: así de entusiasmado se expresa Ricky Wilson sobre el presente y el futuro de Kaiser Chiefs. Ciertamente, 15 años después de que comenzaran a sacar la cabeza de su Leeds natal, el quinteto puede presumir de haberse convertido, particularmente en Reino Unido, en algo así como una banda de estadio, aupada por la complicidad con el público que adora (o adoraba) las maneras de “dulce y gentil hooligan” con conciencia proletaria de las que presumían en ‘Employment’ o ‘Yours Truly, Angry Mob’. Y su capacidad para engorilar al personal con sus ganchos y actitud, claro, que continúa siendo innegable.
Después de un ‘Education, Education, Education & War’ (2014) que daba claras muestras de agotamiento en su fórmula, dos años después se la jugaron con un osado (pero no muy conseguido) experimento abiertamente electropop llamado ‘Stay Together’. Y no, no debieron quedar muy contentos con él, pues ha desaparecido del todo las plataformas de streaming, incluidos sus singles. Así que tocaba cambio de tercio, representado por este ‘Duck’ con el que inauguran contrato discográfico multinacional (con Polydor). ¿Y qué hay detrás de ese “pato”? Pues, como ya hace presagiar su aleatorio título, un chiste con poca gracia para profanos.
Sobre el papel, Kaiser Chiefs aseguran que este nuevo trabajo contiene “el ADN” del grupo pero sin renunciar a probar cosas nuevas. Novedades que esta vez no pasan por sonar a The Killers o Fenech-Soler, sino por alternar toques de electrónica más comedidos con guiños al northern soul que inevitablemente corre por sus venas loiners. Sin duda sale a relucir en el no especialmente brillante pero sí enérgico arranque del álbum, comenzando por una luminosa ‘People Know How To Love One Another’ tan henchida de metales como la clásica y directa, nunca mejor dicho, ‘Golden Oldies’. Y ‘Wait’ prosigue una vía similar, no sin antes fusilar la intro de ‘Feel It Still’ de Portugal. The Man (tienen suerte Ricky Wilson y compañía de no ser tan ricos y famosos como los Jonas Brothers). No es la octava maravilla, pero se atisba que pueden ser nuevos himnos para sus fans.
Pero a partir de ahí ‘Duck’ comienza a ir y venir por caminos que, efectivamente, no abandonan la sencillez (o la simpleza, según gustos) inherente a Kaiser Chiefs, pero que suenan tan random como el nombre del disco. ‘Record Collection’, por ejemplo, es de largo lo más atractivo del conjunto, pero no se puede decir que su ritmo disco funk con ecos de synthpop 80s (a la manera de Two Door Cinema Club) mantenga un mínimo de coherencia estética con el arranque del disco. Ni tampoco con la sosilla balada ‘Target Market’, o una ‘Don’t Just Stand There, Do Something’ (sí, es una llamada a la acción sociopolítica; así de sutiles son ellos) que persigue su cara más combativa pero suena a descarte de The Last Shadow Puppets. Pero lo peor está por llegar, en una parte final del álbum realmente mala, que por momentos parecen querer sonar a dad rock… y lo que consiguen es el sonido AOR de los Keane menos atinados. Así, la secuencia ‘Lucky Shirt’, ’Electric Heart’, ‘Northern Holiday’ es realmente terrible, de lo peor de su discografía, culminando con el bochorno infantiloide de ‘Kurt vs Frasier (The Battle for Seattle)’. Una idea que se refuerza con unas letras realmente flojas y simplonas, que efectivamente parecen dirigidas a sus hijos. Así de dura es la vida: han pasado de “predecir un motín” a “predecir un baby shower”.
Kaiser Chiefs actúan esta semana en Santander Music Festival 2019; más tarde, en septiembre, harán lo propio en Dcode 2019, en Madrid.
Calificación: 5,2/10
Lo mejor: ‘Record Collection’, ‘People Know How To Love One Another’, ‘Wait’
Te gustará si: eres incondicional de Kaiser Chiefs y te gustaría incluso un disco infantil suyo… ¡oh, wait!
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