Cala Mijas cerró este sábado su primera edición, con gran éxito de asistentes y una línea musical cuidada y heterogénea sin ser aleatoria. Que Nathy Peluso, James Blake y Röyksopp convivan el mismo día -todos bajo la sombra del tótem Liam Gallagher- es un ejemplo de ello. Sí que se echa en falta, como por desgracia suele ocurrir en casi todos los festivales, más presencia femenina y LGBT en la primera plana. Cala Mijas se ha esforzado en esa línea pero por ejemplo La Dani, LVL1 y Rakky Ripper quedaban relegados al escenario matinal de La Playa, más punto de encuentro de público casual al ser gratuito que de los festivaleros (a esas horas despertándose) o de la prensa. Yo mismo tuve que hacer malabares para poder acercarme, pero no quería dejar sin cubrir el trocito de representación que había.
Y menos mal, porque el bolo de La Dani fue mejor que muchos vistos en el recinto del festival. De los ofrecidos durante la mañana, fue con diferencia al que más y más gente se acercaba a medida que sonaban ‘Tijeritas’, ‘Gordo y Apretao’, ‘Fiesta Felina’, ‘Metatrans’ o su celebrada cover de ‘Papichulo’. Y es comprensible que sucediese: La Dani se ha convertido (¿o siempre ha sido?) en un absoluto showman que se mete al público en el bolsillo con una sola canción. Si había algún listo pensando “a éste lo conocerán en su casa a la hora de comer”, Dani se aseguraba de que ese listo acabase poniendo sus canciones hasta a la hora de comer. ¿Su principal arma? El humor y la naturalidad: para reírse de ella misma, para tontear con el público con un descaro encantador, para invocar el baile y para hablar sobre sexo y soltar mil guarradas sin prejuicios, contagiando una poca vergüenza y una alegría que ojalá tuviésemos todos.
Ahora que hay tanto postureo con “espacios seguros” que no lo son, la sensación de acogida que transmite ella con sus canciones y su directo se siente genuina. Una hora de diversión a raudales con ella, su fiel escudero Guille Estereotipo y cualquiera que se acercase a ver el espectáculo en ese escenario pequeñito que se comía como si fuese un campero recién hecho. Era imposible verle ahí subido y no ver a una estrella, por mucho que al lado, en lugar de food trucks y zonas VIPs, hubiese una Frutería Paqui o un bar con guiris comiendo espetitos. O quizás eso va mucho más con ella, como pasa con las verdaderas estrellas.
Después de La Dani llegó Rakky Ripper, que si por dentro estaba nerviosa (retrasaron su show una hora entre problemas técnicos y un ensayo del siguiente grupo que se alargó) desde luego lo supo disimular nada más empezar los versos de ‘Thai Food’. Acompañada en la mesa de mezclas por Cerescente, Rakky fue desgranando tanto las canciones de ‘Neptune Diamond’ como los temas que fue sacando después: desde las estupendas colaboraciones con PUTOCHINOMARICÓN y Eurosanto, la granadina no ha parado de publicar temas -siendo los más recientes las colaboraciones ‘Se Quemó’ con Tauro y ‘La Corriente’ con Marta Sango- y ha acabado haciéndose con un hit en ‘Donde Stas??‘.
Tras ella, llegó el turno de ver un poco de Laguna Goons antes de ir a comer. La historia de la banda da para biopic: la formaron poco después de un accidente de tráfico por el que acabaron en la UCI, justo antes de la pandemia. Los malagueños (residentes en Euskadi) completaron este año su debut ‘Shed Demos With Verso The Dog’ con el EP ‘4 Perros Locos’, y estuvieron presentando su pop-rock garagero en un contexto realmente idóneo para ello, con la playa y el indeciso sol detrás.
Pero, aunque hayamos empezado por los peces pequeños, estaba claro quién era el pez grande del sábado. Liam Gallagher, la única persona capaz de competir en el cartel general contra los Arctic, no decepcionó, en varios sentidos de la palabra. Fue desde luego un directo solvente, que a quienes por edad no tuvimos oportunidad de ver a Oasis sirve más como concierto del grupo que los de Noel, y es de aplaudir que Liam defienda su trabajo en solitario sin empecinarse solo en él, consiguiendo un equilibrio que no convierta esto en un “greatest hits” de Oasis.
Pero tampoco “decepcionó” en su fama negativa: no sabes si es performance macarra o es desgana lo que muestra numerosas veces en el escenario. ¿Qué pasa? Pues que llega ‘Stand By Me’, ves a Liam pasándole el micro a decenas de miles de personas para que coreen emocionadas el estribillo, y poco importa lo demás: ese es, indudablemente, uno de los momentazos de toda esta primera edición de Cala Mijas, compitiendo consigo mismo y la posterior ‘Wonderwall’, donde Liam metió el guiño de “but I don’t speak Spanish” en lugar de “but I don’t know how”. ¿Sus temas? Pues algunos mejores, algunos peores, algunos curiosos (‘Better Days’ samplea ‘bad days’ de Tove Lo, contenida en el excelente e infravalorado ‘Blue Lips’). Pero ni el festival contrata a Liam Gallagher pensando en sus temas en solitario ni la mayoría del público va a verle por esa razón, sino por presenciar momentos mágicos como el descrito antes.
“Vaya marrón tocar justo después de Liam Gallagher”, reconocía Santi Balmes al principio de un conciertazo de Love of Lesbian, una de las bandas nacionales más injustamente tratadas por la crítica. Por alguna razón, se les mira por encima del hombro a pesar de entregar canciones tan emocionantes como ‘Viaje Épico Hacia La Nada’ en su sexto (u octavo) disco de estudio, casi 15 años después de la explosión de ‘1999’. Y, sobre todo, a pesar de ser absolutos maestros de los directos, siempre un valor seguro en festivales, y de visionado obligatorio para cualquier banda que esté empezando y quiera tener una décima parte de la conexión con sus fans que tienen ellos. Sus fans desde luego tienen parte de la “culpa” de que sus directos sean tan especiales, viviéndolos como liturgia, pero algo habrán hecho los catalanes para inculcarles esa pasión, y, especialmente, para ganar fans con cada concierto.
Hasta ahora no he conocido a una persona que entre en un concierto de Love of Lesbian sin conocer sus canciones y no salga con la sensación de haber descubierto un grupazo, o al menos de haber presenciado algo especial. Fue el caso anoche por lo que oí alrededor, mientras ellos defendían su último trabajo con un setlist que es casi un “grandes éxitos” y en el que se permiten incluso rescatar ‘Noches Reversibles’. Huevos como corbata de Santi aparte, lo de salir después de Liam Gallagher tiene otra lectura: para muchos, Love of Lesbian son el ‘Wonderwall’ de los festivales. Y de acuerdo, tienen sentido las coñas sobre que están en todas partes, pero, al contrario que otros grupos que también cumplen eso, los catalanes están a la altura de ese «monopolio» en todos y cada uno de sus bolos.
Horas antes y en el escenario Sunrise, otra superventas en nuestro país, Nathy Peluso, replicaba el show visto en otros lugares del país, eficaz en su meditada locura y, de nuevo, celebrado especialmente en ‘Mafiosa’, ‘Ateo’, ‘Bussiness Woman’ y su sesión con Bizarrap. Y tras la adrenalina que soltó La Peluso, llegaba al escenario Victoria todo lo contrario… a priori. Porque James Blake parecía ser consciente de la pereza que podía despertar entre parte del público (not me, pick me), y advirtió al comenzar que éste iba a ser un show algo más movidito al ser un festival. Aunque el bis fue él solo al piano interpretando seguidas sus versiones de ‘A Case Of You’ y ‘Godspeed’ (derritiendo a todos los presentes), en general incluso las canciones más sosegadas adquirieron matices electrónicos más enérgicos, y el alargado tramo final de ‘Voyeur’ nos metía de repente en una rave.
Lo cual nos lleva a los que, para mí, fueron los triunfadores de la noche. Tenía mis dudas sobre si, solvencia técnica aparte, iba a disfrutar de un bolo de Röyksopp sin la presencia al lado de Robyn, Susanne Sundfor o Karin Dreijer (Fever Ray), a quienes tengo tan asociadas a ellos. Duda resuelta. Los noruegos, lejos de adolecer el comienzo a las dos y media de la madrugada, mandaron el sueño y el cansancio de todos los presentes bien lejos: aunque nos provocasen más cansancio a medio plazo, durante su espectáculo nos mantuvieron en una especie de trance en el que no había dolor en los pies. Svein Berge y Torbjorn Brundtland levantaron a todo el festival usando todos los recursos disponibles: por supuesto su música, pero también las luces, las pantallas, un cuerpo de baile que parecía un cruce entre el Cirque du Soleil y la ambientación de los antros de final de milenio de películas como ‘Días Extraños’ o ‘Hellraiser: Hell On Earth’. Toda una comunión electrónica que supuso un broche de oro para esta primera edición del Cala Mijas.