Ayer por la tarde en la primera jornada de Mallorca Live acudí a un «food truck» de comida tailandesa a pedir una oferta de pad thai con un plato aparte de patatas bravas por 10 euros. La empleada, entonces, me comunicó que la aplicación de la oferta no era posible por un «fallo en el sistema» y empecé a disociar. En mi cabeza, la frase sonó ralentizada y expresada con voz diabólica, como si se refiriera a un «glitch» que ha tenido lugar en el espacio tiempo. Después de leer las duras noticias que está dejando el mundo últimamente… la frase cuadraba totalmente en mi cabeza. Tiene que haber habido un fallo en el sistema.
Por un lado, agradecí el contratiempo porque creo que esquivé una combinación explosiva… y no en el buen sentido. Por otro, la historia me sirve para abordar los problemas acontecidos ayer en la organización de Mallorca Live. El festival acaba de anunciar mejoras en su logística tras enfrentarse a numerosas críticas por falta de personal, largas colas en puestos de bebida y de recarga de pulseras, dificultades para la recogida de dichas pulseras, servicio precario de lanzaderas hasta el punto que la gente cuenta haber esperado dos horas por un bus y solo haber visto el sol… Problemas que pueden explicarse en el aumento de las asistencias al festival: este año, doblan las de 2019, la última vez que el festival se celebró. Mallorca Live promete mejoras para su segunda jornada.
Al margen de incidencias, Mallorca Live es uno de esos festivales a los que da gusto ir por varias razones. El recinto es el antiguo Aquapark de Calvià, por lo que asistir a Mallorca Live significa pasear por un antiguo parque de atracciones. No, el tobogán acuático no está a pie de festival, pero se ve de lejos. Eso sí, las dimensiones del recinto no pueden ser más cómodas, el parque es bonito, tiene sus parcelas con árboles y arbustos, un mural para pintar y dibujar, un área de descanso compuesta por puffs de color blanco, sombrillas gigantes para quien desee resguardarse del sol, variedad gastronómica que va de churros a comida asiática… A mí me recuerda a una versión «pocket» del Parc del Fòrum, lo cual solo puede ser bueno.
Entre los primeros conciertos de la jornada se encuentra el de unos Go Cactus que actúan demasiado sobrados de volumen. Tanto que su sonido se solapa con el del concierto que Shinova están ofreciendo en el escenario de al lado. Es un problema que se repetirá a lo largo de la jornada pero que dependerá de la ubicación de cada uno. Eso sí, Gabriel de la Rosa mantiene en todo momento la «sonrisa intacta»… y su carisma. Mientras, en el escenario de música electrónica, VIK.T pincha elegantes temas de house que hacen anhelar un Brunch in the Park mallorquín.
Quien derrochó carisma sobre el escenario también fue Queralt Lahoz, que presentó las canciones de su disco ‘Pureza‘. La catalana interpretó temas como ‘Ya no’ o ‘De la cueva a los olivos’, también su éxito ‘Dame doblones’, y demostró que le da lo mismo sonar a Bebe que a Gata Cattana, a flamenco que a afrobeat. El momento más emotivo llegó después. Queralt salió al escenario vestida con camiseta y tejanos pero, durante el solo de teclado de su tecladista, se ausentó para cambiarse de vestuario, y regresó con un vestido plateado de brillantes. Queralt expresó que es importante para ella recordar sus orígenes humildes y se remontó a la época en que los «caciques» se lo quitaron todo a su familia. De ahí que dedicara un tema a la memoria histórica con el que se ganó los aplausos del publico.
Uno de los solapes más dolorosos de la jornada fue el de Rigoberta Bandini y Alizzz. Ella empezó un poco antes y tuvo oportunidad de probar la pasarela de C. Tangana, ya instalada, pues El Madrileño actuaba un par de horas después. «¡Qué maravilla la pasarela de Pucho, la voy a usar mucho!», rimó probablemente sin querer, y antes de desgañitarse con la parte «Mónica Naranjo» de ‘In Spain We Call It Soledad’.
En otro de los escenarios el público aguardaba la aparición de Cristian Quirante, que tardó 10 minutos en salir quizá a espera de que llegase más gente… ya que todo el mundo estaba viendo a Rigoberta. Era un poco desolador el panorama al principio, pero la gente efectivamente fue llegando, y Alizzz emergió en las tablas con sus habituales gafas de sol y cerveza en mano. «Nos han hecho coincidir con Rigoberta, que somos colegas, eso no se hace», expresó el barcelonés, que no ofreció el mismo show de siempre… básicamente porque después de preguntar a la gente si pensaba quedarse hasta el «amanecer«, tropezó y cayó de culo antes de cantar la citada canción. «Estoy bien», comunicó, y el concierto siguió sin incidencias, con la hermosa ‘Luces de emergencia’ poniendo una inmejorable banda sonora al atardecer.
El grupo revelación granadino Niños Luchando actuó en la hora rara de Mallorca Live, después de Rigoberta y Alizzz y justo antes de C. Tangana, esto es, a la hora de cenar, por lo que el público estaba muy disperso delante de su escenario. Lo que no significa que no hubiera fans en primeras filas y curiosos dispersos en varios puntos de la pista. Con todos ellos, Javier Bolívar se mostró agradecido y, a medida que llegaba más público, el cantante volvía a presentar a su grupo, con toda la humildad del mundo. Entró muy bien su mezcla de guitarras eléctricas y acústicas y sus canciones, como ‘Segunda lengua’ o ‘La tormenta’, que suenan a los primeros Radiohead recubiertos con una capa de post-punk, o algo así, son cautivadoras.
A un lado la actuación de Niños Luchando y, al otro, el «making of» de El Madrileño. Era casi igual de entretenido presenciar un concierto que atender a la preparación del show de C. Tangana, ver cómo se iban instalando mesas, botellas, vasos, atestiguar el levantamiento de las cortinas que después volverán a precipitarse… Ver los preparativos de la fantasía cinematográfica que se avecina resulta fascinante.
Pucho ofreció otro buen show de El Madrileño, pero menos satisfactorio que los vistos en Madrid o en el Sónar básicamente porque no estaban ni La Húngara ni Antonio Carmona, pero sí Niño de Elche, Yeray Cortés y, por supuesto, Javier Dichas, quien interpreta al personaje del camarero que va y viene del escenario, y que es la verdadera estrella de la gira, sobre todo cuando suena ‘Llorando en la limo’ y el barista se vuelve completamente loco y empieza a saltar, a brincar y a bailar de manera sabrosona o como un descosido en la pasarela o en el escenario principal, a veces con una silla cogida en la mano, y siempre dándolo todo.
Sigo pensando que el arranque de ‘Sin cantar ni afinar’ con ‘Still Rapping’ decepciona por mucho que Antón lo considere algún tipo de «statement». Por suerte, en esta ocasión sí le cupieron canciones que no cantó en el Sónar como ‘Párteme la cara‘ o ‘CAMBIA!’. Sin embargo, lo mejor del concierto de El Madrileño es el calor y la intensidad que va cogiendo a medida que avanza, hasta llegar a un claro punto de apoteosis no en ‘Demasiadas mujeres’ a pesar del subidón final, no en ‘Tú me cambiaste de querer’ a pesar de su popularidad, sino en ‘Los tontos’ y en las diversas participaciones de cantantes y músicos que tienen lugar a lo largo de la canción. Otro de los momentos álgidos llega en la presentación de ‘Muriendo de envidia’, cuando los numerosos integrantes de la orquesta de vientos empiezan a desfilar la pasarela, y cuando el músico a las percusiones vive su momento de gloria.
El acto dedicado a la nostalgia españoleta de ‘Sin cantar ni afinar’, cuando se escuchan versiones de ‘Corazón partío’ o una ‘Noches de bohemia’ genialmente vocoderizada, también destaca en el show de C. Tangana, pero yo tiro una lanza a favor por su interpretación de ‘Tranquilísimo’ subido a la mesa. No vi venir este hit, pero tiene las mismas escuchas que ‘Los tontos’, y en el concierto aporta un punto de oscuridad muy agradecido, en el que Antón nos recuerda, sí, que él «sigue rapeando»…
Después de C. Tangana es turno de dejarse caer por el concierto de The Parrots, durante el cual vivo un momento surrealista cuando literalmente aparece delante de mí el barista de C. Tangana corriendo como un loco hacia el backstage. Actúa junto al grupo madrileño Ade Martín de Hinds, a la que se percibe algo desubicada pues, de hecho, parece no saberse algunas canciones. El rock garajero de The Parrots funciona, sobre todo, gracias a Diego García, un frontman de lo más carismático y entregado. Me llama la atención la posición en segundo plano que adopta Álex de Lucas, quien, de los tres (o cuatro), es el más famoso de todos, pero sus momentos de protagonismo son escasos.
Medio festival, o todo el festival entero, se plantó en el concierto de Kase.O. Se nota que el rapero sigue teniendo tirón entre los fans de Violadores del Verso, grupo del que rescató canciones, además de las de Jazz Magnetism y ‘El círculo‘. El zaragozano salió vestido de chándal y volvió a encandilar al público con sus bailecitos libres y fluidos, pelambre de pecho al aire, y con sus ágiles raps, que tocan asuntos como el arte o el amor. El artista estaba «concentrado en rapear mejor que nunca» y agradeció especialmente los aplausos del público porque no se encuentra en su mejor momento a nivel personal, en sus propias palabras. A continuación cantó aquello de «cuanto más amor dar mejor estás» y aludió a lo difícil que es salir de una relación larga porque después «no quieres estar con nadie», aunque sabes que al amor de tu vida puede esconderse en cualquier parte. Quizás, en este mismo festival…