Cuenta la leyenda del sexto álbum de estudio de (valga la redundancia) la leyenda del rock Pixies que el título del mismo, ‘Beneath The Eyrie’, surgió cuando, charlando fuera de la iglesia rural reconvertida en estudio a las afueras de Woodstock –que ya es en sí un enclave geográfico-musical–, descubrieron un gigantesco nido de águila sobre el árbol más cercano. Decidieron llamar así –“Bajo el nido del águila”– al disco en el que el cuarteto trabajaba, y, como hubieran activado un resorte o un hechizo, ha resultado ser el mejor desde que se separaran en la cumbre de su carrera, tras publicar ‘Trompe Le Monde’ (1991).
Tan cierto es que ni ‘Indie Cindy’ ni ‘Head Carrier’ estaban a la altura de sus primeros discos como que, en mi opinión, se les juzgó con demasiada severidad. Al fin y al cabo, solo se trataba de unos viejos colegas que intentaban que sus giras no resultaran demasiado aburridas al tocar las mismas 30 canciones de siempre. Pero es cierto que en ellos, sencillamente, no se respiraba la magia de sus inicios. ¿Dónde quedaban el singular encanto de esas melodías cargadas de misterio de Black Francis que conectaban la tradición norteamericana de norte a sur, de costa a costa? ¿Dónde las rupturas rítmicas insospechadas de David Lovering? ¿Dónde las guitarras delirantes de Joey Santiago? ¿Dónde las letras sobre historias bizarras de serie B sobre espíritus, avistamientos, seres mitad humano-mitad animal…? ¿Dónde los el embrujo del contraste entre las voces de Charles y Kim –cuya sombra ha logrado borrar con solvencia Paz Lechantin–? Ni idea. Porque tan difícil es responder al porqué de su ausencia en aquellos dos trabajos previos como saber por qué sí están en ‘Beneath The Eyrie’. Simplemente, han vuelto.
Este “regreso” es palpable en todo el álbum, pero especialmente en una primera mitad notable, que contiene los dos acertados singles ‘On Graveyard Hill’ y ‘Catfish Kate’ –las dos canciones más inmediatas del disco–, que remiten especialmente a la era de ‘Surfer Rosa’ y ‘Doolittle’. En torno a ellos, hay canciones quizá más discretas pero sólidas –como ‘In The Arms of Mrs. Mark of Cain’, ‘This Is My Fate’ o ‘Silver Bullet’– que contribuyen a crear una sensación de conjunto –por su permanente ambiente de misterio–. Y también temas que se les acercan en brillantez, como la adictiva y amable melodía de ‘Ready for Love’, o el tándem formado por ‘Long Rider’ y ‘Los Surfers Muertos’, en las que Charles Thompson rinde homenaje a Desiree, una surfera amiga de Paz fallecida “en acto de servicio” en las playas de Malibu. De hecho, es la propia ex-bajista de A Perfect Circle y Zwan la que toma las riendas vocales en la segunda. En general, es una cantante más ortodoxa que la Deal, pero suple su ausencia de manera destacada.
Si bien es cierto que la parte final del disco pierde algo de lustre con temas más discretos –pese a eso, destaca el surf-rock embrutecido de ‘St. Nazaire’ y la juguetona ‘Bird of Prey’– sobresale la buena sensación de conjunto que ofrece ‘Beneath The Eyrie’, que se contagia de la edad de oro del grupo hasta en su portada, muy 4AD –pese a que el disco, publicado en BMG, supone el primer acercamiento multinacional en la historia del grupo de Boston–. Aunque el descrédito de sus dos discos previos será difícil de restaurar, este disco sí suena a lo que cabía esperar de un regreso de los Pixies: enérgico, maduro, sereno y sacando buen partido a lo que queda de su singular magia.
Pixies cerrarán su gira mundial de presentación de ‘Beneath The Eyrie’ en España, con los conciertos que se celebran en Barcelona –día 23 de octubre, entradas aún disponibles–, Madrid –24 de octubre, ya agotado– y A Coruña –26 de octubre, ya agotado–.
Calificación: 7,4/10
Lo mejor: ‘Catfish Kate’, ‘On Graveyard Hill’, ‘Ready for Love’, ‘St. Nazarie’, el tándem ‘Long Rider’/’Los Surfers Muertos’
Te gustará si te gustan: Dinosaur Jr., Violent Femmes, The Breeders
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