‘All Mirrors’ es uno de los mejores discos del año pasado. Anoche en la sala Razzmatazz de Barcelona, Angel Olsen lo catapultó aún más arriba. Si la escucha en casa resulta extática, la traslación en directo fue imperial. Angel se acompañó de una banda poderosísima de mayoría femenina, en que brillaban una cellista y una violinista. La plasmación de todo el delirio musical del álbum fue perfecta. El sonido tuvo un volumen algo fuerte pero afortunadamente se escuchaban todos los instrumentos con claridad. Y, por encima de ellos, la voz de Olsen, haciendo todas las ondulaciones, subidas, bajadas, gritos y susurros de manera apabullante, sin aparente esfuerzo. [Fotos: Indi van Vega.]
El primer bloque, centrado exclusivamente en ‘All Mirrors’, se sucedió sin espacio entre canciones, que se unían mediante densos puentes instrumentales. Cinco temas seguidos cayeron sin respiro. No le hizo falta a Angel moverse del centro del escenario, su carisma se desparramaba a través de su voz, sin necesidad de realizar aspavientos físicos de más. Arrancó con ‘All Mirrors’ (la canción) iluminada en azul, contundente y apoteósica. Con ‘Impasse’ Angel nos regaló el primer delirio de muchos; escaladas imposibles y esos “don’t you know” explotándonos en la cara. En ‘Lark’ clavó su crescendo y su intensidad desatada y elegante, sus “dream on!” de locura, la batería aporreando y geniales las cuerdas dibujando las florituras del final. Cada tema era un despliegue de intensidad emocional hasta ‘Summer’. A partir de aquí, Angel se permitió relajarse un poquito y hablar entre canción y canción, aunque sin romper en ningún momento el ritmo del concierto, controlando a la perfección los tempos del melodrama .
Aunque el set list estuvo centrado principalmente en ‘All Mirrors’, las repescas de álbumes anteriores sonaron a gloria. ‘Sister’ pasó de la dulzura country a una segunda parte de absoluto extásis, con un quiebro emocionantísimo. Una maravilla que nos dejó sin aliento y nos arrancó una ovación cerrada y larguísima. Angel se dedicó a bromear con los músicos, quizás para suavizar la intensidad del momento. Alguien pidió ‘Shut Up Kiss Me’ y, coqueta, Angel respondió con un “maybe”. No se hizo mucho de rogar, por eso, y nos tocó su tema señero, coreado (y bailado) masivamente. Pero cuando nos pusimos a entonar los “ohhhh”, paró y nos dejó con dos palmos de narices, nos amonestó y la retomó, ¡pero de qué manera!
Era un auténtico placer comprobar cómo las canciones se doblegaban ante el poderío de Angel y su banda. Los momentos cumbres se sucedían; la deriva Fleetwood mac en la bonita Forgiven/Forgotten, también eclosionó en apoteosis western desatada. Angel Olsen nos trituraba, el silencio era reverencial. No se oía al público ni respirar. De hecho, la gente estaba tan callada (¡incluso entre las canciones!) que hasta la propia Angel nos lo recriminó antes de volver a endulzarnos y sacudirnos a continuación con ‘Windows’.
Angel dedicó un momento del tramo final a mostrarse muy agradecida por la recepción del disco. Pero cómo no hacerlo con maravillas como ‘Endgame’, solo con ella iluminada, el sonido de los teclados casi litúrgicos y su majestuosidad de madrugada. La banda marchó para dejar sola a Angel con su guitarra interpretando ‘Unfucktheworld’. Parecía que el concierto iba a cerrarse ahí, pero afortunadamente los músicos regresaron para poner el broche final con ‘Chance’, sus hechuras de balada rock de los 50 y con Angel demostrando que es ya una gran dama de la canción. Ochenta minutos de recital mágico y excesivo, pero en el buen sentido. Y, por encima de todo, la inmensa suerte de haber podido ver a una artista en la plenitud de su carrera. 9.