El truco de prestidigitación de Angel Olsen

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El truco de prestidigitación de Angel Olsen

Un telón al fondo del escenario mostrando una imagen campestre parecía anticipar una velada muy centrada en los sonidos cercanos al country del último disco de Angel Olsen, en los minutos previos al comienzo del concierto. Y es verdad que -tal como se había anunciado- el peso de ‘Big Time’ sería muy elevado en el setlist del concierto (sonaron 7 canciones), pero de alguna manera la producción tan marcadamente “roots” del álbum se diluyó notablemente, dando lugar a un repertorio coherente entre sí ya desde los primeros compases del concierto.

Ayudaba el hecho de que Angel Olsen no hubiese traído una banda de sonido americana, priorizando una estupenda mini-sección de cuerda (violín y violoncello) para aportar adornos y texturas frente a esa guitarra pedal steel tan presente en el disco, y sumado a un refrescante segundo guitarrista nada interesado en tocar al estilo tradicional. Eso, junto a una teclista y segunda voz que alternaba pianos y sintetizadores, consiguió ese efecto amalgamante durante todo el set.

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Y, claro, luego está el asunto de la voz. Es muy distinto disfrutarla en un disco que tener delante la presencia física de la artista, más diminuta de lo que podría anticiparse pero con un enorme carisma y poder vocal. De repente los matices, el volumen, se apreciaban con muchísima más intensidad. De manera que Olsen -aunque suene a cliché- se ganó al público además de por unas canciones que casi todo el mundo conocía y había venido a degustar, por hacer una interpretación vocal técnicamente perfecta, espectacular. Tras un buen comienzo con ‘Dream Thing’, en el estribillo extra que añadieron al final de ‘Big Time’ Angel cantó una octava más agudo con increíble fuerza y sentimiento, como si fuera un aviso de los múltiples momentos en los que su voz deleitaría a partir de entonces.

Al interpretar ‘Ghost On’, el interesante solo de guitarra a medias entre ella y Stewart Bronaugh tenía mucho más que ver con las guitarras angulares y post-punk de Durruti Column que con el arreglo del álbum, tal como nos anunció la propia Angel en nuestra entrevista de hace unas semanas. Un cambio muy gratificante que hizo la transición a la sección de canciones “antiguas” prácticamente imperceptible (‘en ‘Shut Up Kiss Me’ volvieron las guitarras dobles a lo Vinnie Reilly). Mención especial a una espectacular ‘All Mirrors’, en la que las cuerdas y los dos sintetizadores (Angel tocando uno) se fundieron a la perfección, caja de ritmos incluida. Además de un disfrutabilísimo y evocador extra de reverb en la voz (como no podía ser de otra forma), la sección de cuerda hizo un uso especialmente atmosférico de los pedales de efectos (de los cuales llevaban sorprendentemente un montón).

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Para ese momento, además del evidente triunfo musical, la conexión dialogada con el público era ya absoluta, gracias a las interacciones y comentarios humorísticos de Angel entre canción y canción, que sintonizaron muy bien con un público que era una equilibrada amalgama de extranjeros y locales, y gente de 40 pero también de 20. Fue muy celebrado su “tuve un novio una vez… lo sé, ¿raro, verdad?”. Tras contar una anécdota sin chiste al final, comentó para risas de la audiencia que “no tengo chistes… sólo canciones tristes”, y también se rió de los bailes de Tik Tok de cintura para arriba: “¡no mueven las piernas! Habría que hacer vídeos sólo de piernas a partir de ahora”.

Al retomar el repertorio de ‘Big Time’ con ‘This Is How It Works’, de nuevo se hizo evidente lo mucho más ricas en dinámica que suenan estas canciones en directo, sobre todo las acústicas, como ya había pasado con ‘Right Now’. Los cambios entre momentos intensos y paradas te sometían a un vaivén emocional que ninguna grabación puede realmente plasmar: algunos de esos silencios se quedaban como suspendidos en el aire durante unos segundos, y cuando la banda reanudaba la pieza la sensación era embriagadora.

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Algo que facilitó la antesala del momento álgido de la noche: su interpretación de ‘Go Home’. Como en un sutil homenaje al drama-pop de las Shangri-La’s que la canción evidentemente referencia (pianos incluidos), Angel soltó la guitarra y la cantó con las manos libres, que inicialmente retorcían algo nerviosamente el nudo de su camisa, pero que finalmente propiciaron un baile algo tímido pero tremendamente hipnótico, perfecto para la cadencia sesentera de esa canción, y que junto a la espectacular voz enloqueció a lxs fans.

Tras recuperar ‘Sister’ de ‘My Woman’ sonó el último tema escogido de ‘Big Time’, ‘All The Good Times’, cuya amarga letra presentó como “una canción sobre estar cabreada… sobre esas veces en las que la otra persona sabe decir exactamente eso que te va a sacar de quicio”. La despedida pre-bis la protagonizó una bella y larga ‘Chance’, de nuevo repescada de ‘All Mirrors’, que Angel interpretó una vez más sin instrumentos, moviéndose por el escenario y sentándose en el borde, en otro guiño un poco cantante melódica de los 60.

Ajosado, Madrid

El regreso para el único bis fue muy sorprendente: tras decir que esperaba que si conocíamos la canción cantásemos con ella (“y os aseguro que es la primera y única vez que os voy a pedir algo así”), iniciaron una increíble interpretación de ‘Without You’ de Nilsson, por supuesto coreada por todo el mundo. Que a pesar de que la muy fiel interpretación (redobles cruciales pre-estribillo calcados) la canción siguiese sonando a Angel Olsen (con un toque casi gótico en el primer estribillo de voz grave) es prueba concluyente de por qué Olsen destaca entre tantos intérpretes de su generación. Su voz tiene algo indescriptiblemente personal, y con su presencia carismática la combinación es imbatible.

Eso explica también otro de los misterios de la noche: mientras el público abandonaba las sala con sonrisas de satisfacción, o comentando en qué canción se habían emocionado especialmente, un vistazo rápido a la setlist que un ávido fan había conseguido revelaba la sorpresa: Angel sólo había interpretado 12 canciones más el bis. Tratando de entender por qué no me había parecido corto, pensé en si las canciones habían sido tan largas, o si quizá para el público, además de lo puramente musical, también había tenido valor la constante conversación, esa interacción bastante fascinante sobre la comida vegana que había disfrutado ese día (“y ni siquiera soy vegana”), o la dedicatoria al fan que se había encontrado hoy por la calle en Madrid (“de nuevo te digo, lo siento”) o sus preguntas sobre discotecas cercanas (“o mejor aún, ¿alguna roller disco?”).

¿Habíamos sido víctimas de un genial truco de prestidigitador o realmente lo bueno si breve, intenso y emocionante es dos veces bueno? A fin de cuentas fue hora y cuarto de concierto. Teniendo en cuenta que, como la mayoría de la gente presente, salí completamente satisfecho, yo diría que me decanto por lo segundo.

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