La “gran ola del cine independiente”, como ha sido promocionada esta 60 edición del FICX, ha traído a la orilla de la playa de San Lorenzo a varios protagonistas. El principal ha sido Ulrich Seidl. El cineasta austriaco, que se dio a conocer en España precisamente en este festival con ‘Días perros’ (incluso se editó una monografía sobre su obra, en aquellos añorados tiempos donde había publicaciones), ha ganado el premio a la mejor película con su fabulosa ‘Rimini’ (la rumana ‘Metronom’ ha ganado en la sección Retueyos, dedicada a los directores emergentes).
El oscarizado guionista Dustin Lance Black (‘Mi nombre es Harvey Milk’), nombres propios del cine de autor como Pedro Costa o Albert Serra, cineastas en alza como Elena López Riera (‘El agua’) y Pilar Palomero (‘La maternal’), o una directora poco conocida en España como la francesa Patricia Mazuy, a quien se ha dedicado una retrospectiva, son algunos de los invitados que han animado, con presentaciones y masterclass (los encuentros del público con los cineastas son uno de los puntos fuertes del festival), estos nueve días de cine.
En paralelo, como en los últimos años, se ha celebrado el Gijón Sound Festival, donde se han podido ver conciertos de Rocío Márquez y Bronquio, Doctor Explosion, Fee Reega o Marcelo Criminal. Unas actuaciones que contribuyen a animar aun más el ambiente festivalero de la ciudad (las dos sedes principales, el teatro Jovellanos y la sala Albeniz, están al lado), a lo que hay que sumar la inclusión este año de tres nuevas salas de cine, a pocos pasos del centro y además comodísimas, de esas con butacas reclinables, perfectas para echar una siestina si la película lo merece (que alguna hay).
‘Rimini’: la decadencia de un cantante melódico
El personaje de Richie Bravo ha brillado con (decadente) luz propia en este festival. Es el protagonista de ‘Rimini’, una vieja gloria de la canción melódica -del género schlager- venido muy a menos, que sobrevive en esta Benidorm del Adriático en pleno invierno dando bolos en hoteluchos, acostándose con fans por dinero (las escenas de sexo explícito con mujeres mayores desafían la representación de la normatividad corporal) y alquilando su casa-museo mientras él malvive como un okupa en un hotel cerrado por temporada baja. Este retrato de un perdedor (espléndido Michael Thomas) le sirve a Ulrich Seidl para hacer la que hasta el momento es su película más entrañable e incluso “disfrutable” (para lo que es Seidl, claro). Las andanzas de un borracho, racista y mal padre, pero también un hombre hundido, arruinado y cantante generoso con su público, que se arrastra con la cabeza alta por unos ambientes deteriorados y muy kitsch de los que el director austriaco saca un enorme partido estético y dramático. 8’2
‘El triángulo de la tristeza’: una Palma de Oro muy buñueliana
Ha sido uno de los grandes hits del festival. El Jovellanos (un poco tristón este año por la falta de iluminación de la fachada) se llenó hasta el último rincón para ver la última Palma de Oro de Cannes (segunda para el director Ruben Östlund tras ‘The Square’). ‘El triángulo de la tristeza’ es una sátira feroz, a lo Buñuel, de la burguesía del siglo XXI. Con destructor espíritu jacobino, el director sueco vomita odio de clase sobre influencers, magnates rusos y demás pasajeros del capitalismo salvaje, ridiculizándolos sin piedad. El resultado es una película divertidísima, con un segundo acto (en un crucero de lujo) genial, demoledor, que, sin embargo, flojea un poco en su última media hora, donde se alargan los chistes de manera innecesaria. Aun así es un filme lleno de hallazgos (de guion y visuales), narrado con maestría (dos horas y media que se pasan volando) y con un discurso más fino de lo que su grueso furor escatológico deja ver. 8
‘Crónica de un amor efímero’: entre Rohmer y Woody Allen
‘Las cosas que decimos, las cosas que hacemos’ (2020) supuso un punto y aparte en la carrera como director de Emmanuel Mouret. No solo por las trece nominaciones a los premios César o el unánime aplauso de la crítica francesa, sino también porque evidenciaba la consecución de un estilo propio que venía gestándose durante dos décadas. ‘Crónica de un amor efímero’ es la confirmación de que lo logrado por Mouret en el filme anterior no es algo efímero. Es un Rohmer del siglo XXI, un Woody Allen francés, un director con un talento extraordinario para diseccionar las relaciones sentimentales (la película está articulada por medio de una veintena de encuentros amorosos) a través de un manejo brillante de los diálogos (es una delicia escuchar una película tan bien escrita) y una gran capacidad para crear situaciones divertidas y románticas. 8
‘Pink Moon’: tragicomedia sobre la eutanasia
Eutanasia y relaciones paternofiliales. Esta combinación podría haber sido una bomba melodramática. Sin embargo, en manos de la debutante en la ficción Floor van der Meulen (ha realizado varios documentales), se convierte en una estupenda tragicomedia sobre la decisión de morir (de un padre de familia de 74 años y buena salud) y la aceptación de los deseos de los demás, por mucho que duelan (la hija, quien hará todo lo posible por evitarlo). La directora holandesa pone sobre la mesa temas de gran calado emocional utilizando un tono ligero, como de comedia de treintañeras inmaduras. Este contraste funciona de maravilla, aportando un gran equilibrio entre lo cómico y lo trágico, entre el lado más funcional de la vida y el más trascendental. Decir que el título de la película hace referencia a la célebre canción de Nick Drake, perteneciente a su último álbum antes de suicidarse. 7’5
‘Funny Pages’: en las cloacas del cómic underground
Los hermanos Safdie como productores, A24 como distribuidora y papá (Kevin Kline) y mamá (Phoebe Cates) apoyando en casa. Está claro, Owen Kline no lo ha tenido difícil para empezar en el mundo del cine. Quizás por eso, por tener las espaldas bien cubiertas, se ha estrenado como director con una película que no busca el aplauso fácil. ‘Funny Pages’ es un filme plagado de seres antipáticos y desagradables, de gente fea física y moralmente que se mueven por las salas de calderas (literalmente) de Trenton, una de las ciudades más chungas de las muchas que hay en Nueva Jersey. El director, fanático del cómic underground (es un viñetista frustrado), derrama todo su conocimiento sobre la escena contracultural de la historieta estadounidense captando de manera brillante su atmósfera, espíritu trasgresor y sentido de comunidad que se crea alrededor de una tienda de cómics. 7
‘Unrest’: cuando Kropotkin se hizo anarquista
Una de las grandes sorpresas del festival, que se pudo ver también en el de San Sebastián. ‘Unrest’ es una extraordinaria reflexión sobre la concepción capitalista del tiempo y el trabajo a través de la recreación del viaje de Kropotkin a un pueblo relojero de Suiza en 1877. El lugar donde, según sus memorias, decidió ser anarquista. Cyril Schäublin, procedente de una familia de obreras relojeras, plasma la energía intelectual y emocional del movimiento anarcosindicalista como respuesta a los crecientes abusos de los patronos de las fábricas de relojes. El director se aleja de los tópicos del anarquismo en el cine (aquí no hay barbudos lanzando bombas ni proclamas autoindulgentes) para ofrecer un fascinante ensayo histórico, formalmente muy estimulante (la mayoría son planos estáticos con los personajes situados en los márgenes del encuadre), acerca de las transformaciones sociales de finales del siglo XIX asociadas al impacto de la tecnología. 8’5
‘Grand Jeté’: el gran tabú del incesto
Una de las películas que más revuelo ha causado en el festival. ‘Grand Jeté’, título que hace referencia al paso de danza consistente en dar un salto y abrirse de piernas en el aire, narra la relación -sexual y sentimental- entre una profesora de ballet enferma y su hijo adolescente con quien se reencuentra después de muchos años separados. A través de una puesta en escena muy física, con un formato 3:2 y la cámara pegada al cuerpo doliente de la protagonista, la directora alemana Isabelle Stever narra esta historia incestuosa de una forma más sensitiva que discursiva, más atenta a la comunicación carnal, sensual, entre los protagonistas –no solo a través del sexo sino también del baile (hay varias escenas en clubes berlineses)- que en la carga de provocación que esa relación “prohibida” pueda suscitar. Aunque es una película irregular, a la que le falta algo de profundidad dramática, resulta muy interesante por la forma tan personal de abordar un tema tabú. 6’9.
‘1976’: misterios de la dictadura chilena
Las actrices Manuela Martelli y Aline Küppenheim, conocidas por sus trabajos con Sebastián Lelio (‘Navidad’, ‘Una mujer fantástica’), han unido fuerzas junto a la directora Dominga Sotomayor (‘De jueves a domingo’) -aquí en labores de producción- para realizar este notable relato de intriga ambientado durante la dictadura chilena. El debut en la dirección de Martelli (estrenado en pocas salas pero disponible en Filmin en febrero) es una sugerente mezcla de drama familiar y thriller político. Un misterio con aires hitchcockianos protagonizado por una mujer de la alta burguesía chilena (fabulosa Küppenheim) en pleno proceso de toma de conciencia política. A destacar la banda sonora de la compositora brasileña Maria Portugal, perfecta para aportar inquietud y tensión a la trama. 7’8
‘To Leslie’: drama alcohólico en la América profunda
La gran baza de ‘To Leslie’ es la interpretación de sus dos protagonistas: el cómico Marc Maron, conocido internacionalmente por la serie ‘Glow’ (aunque es una estrella de la comedia en EEUU), y la gran Andrea Riseborough, últimamente convertida en un icono del cine de terror más estimulante gracias a títulos como ‘Mandy’ (2018) o ‘Possessor Uncut’ (2020). No es casualidad que los dos hayan ganado el premio a la mejor interpretación (Maron ya lo ganó en 2019 con ‘Espada de confianza’). El debut en el largometraje de Michael Morris, fogueado en series como ‘Por trece razones’ o ‘Locke & Key’, es un crudo drama sobre el alcoholismo y las segundas oportunidades, algo convencional en sus formas pero efectivo en su desarrollo dramático. Una historia de perdedores en un pueblucho de Texas de las que hemos visto muchas, pero pocas veces con estos actores y esta música, a cargo de Linda Perry. 7.
‘Sparta’: la soledad del pedófilo
Comenzamos con Ulrich Seidl y terminamos con él. Además de la ganadora ‘Rimini’, se ha proyectado, fuera de concurso, ‘Sparta’, la otra parte de este díptico. Más allá de la polémica sobre su rodaje (el semanario Der Spiegel acusó a Seidl de explotación infantil, aunque las autoridades rumanas lo han desestimado), este retrato de un pedófilo que monta una escuela de artes marciales en un pueblo de Rumanía pone de manifiesto una cosa: la pareja formada por el director austriaco y su guionista (y esposa) Veronika Franz son mucho menos misántropos, crueles y escabrosos de lo que se suele decir. Su mirada a este personaje está llena de humanidad. Refleja el terrible drama de alguien que ha nacido con esa pulsión y su lucha por no ceder a ella y convertirse en un pederasta. ‘Sparta’ es una película desoladora que plantea preguntas muy incómodas. No busca la provocación facilona sino el debate moral. En un panorama cultural dominado por las posiciones acomodaticias, tanto en lo temático como en lo formal, que alguien se atreva a plantear estas cuestiones, a desafiar al público con esta sensibilidad e inteligencia, es digno de aplauso. 8’5