Todo ha sido mastodóntico en la carrera de Mónica Naranjo: el número de singles de ‘Palabra de mujer’, la ambición en ‘Europa’, el inesperado éxito de ‘Lubna‘. Así que era de recibo que terminara colaborando con el dúo formado por Asier Etxeandia y Enrico Barbaro, otros grandes defensores del «más es más», aunque haya sido solo por accidente y porque Asier Etxeandia «le pone».
Que le ponga añade sentido: es ‘Polvo vacío’ una canción sobre el anhelo sexual, de «pieles que gritan», de «ansias latentes», de «algo prohibido». Por eso va evolucionando de lo asfixiante -una atmósfera opresiva a lo Depeche Mode, que recuerda al calor que desprendían los sexy-thrillers de los años 90- al desenfreno.
Hay cosas en su sitio en ‘Polvo vacío’: la letra tarda casi 1 minuto en empezar ajena a los imperativos actuales. Hay otras que rechinan: puestos a probar cosas locas, hay en el mercado producciones de drum&bass, de hyperpop, de todo a la vez, bastante más osadas.
Lo más llamativo es que la canción termina en rave, pero no es precisamente porque hayan prendido las llamas del amor. Son más bien las del despecho: Asier parece estar ardiendo en el mismísimo averno, aparentemente puesto, solo que ahora en el mal sentido de la palabra. «Sólo me queda bailar para olvidarmе de ti», dice entre algunas frases inconexas como «Mónica Química». Al final, unos tacones se alejan y amanece en lo que podría ser el desenlace de todo el disco ‘Mimétika’.
Si fuera el caso, nos quedaríamos sin averiguar si alguno de los 3 recordará algo de aquel «polvo vacío» o todo esto será solo una ráfaga cada vez más desdibujada en sus memorias.