«Este es el concierto más largo que hemos dado nunca en España», decía ya hacia el (aparente) final de la noche un Ezra Koenig que actuó como un líder sobrio y centrado, más que como frontman de Vampire Weekend. A esperas de ver si hoy baten este «récord» en la Sala Riviera de Madrid, no era tan difícil: en varias de sus visitas sus shows se han enmarcado en festivales. Pero lo cierto es que el concierto que marcaba su regreso a Barcelona tras nueve años se extendió hasta casi dos horas y media. Y es que tenían «mucha plancha»: no solo debía presentar el magnífico y ya extenso ‘Father of the Bride‘, sino también satisfacer las ansias de sus fans (entregadísimos, pocas veces he visto la sala Razzmatazz tan caldeada de principio a fin) por escuchar sus favoritas de los tres álbumes precedentes del grupo. [Fotos: Christian Bertrand, cedidas por Live Nation.]
Acabaron complacidos, porque por supuesto no faltaron ‘A-Punk’, ‘Cape Cod Kwassa Kwassa’, ‘Unbelievers’, ‘Diane Young’, ‘Holiday’, ‘Step’, ‘Hanna Hunt’ y demás arsenal. Pero no sin tener que digerir a la vez algunas insospechadas variaciones instrumentales de distintos temas de su repertorio, antiguo y nuevo. En general fueron de agradecer en temas de su último disco, quizá limitados por el formato disco y la gran cantidad de cortes. La disgresión psicodélica culminada con un final coral de ‘Jerusalem, New York, Berlin’ y los preciosos arreglos de ‘Big Blue‘ fueron muy ovacionados. Aunque no tanto como los resultones diálogos de guitarra entre Ezra y el fabuloso (y llamativo, con esa descomunal melena afro) guitarrista Brian Robert Jones en ‘Sunflower‘, derivando primero en un pirotécnico solo y luego en una extensión prog-rock-metalera de la misma canción, de acierto más tibio.
Y es que la banda, extendida hasta siete músicos –el segundo batería-percusionista Garrett Ray, el teclista y cantante Will Canzoneri y la mujer-orquesta Greta Morgan completan el line-up actual del grupo tras la partida de Rostam–, se dio también a momentos que parecían más de «autoplacer», algo ajeno al público: si la breve y encantadora ‘2021’ acabó siendo algo pesada en su transformación ambient-psicodélica –con final cantado en Talkbox, esa suerte de primitivo Vocoder–, la deriva dub de ‘Diplomat’s Son’ (enlazada con una versión de ‘Jessica’ de Major Lazer) llevaba a cierta desconexión.
Pero Koenig y los suyos, con un sonido más que correcto –aunque no espectacular: los matices de Morgan se perdían a menudo, quizá sepultados por los brutales aporreos de batería de Chris Tomson– y mucha entrega –Chris Baio, tan esforzado moviendo el trasero y sonriendo como tocando el bajo–, supieron manejar bien los tempos. Porque esa parte más contemplativa se dosifica con la más física, desgranando en el momento preciso una ‘Holiday’, una ‘One (Blake’s Got A New Face)’ o una ‘California English’ y desatando ciertas dosis de pogo en la sala del Poblenou. Y en ese aspecto, cabe destacar lo muy bien asimiladas que están ya canciones recientes como ‘Harmony Hall‘, ‘Sympathy‘, ‘Bambina’ o ‘This Life‘, sin duda entre las más coreadas y bailadas de la velada.
La mayor prueba de que su objetivo primordial en esta gira es dejar un recuerdo único para sus seguidores, está en el bis: tras haber despachado antes una correcta versión de ‘Late in the Evening’ de Paul Simon –rindiendo así pleitesía a uno de sus referentes más obvios–, el «encore» del concierto es una suerte de carrusel de peticiones populares. Eso nos procuró una inesperada recuperación de ‘Oxford Comma’, poco frecuente ya en sus setlists, y una divertida transformación en funky sureño de ‘Giving Up The Gun’, pero también la versión (con poca chicha, a decir verdad, más allá de su guiño al ‘Waka Waka’ de Shakira) de ‘I’m Going Down’ de Springsteen y un fragmento del célebre número soul ‘Son of a Preacher Man’, antes de descerrajar la esperada explosión final con ‘Walcott’. Así, es muy difícil no volver a casa con una sonrisa de placer. 8.
Antes de Vampire Weekend, los daneses Liss entretuvieron con un breve set en el que mostraron el coqueto magnetismo de su R&B con ecos de los 90 interpretado con instrumentación rock y pequeños arreglos contemporáneos, entre Parcels y Rhye. Sin duda tienen en la voz y presencia de Søren Holm, una suerte de joven Ranking Roger Roland Gift (Fine Young Cannibals), su gran baza escénica. Pero no lograron despegar del todo hasta que enlazaron, ya al final, sus mini-hits ‘Try’ y ‘Sorry’ con ‘Vibrations’, de su reciente segundo EP ‘Second‘. 6,5.