Ryan Murphy está liadísimo. Crear tres series -‘Hollywood’, ‘Ratched’, la segunda temporada de ‘The Politician’- y dos películas -‘Los chicos de la banda’, ‘The Prom’- en solo un año no lo aguanta ni Jess Franco en sus mejores tiempos. Los 300 millones que le dio Netflix para-lo-que-te-de-la-gana se han traducido en un puñado de obras menores que parecen salidas de una cinta transportadora de una fábrica californiana. Productos bien confeccionados y envasados, pero convencionales, repetitivos y desechables. Murphy convertido en marca comercial.
Estética (neo)camp, discurso LGTB+, manierismo metanarrativo, reivindicación de las actrices mayores… Todos estos elementos que hicieron de Murphy un creador a contracorriente en la ficción televisiva del siglo XXI, en el director que logró introducir con éxito un poco de colorida pluma en un universo audiovisual bastante grisáceo y recio, se ha transformado en una simple fórmula en 2020. ‘Hollywood’, ‘Ratched’ o ‘Los chicos de la banda’ tenían un pase (sobre todo la primera, que con sus fallos, me pareció muy disfrutable), pero ‘The Prom’ es pura decadencia.
Y eso que no empieza mal. La premisa argumental, adaptada del musical homónimo de 2016, tiene bastante gracia y resulta muy prometedora como sátira: cuatro actrices y actores de Broadway, en pleno declive profesional, deciden dar un impulso a sus carreras a través del activismo social. Para ello eligen apoyar el caso de una adolescente lesbiana de un “trumpista” pueblo de Indiana (el estado natal de Murphy), a la que han prohibido ir al baile de graduación acompañada de su novia.
Meryl Streep, sin duda lo mejor del filme, se hace enseguida con las riendas de la película y la sostiene ella solita durante la primera media hora. Los mejores números musicales y diálogos -sobre el fracaso, la hipocresía, el narcisismo de las celebrities- son suyos. Sin embargo, cuando se echa a un lado y emerge el protagonismo de una sosa Nicole Kidman (qué manera de fastidiar el número homenaje a Bob Fosse, también por culpa de una fallida puesta en escena llena de innecesarios cortes), una esforzada Jo Ellen Pellman (pero tan ñoña como abrazar un árbol) y un insufrible James Corden (su interpretación parece un cruce paródico-mariquita entre el televisivo Ross Mathews y el Eric Stonestreet de ‘Modern Family’), la película se viene abajo como un bizcocho sin levadura.
La dirección de Murphy tampoco ayuda. ‘The Prom’ parece rodada con prisas y siguiendo un rígido manual de instrucciones: números musicales colocados estratégicamente para el lucimiento de cada estrella, la mayoría bastante pobres, rodados sin imaginación y sin demasiado peso en la narración; interludios dramáticos con discurso inclusivo tan bienintencionado como poco sutil y elaborado (la excepción sería el número protagonizado por Andrew Rannells en el centro comercial); movimientos de cámara constantes y porque sí, con una lógica narrativa que recuerda al dinamismo postizo y atolondrado de ‘El Hormiguero’; y una duración, más de dos horas, que juega en su contra.
‘The Prom’ no es el peor musical de los últimos años. Ese “honor” sigue siendo para ‘Cats’. Pero sí el más anticuado, desganado y autocomplaciente. Más cerca de la fallida ‘Hairspray’ (2007) que de la estupenda ‘Glee’ (2009), del propio Murray. 4.