Angel Olsen / All Mirrors

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Angel Olsen / All Mirrors

Comparar ‘All Mirrors’ con el ‘Norman Fucking Rockwell’ de Lana del Rey puede ser un ejercicio de crítica perezosa. Pero tras las escuchas de ambos discos, percibo un espíritu común; ambas son obras de gran ambición; ambas son obras que reivindican la vigencia de las sonoridades clásicas y ambas son obras totales.

Esto, que lo que veía muy claro en el disco de Lana, me ha costado más descubrirlo en el último de Angel Olsen. Porque, a pesar de su apariencia clásica, ‘All Mirrors’ no provoca un enganche instantáneo, característica que sí que tenía ‘My Woman’. No hay un ‘Shut Up Kiss Me’, no hay temas que se te peguen inmediatamente. A primer vistazo, tienes la sensación, incómoda, de que el álbum está bien, pero que carece de temas señeros a los que asirse. Sensación errónea, afortunadamente. A medida que transcurren las escuchas, compruebas que sí que los hay. Simplemente, Olsen prima la atmósfera por encima de las canciones individuales. ‘All Mirrors’ es un disco que requiere complicidad, no una playlist de lujo. Como Lana, Olsen necesita, quiere, que la escuchemos de cabo a rabo. Que nos sentemos y que degustemos su gran álbum de música atemporal. Con la complicidad de Ben Babbitt (que co-escribe la música de algunas piezas), Olsen recoge toda la tradición de la gran canción americana de los años 20-40: Cole Porter, George Gershwin, Irving Berlin. Como ellos, logra compaginar el glamour y el sentimentalismo con bastante de ironía. Estas composiciones próximas al musical clásico contienen también mucho regusto del trip hop de los 90’s, en esa cualidad cinematográfica, envolvente, y melodramática que recuperaban Portishead o los Massive Attack de ‘Blue Lines’.

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El segundo gran escollo a la hora de apreciar el disco en toda su amplitud es una cuestión más de gusto y percepción personal. Y esa es la producción de la voz de Angel: está por debajo de los instrumentos. Su voz suena lo-fi, en contraposición a lo lujoso de los arreglos. Pero, una vez más, lo que parece un defecto es al final otra decisión artística que otorga a todo el disco una cualidad onírica que perdería en alta fidelidad. No sólo eso; que la voz suene tan empastada dentro de los instrumentos trata de recuperar el esplendor en mono de Phil Spector.

Todo al servicio de unas canciones sobre el desamor, su padecimiento… Pero también sobre la liberación que este desamor supone. ‘Lark’ abre de manera fastuosa, desde su fraseo arrastrado a la explosión en cámara lenta que se va desarrollando, columpiándose sobre profusos arreglos orquestales, para regalarnos seis minutazos de altibajos emocionales. ‘All Mirrors’ recoge el espíritu de Angelo Badalamenti, regado de techno pop elegante, en el que destaca su final escalofriante; voz y arreglos se saturan y nos retrotraen a la Björk noventera más barroca. Aquí Angel usa la metáfora de los espejos que reflejan infinitamente una imagen,para expresar cómo va repitiendo los esquemas dañinos del pasado. La intensidad se rebaja en la dulce y retro ‘Too Easy’ y en ‘New Love Casette; su riff de bajo sintético y esa manera de cantar dulcemente displicente de Olsen le otorgan a un aire chulesco pero satinado, rematado por la fanfarria orquestal que irrumpe inopinadamente. En ‘Spring’ Olsen recoge la esencia del folk psicodélico, en su estructura, en la melodía e incluso en la narrativa. Este regusto tan 60’s presenta en ‘What It Is’ su versión más country, con dramáticos destellos de cuerdas y platillos irrumpiendo, todo con un aire trotón, mientras Angel parece llegarnos a través de una vieja radio de galena.

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Pero es en el tramo final donde ‘All Mirrors’ entra en modo imperial. Primero con ‘Tonight’, baladón en que Angel canta con las hechuras de Beth Gibbons, mientras suntuosos y sensibles arreglos la cubren y la batería a escobillas le da una pátina jazz. Y la canción se crece y crece, y Angel parece menos intérprete; despojada de cualquier coartada estética se derrumba, se hace vulnerable y ofrece la que puede ser su interpretación más memorable. Y lo más reseñable de ‘Tonight’ es que, a pesar de esa apariencia desconsolada, no lo está. Olsen celebra la ruptura con el amante como camino de liberación y reencuentro con ella misma. Tras este alud emocional, ‘Summer’ supone un cambio radical. Aquí hay querencia por Kate Bush: el timbre particularmente agudo, la percusión aventurera y brumosa recuerda fuertemente a ‘Hounds of Love’ (el disco). Caprichosa, la vena ochentera se esfuma en la sedosa, nocturnísima y ronroneante ‘Endgame’; su desenlace a base de trompeta y piano desafinado es avasallador. Y, para cerrar, ‘Chance’, un tema que, extrañamente, retrotrae a las canciones de Stephin Merritt tratando de ser Irvin Gershwin, con Olsen recitando hacia el final a lo gran intérprete de Broadway.

‘All Mirrors’ es brillante, apasionado e irónico. Pleno de referencias y, a la vez, terriblemente personal. Porque Angel Olsen juega con nuestras percepciones y prejuicios. Usa su voz, su aspecto aparentemente desamparado y el formato de torch song, para crear una obra de absoluta reafirmación. No es un lamento por el amor perdido; es un grito de júbilo por la individualidad recuperada.

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Calificación: 8,5/10
Si te gusta: Lana del Rey, Kate Bush, las canciones de Porter, Gershwin y Berlin.
Lo mejor: ‘Lark’, ‘All Mirrors’, ‘Spring’, ‘Tonight’, ‘Summer’, ‘Endgame’

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