La jornada del sábado en Bilbao BBK Live fue la más multitudinaria. Y pese a que el jueves parecía no haber demasiado movimiento de taxis ni buses en las primeras horas de la tarde, aunque a lo largo de la noche el recinto sí se fue llenando aunque sin nunca rozar el estado “como sardinas en lata”, el festival confirma haber registrado récord de asistencia, el cual se notó especialmente el viernes y, sobre todo, como digo, el sábado. 115.000 personas asistieron al festival a lo largo de tres días, batiendo el récord de la última edición, y «rozando el lleno» en palabras de la organización.
Echaba de menos alguna novedad en el concierto de Rigoberta Bandini tras haberla visto en directo hasta en dos ocasiones a lo largo del mes de junio, sobre todo porque, durante este mismo mes y principios del siguiente, ha estrenado hasta dos canciones. Por suerte, esas novedades llegaron. Rigo cantó ‘A todos mis amantes’ y, a continuación, Amaia, que había actuado previamente en el concierto de Mainline Magic Orchestra en la programación callejera de Bilbao, apareció pletórica en el escenario para interpretar ‘Así bailaba’ por segunda vez, después que ambas estrenasen la canción en directo en el Cruílla de Barcelona. Entre palmas y bailoteos les quedó una coreografía deliberadamente infantil, graciosa, tanto que, al final, las bailarinas se pusieron a saltar a la comba. Un puntazo. El estribillo de ‘Así bailaba’ lleva clavado en mi cerebro desde entonces.
A continuación, Nathy Peluso pareció congregar a todo el festival en su actuación, en la que volvió a transmitir una entrega y pasión sobre el escenario solo comparable a las de las más grandes estrellas. Sinceramente, el formato “concierto con banda” que presenta Nathy se me queda corto ante su talento y opino que ella es capaz de ofrecer un espectáculo mucho más espectacular. Sin embargo, nadie puede negar su carisma ni mucho menos la pegada de canciones como ‘Delito’, ‘Ateo’ o ‘Mafiosa’.
El gran concierto de la velada lo dieron los Pet Shop Boys. Como venidos de otro planeta, Neil Tennant y Chris Lowe aparecieron estáticos uno al lado del otro, vestidos con gabardina y una extraña máscara con dos tubos que cubría completamente sus rostros. A su lado, dos viejos faros emitían luz como si iluminaran una fría calle de Londres por la noche, como si el OVNI les hubiera dejado justo en ese punto.
Hubo más cambios de montaje, iluminación y vestuario durante el set de Pet Shop Boys. Rejas negras, gabardinas de diferentes colores, paneles de luces, visuales galácticos y geométricos… En el concierto de los británicos chocaron pasado y futuro. Sus canciones llegaron directamente desde los 80, sin cambios, pero lo que sucedía en el escenario solo podía tener lugar en el siglo XXI. Fue un set largo, de unas dos horas, al que se presentó probablemente todo el festival porque no se solapaba con nada. ‘Suburbia’, ‘Let’s Make Lots of Money’, la épica ‘Heart’, ‘Always on My Mind’… Pet Shop Boys metieron a la audiencia en su nave espacial y emprendieron un maravilloso viaje a través de una época.
Viaje que invitaba, también, a reflexión. Ante el éxito descomunal que está viviendo ‘Running Up that Hill (A Deal with God’ de Kate Bush 37 años después, ¿cuál será el futuro del pop a lo largo del siglo XXI? Ahora que la música vieja se vende mejor que la nueva, ahora que artistas del tamaño de Bob Dylan y Bruce Springsteen están vendiendo sus catálogos, y dado que nos encontramos ante los primeros años del siglo, da la impresión que a la música publicada años atrás que ha logrado sostenerse en el tiempo le queda mucho más camino por recorrer del que parece. ‘West End Girls’, por ejemplo, me parece una de esas canciones históricas capaces de atravesar todo un siglo sin deteriorarse. Puede que, incluso, vuelva a las listas de éxitos en algún momento. Por eso, presenciar hoy a Pet Shop Boys en directo se puede considerar un privilegio, porque es posible que sus clásicos vuelvan a ser relevantes en un futuro muy lejano.
Especial ilusión me hizo ver en directo a Nilüfer Yanya, quien ha publicado uno de los mejores discos de rock del año para quien esto escribe. La británica y su banda tocaron algunas de las canciones destacadas del álbum, como la inaugural ‘midnight sun’, ‘chase me’ o la favorita del público ‘stabilise’, y cerró con la gran ‘Heavyweight Champion of the World’, si bien su fuerza palideció ante la versión grabada. Nilüfer se mostró muy tímida, hasta el punto que cada interacción con el público parecía un dolor para ella. Por eso me sorprendió que versionara ‘Rid of Me’ de PJ Harvey. Siempre he comparado a ambas porque me parecen dos autoras de rock muy singulares, pero Nilüfer no se parece nada a esa PJ Harvey tan salvaje y sexual que conocimos en los 90. En realidad, es tan reservada como ella misma dice ser.
La decepción de la noche la dio J Balvin. Y no solo porque el colorido montaje de su gira anterior ya sea cosa del pasado, en pos de uno mucho más sobrio y amenazante en el que priman los colores rojo y negro. Simplemente el repertorio me resultó pobre. Empezó fuerte con ‘Mi gente’ y Nicky Jam estaba por ahí haciendo coros. Por supuesto, se unió a Balvin en ‘X’, una de mis canciones de reggaetón favoritas de los últimos tiempos. Sin embargo, el concierto entró pronto en un estado de linealidad casi insoportable. ‘Raggetón’, ‘Bonita’, ‘Nivel de perreo’, ‘Mojaíta’, ‘Qué pretendes’… sonaron casi seguidas sin que fuera posible reconocer en ellas una sola canción mínimamente trascendente. Pasado el tiempo hasta ‘Con altura’ me resultó paupérrima. Y vale que el reggaetón está para bailar y pasarlo bien, pero seguro que J Balvin es capaz de más. Por otro lado, en uno de sus momentos de interacción con la audiencia, Balvin se dirigió a los hombres de la audiencia para pedir que «respeten por las mujeres». ¿A nadie más le sonó un poco viejuno? Aunque seguro que habrá quien necesite escucharlo…
Quien sí vino a Bilbao BBK Live a transgredir fue Peaches. La artista canadiense basó su actuación en el concepto de cuerpo femenino. Ella mismas y sus bailarina se desnudaron por completo en varios puntos de la actuación (aunque Peaches llevaba los pezones cubiertos con cinta de color carne) y las coreografías estaban diseñadas no solo para exhibir el cuerpo femenino, sino también para representarlo: en una de ellas, Peaches y sus bailarinas dibujaban la forma de una vagina. Peaches dio un entretenido y decadente show de punk y electroclash en el que no dejó ni de reivindicar el derecho al aborto (llevó una camiseta con la frase «gracias a Dios por el aborto»), ni de surfear en el público, ni de ponerse vestidos extravagantes, ni de cantar ‘Fuck the Pain Away’, coreada por la audiencia.
Llegadas las cuatro de la mañana fue el turno de Romy, que ofreció una apañada sesión de house y tecno perfecta para esa hora. La cantante de The xx sorprendió pinchando un remix de ‘BREAK MY SOUL’ de Beyoncé, el primero que he escuchado, y confirmó que los DJs pueden contribuir enormemente a que esta canción se convierta en otro clásico de la artista.