‘Small Axe’: ¿puede ser el capítulo de una serie la mejor película del año?

-

- Publicidad -

‘Small Axe’: ¿puede ser el capítulo de una serie la mejor película del año?

‘Small Axe’ (Movistar+), título que hace referencia a la canción de Bob Marley, es una miniserie de cinco episodios, cinco historias independientes unidas por un tema común: la vida de la comunidad afrocaribeña en el Londres de los 70 y 80, y su lucha contra el racismo de la sociedad británica. Sin embargo, uno de sus capítulos, ‘Lovers Rock’, ha recibido nominaciones en los premios de las asociaciones de críticos de Nueva York, Chicago o Los Angeles dentro de las categorías cinematográficas: película, director, fotografía, banda sonora…

¿Es el momento de romper con esas barreras taxonómicas? ¿Hay que empezar a considerar que un capítulo de una serie, como pudo ser en su día el piloto de ‘Twin Peaks’, el ‘Ozymandias’ de ‘Breaking Bad’ o algunos de los primeros de ‘Black Mirror’, pueda ser valorado como la mejor película, dirección, interpretación… del año?

- Publicidad -

La industria y el consumo audiovisual han cambiado. ¿Por qué no los premios? Si una película estrenada directamente en una plataforma de streaming ha dejado de ser considerada un mero telefilme, ¿por qué un capítulo de una serie, que en muchos casos se estrena en festivales de cine (‘Small Axe’ estuvo seleccionada para Cannes) e incluso en salas comerciales, no puede competir como una película en los premios cinematográficos de la temporada? De hecho, viendo por dónde van los tiros este año en los Oscar, qué títulos van a estar entre los siete u ocho nominados, ‘Lovers Rock’ podría perfectamente estar entre ellos.

¿Y por qué ‘Lovers Rock’ y no los demás episodios de ‘Small Axe’? Porque es una excepción en la serie, un verso libre en medio de los férreos códigos del cine político en los que se mueven el resto de los capítulos. El primero, ‘El Mangrove’, es una eficaz cinta de denuncia que recrea el caso de nueve activistas afrocaribeños juzgados por manifestarse “violentamente” en Notting Hill en 1970. Un drama judicial atractivo y revelador pero no demasiado sutil, perjudicado además por su semejanza con la superior ‘El juicio de los 7 de Chicago’.

- Publicidad -

El tercero, ‘Rojo, blanco y azul’, narra los complicados inicios en la policía de Leroy Logan, uno de los primeros agentes negros que hubo en Londres. Es una mezcla muy equilibrada entre drama familiar y procedimental policial, que se beneficia de la estupenda interpretación de John Boyega. El cuarto, ‘Alex Wheatle’, es quizás el más flojo de los cinco. Lo que cuenta es interesante: el proceso de toma de conciencia política e identitaria del desarraigado escritor y dj londinense Alex Wheatle, condenado a prisión por los disturbios de Brixton de 1981. Pero está contado de forma bastante convencional y protagonizado por un personaje demasiado desdibujado.

El quinto, en cambio, tiene una enorme fuerza dramática. Bajo su aparente ligereza -un pequeño relato sobre un niño disléxico condenado por el sistema educativo a recibir una educación “especial”- ‘Educación’ presenta una valiosa y emotiva historia, con tintes autobiográficos (el director, Steve McQueen, tuvo problemas de aprendizaje en su infancia), de lucha comunitaria, denuncia social y amor maternal.

- Publicidad -

Pero, ¿y el segundo? ¿Por qué es tan especial ‘Lovers Rock’? Principalmente, por su extraordinaria libertad creativa. La historia es mínima: el inicio de un romance durante una multitudinaria fiesta privada. Pero su alcance dramático, político y sensorial es enorme. Bastan dos largas secuencias, dos bailes catárticos -uno más femenino, al ritmo de ‘Silly Games’ de Janet Key, y otro más masculino, con el ‘Kunta Kinte Dub’ de The Revolutionaries-, los dos filmados a través de una puesta en escena que parece fundir al espectador con los danzantes, para que el discurso del director –tanto la denuncia de la discriminación racial o del machismo de la comunidad afrocaribeña, como la celebración de su identidad y su cultura- llegue al público sin necesidad de subrayarlo ni verbalizarlo. La música y el baile como creadores de atmósferas y generadores de significado. 8,5.

Lo más visto

No te pierdas