2019 será recordado como el año en el que dos documentales hablaron alto y claro sobre la vida personal, fuera de los focos, de dos figuras musicales que con anterioridad ya estaban inscritas en la controversia. Por un lado, ‘Leaving Neverland’, la producción de Dan Reed que contó con los testimonios directos de Wade Robson y James Safechuck, dos hombres que aseguran que desde pequeños fueron más que amigos de Michael Jackson. Y, por el otro, ‘Surviving R. Kelly’, la serie documental estrenada en enero en el canal de pago Lifetime que, a lo largo de seis episodios de una hora y un séptimo que recoge las consecuencias derivadas de su emisión, cuenta con todo lujo de detalles qué se esconde detrás de uno de los artistas de R&B más respetados durante la década de los noventa y principios de los dos mil gracias a temas como su archiconocido ‘I Believe I Can Fly’ (perteneciente a la banda sonora de ‘Space Jam’) o ‘Ignition’, así como de las diversas canciones que escribió y produjo para otros artistas. Sin ir más lejos, su firma está detrás de ‘You Are Not Alone’, una de las baladas más celebradas del repertorio de Jackson.
El canal Crimen + Investigación a lo largo de las últimas semanas al fin ha emitido el documental en español bajo el nombre de ‘Sobreviviendo a R. Kelly’. Y, tras verlo, podemos entender a la perfección el impacto que hace escasos meses tuvo en la sociedad estadounidense. En él no únicamente se retrata a un depredador sexual con especial predilección por las mujeres que aún no han llegado a la mayoría de edad, sino a un maltratador psicológico al que durante décadas la industria le ha permitido hacer todo lo que quisiera. Dejando de lado el epílogo final, los testimonios de decenas de mujeres que aquí se suceden ponen de manifiesto el modus operandi de una consentida estrella que, hasta ahora, había esquivado la prisión. Está por saberse qué ocurrirá en el futuro, ya que aún tiene pendientes numerosas causas abiertas por tráfico sexual, pornografía infantil, tentación a una menor y obstrucción a la justicia, y más temprano que tarde tendrá que rendir cuentas ante un juez y una opinión pública sumamente informada a estas alturas de sus antecedentes.
El primer gran escándalo de su biografía aconteció el 31 de agosto de 1994, cuando Kelly, por entonces con 27 años y un solo disco en el mercado, contrajo matrimonio con su protegida Aaliyah, de apenas 15. En el documental podemos hallar el testimonio de un miembro de su crew que afirma que fue él quien falsificó la documentación de la joven artista para que dicho despropósito se materializara. Pero viéndolo en perspectiva sorprende aún más que el debut de ella, producido por Kelly ese mismo año, tuviese la osadía de titularse ‘Age Ain’t Nothing but a Number’ (La edad no es más que un número). No hace falta decir que, por entonces, el mundo miró a otro lado.
Las palabras de quien en 1996 se convertiría en su segunda esposa y la madre de sus tres hijos, Andrea Kelly, son desgarradoras. No solamente confiesa ante la cámara cómo durante diez años fue obligada a sufrir todo tipo de vejaciones sexuales que la llevaron hasta contemplar el suicidio, sino el férreo control que el artista ejercía sobre ella a diario: por citar sólo unos ejemplos, tenía que pedirle permiso para ingerir cualquier tipo de alimento, constantemente era encerrada en una pequeña habitación y tenía prohibido cualquier tipo de contacto con el exterior. Asimismo, antes de que el mundo estuviera familiarizado con el concepto de viralidad en la red, en 2002 circuló por Estados Unidos un vídeo en el que se podía ver a su entonces esposo practicando sexo y hasta orinando sobre una menor. Se le detuvo, se enfrentó a un juicio acusado de pornografía infantil en 2008 y el jurado popular determinó que era inocente, principalmente, porque la chica que aparecía en la cinta (la sobrina de Sparkle, quien durante años fuera su corista principal) se negó a testificar. Andrea afirma que desconocía el hecho, así como las numerosas jovencitas que entraban y salían de la mansión que el cantante tiene en Atlanta. Con atino lanza una pregunta al espectador: ¿acaso Kelly podría haberse acostado reiteradamente con innumerables menores sin la protección y el silencio de su propio equipo?
Todos los relatos que se incluyen de fans y mujeres que en algún momento de su vida mantuvieron una relación con él coinciden en que nada tiene que ver el R. Kelly artista con Robert, el maltratador psicológico, acomplejado y borracho de fama que se cree intocable fuera de los escenarios. O, al menos, hasta ahora. El artículo de Jim DeRogatis publicado en BuzzFeed en julio de 2017 fue un gran punto de inflexión. En él las familias de tres jóvenes rompen su silencio y aseguran que hace años que no ven a sus hijas porque viven junto a Kelly, quienes les ha lavado el cerebro, a modo de esclavas sexuales. Las cámaras del documental acompañan a una de esas madres que, después de conocer el paradero de su hija gracias a un vídeo de TMZ, no duda en armarse de valor para literalmente rescatarla en el hotel donde se encuentra esos días. En uno de los momentos más emotivos de la serie el espectador puede ver con sus propios ojos cómo cumple su misión. Las otras dos chicas, de poco más de veinte años, hoy en día siguen siendo presas de las fauces de Kelly.
El movimiento #MeToo y #TimesUp, ante tal escándalo, ha dejado tocado de por vida a Kelly mediante la campaña en redes sociales Mute R. Kelly. Durante décadas la comunidad afroamericana consideró al autor de ‘I Believe I Can Fly’ un héroe, un semidiós por encima del bien y el mal, y sus propios fans no dudaron en desacreditar los testimonios de las decenas de mujeres que en algún momento denunciaron públicamente la perversidad de la estrella. Tal como diversas voces apuntan en la serie, si las víctimas en vez de ser jóvenes negras hubiesen sido blancas muy probablemente se hubiese reaccionado mucho, mucho antes.
La venda ha caído ante tales evidencias televisadas en horario de prime time. Los boicots en las puertas de los recintos donde Kelly actúa son una constante y, por consiguiente, sus ingresos han menguado en picado. Y, del mismo modo, tras la emisión todos los artistas que colaboraron con él se han puesto del lado de todas esas supervivientes (ahí está el ejemplo de Lady Gaga, Céline Dion o Ciara, quienes retiraron de inmediato sus respectivos featurings) y su sello, RCA Records, le ha abandonado a su suerte.
‘Sobreviviendo a R. Kelly’ apela sin concesiones a lo emocional, a que el espectador, conozca o no previamente la carrera musical del artista, empatice con toda esa abrumadora retahíla de mujeres que se pone ante la cámara para narrar sus experiencias. Nadie, absolutamente nadie, habla en favor de Kelly. Si ‘Leaving Neverland’ desde un buen principio partía de la premisa de que “el rey del pop” mantenía relaciones con menores, en este caso ocurre exactamente lo mismo: los productores detrás del proyecto no dejan espacio para que se quiera pensar lo contrario. El polémico documental de Jackson daba vértigo al llegar a las cuatro horas de duración, pero en este caso la trama se estira prácticamente el doble si se tiene presente el séptimo capítulo final a modo de epílogo. Aquí es donde está su principal tara. Prácticamente todas las voces describen a Kelly como una persona que siempre actúa bajo el mismo patrón, por lo que ante lo reiterativo de los testimonios, en realidad, se podría haber prescindido de uno o dos episodios. Aun siendo de obligada visión, un tijeretazo en la edición no le hubiese ido nada mal.