Es difícil empatizar con Taylor Swift en ‘Miss Americana’, el documental de Netflix que repasa los últimos años de su vida (NdE: sigue viva). En una escena lagrimea angustiada por no haber sido nominada a ningún Grammy importante por ‘reputation‘ (la artista cuenta ya con una decena de gramófonos), en otra cuenta que decide desaparecer del ojo público porque piensa que todo el mundo la odia después de su polémica con Kanye West y Kim Kardashian. En una de las escenas clave de la película a la artista le sale la adrenalina por los oídos cuando, acompañada de su madre y de su publicista, procede a publicar en Instagram el primer post político de su carrera a los 28 años. Es difícil empatizar con Taylor Swift porque su nivel de privilegio desde niña es tremendo y su fama posterior, absolutamente colosal, pero ‘Miss Americana’ sí consigue acercarnos un poco a la persona detrás de la máquina de hacer dinero que es esta artista.
Acostumbrada a los elogios desde niña, la primera parte de ‘Miss Americana’ dibuja a una prometedora estrella del country determinada por triunfar y con una seguridad en sí misma espectacular. En una entrevista que concedía a este medio, su colaborador Gary Lightbody de Snow Patrol lo llamaba «confianza americana» y solo a través de esta confianza puede Taylor componer, como es vista en la película, una canción tan mala como ‘ME!’ con tanta ilusión y esmero. Sin embargo, ‘Miss Americana’ narra que esta confianza empieza a agrietarse con la irrupción de Kanye en el escenario de los VMA de 2009: cuando el público abuchea al rapero por su mala educación, Taylor piensa, por primera vez en su vida, que la víctima de los gritos es ella. ¿Cómo gestiona la humillación pública -en este caso imaginada- una persona que solo ha aprendido a ganar? Primero (el día después, atendiendo a la prensa) diplomáticamente, después (con el asunto «I made that bitch famous»), con ganas de atacar.
Pero menudo «bluff» es ‘reputation’: el vídeo de ‘Look What You Made Me Do’ muestra que es capaz de reírse de sí misma como nadie, pero no así este disco-pataleta en el que Taylor nos intenta convencer de que es la mayor mártir del universo durante 55 minutos… Cuando Taylor descubre que no ha sido nominado a ningún Grammy reconoce que tiene que «hacer un disco mejor» y es difícil no darle la razón. Sin embargo, quizá sin este disco no existiría la Taylor política de hoy: ‘reputation’ representa el momento en que su inalcanzable nivel de privilegio toca techo, pero también el momento en que vemos a una Taylor que empieza a hacer autocrítica, y de eso va sobrado ‘Miss Americana’.
La mayor revelación de ‘Miss Americana’ es ver a Taylor reconocer que no ha tenido tiempo de madurar. A partir de ahí se entienden muchas cosas como su dificultad para encajar las malas críticas o que posicionarse políticamente cuando roza la treintena le produzca tremenda ansiedad. Sin embargo, hay que elogiar su interés por cambiar, evolucionar, por «desprogramar» actitudes o comportamientos del pasado con los que ya no está de acuerdo, como su «misoginia» (en palabras de ella) aprendida o su tendencia a pedir perdón demasiado o a asentir ante los ataques injustos (como el machismo de Kanye). ¿Algo que decir, Ed Sheeran? ¿Justin Bieber? Y aunque ‘Miss Americana’ no refleja a la estrella del pop más «relatable» que pueda venir a la mente por varias razones, sí muestra a una persona mucho más vulnerable de lo que parecía capaz de desarrollar un desorden alimenticio por culpa de ver demasiadas fotos de ella en la prensa, o que resiste como una campeona un mediático juicio por acoso sexual que afortunadamente termina a su favor.
Ante esta situaciones tan extremas y vividas en el ojo público uno solo puede alegrarse de que el mayor apoyo en la vida de Taylor, su madre, enferma de cáncer, esté presente en todo momento para aconsejarle o darle un abrazo como hace a lo largo del filme. Si cuesta entender a Taylor Swift, al menos ‘Miss Americana’ hace que lo sea mucho menos, y si el objetivo de la película era que el público reajustara su perspectiva ante esta artista que suscita tanto amor como odio, lo consigue. Lástima que la música no sea un poco mejor…