Dejar la música para no ser «running sushi»

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Dejar la música para no ser «running sushi»

La retirada de Rayden es, sin duda, una de las noticias musicales del año, sobre todo por lo que tiene de extraño. Un artista a punto de sacar disco, con capacidad para llenar Palacios y Palaus, en un momento de popularidad excelente, concienciado en lo social, presentable en los Goya, apetecible para anunciantes, vendible en la prensa femenina, en la masculina… Una ganga, pues es un producto perfecto -por mucho que él odiara esta definición- que precisamente basa su «marca» en la autenticidad.

El culmen de esta autenticidad es su propia retirada, supongo. Le seguiremos viendo por aquí y por allá firmando con el poco atractivo nombre de David Martínez Álvarez (ya me ha pasado encontrármelo en mi muro anunciando «sold outs», negándose a añadir segundas fechas -de nuevo, autenticidad-, y no saber quién me estaba hablando), pero no volverá a cantar ni a usar el nombre de Rayden.

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Las causas de su retirada son interesantes, y pueden generar precedente, aunque algunas luzcan bastante equivocadas. Para empezar, ¿no sería mejor haber anunciado un «hiato», ese eufemismo que los grupos anglosajones utilizan cuando ya no pueden ni verse, y sin embargo adivinan, autoconscientes, que necesitarán volver?

Rayden -perdón, David- compondrá para otros, ejercerá de A&R y sobre todo escribirá novelas. No es ningún secreto por qué. Morrissey ya contó que hoy por hoy vendía muchos más libros que discos. Lo mismo puede decir Zahara, por mucho que nos sorprenda. ¿La música? Ya la escucharé en Spotify o algo peor, algo que aporte menos dinero todavía a los artistas. Pero los libros… los libros no han sufrido tal hecatombe con el desarrollo de la piratería e internet. La gente tiene sus Kindle y hasta a veces paga por las descargas. Y aprecia lo físico.

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Antiguamente los artistas de pop componían sus discos, los vendían y hacían algunos conciertos. Hoy, con excepciones como Rihanna y su conocida empresa cosmética, son absolutamente esclavos de la música en directo. Un año de gira por salas, otro de festivales, uno de descanso si eso y vuelta a empezar. Pero casi lo peor es que, ni dentro de esa asfixiante rueda, pueden permitirse el lujo de dejar de grabar lo que sea. Tienen que seguir sacando singles y más singles para que su número de oyentes mensuales siga reluciente. Hacer colabos. Planear remixes. No permitir que la gente se olvide de ti ni un segundo, no vaya a ser que dejes de vender entradas, que en un festi no quieran pagarte tu caché, que alguien piense que ya no eres lo que eras. Y ese es el punto más interesante de la rueda de prensa en que Rayden anunció que nos dejaba como tal, porque… ¿quién va a criar un hijo con un trabajo y una presión así?

Rayden se retira por 3 razones: que ya no se escuchen discos, que ya no sea prioritario hacer vídeos (con la ilusión que le hace ser actor) y que cada vez tengas que «hacer más para demostrar lo mismo», reconociendo que esto es peor para las mujeres -tan comprensivo él-.

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Lo de los vídeos es un error, porque tan pronto como se ha ido, puede volver. Hubo un momento con la decadencia de MTV en que dimos por muerto el videoclip. Bajaron los presupuestos para rodarlos: por eso muchos vídeos de los 2000 no son tan icónicos como los de los 90. Youtube resucitó esto, y es verdad que ahora ha perdido mucha fuerza en favor de TikTok o los Stories de Instagram, como mencionó Rayden en su rueda de prensa de adiós. Pero TikTok morirá, como todo, como MySpace, por increíble que nos parezca; Instagram ya se sabe en decadencia también, y nadie sabe si la próxima red social podría favorecer el desarrollo del videoclip o no. Con todas las plataformas televisivas nuevas que hay, no parece que el audiovisual se vaya a marchar a ningún lado. Tal vez solo hay que utilizarlo bien.

Tengo dudas de que «ya no se escuchen discos» mirando las cifras que está generando Bad Bunny, incluso en Estados Unidos; comprobando el caché de Rosalía incluso a nivel internacional después de álbumes conceptuales como ‘El mal querer’ y ‘Motomami’. Tal vez solo hay que hacerlos buenos.

Pero comulgo, empatizo y me solidarizo totalmente con que el ritmo de la industria de hoy en día no es nada apetecible para desarrollar una artisticidad. No da ninguna envidia como sector. Hasta sorprende que tanta gente quiera dedicarse a esto. Que, como dice Zahara, ya haya más artistas que público.

Rayden empleó una metáfora para explicarlo: estaba cenando con su hijo en uno de esos restaurantes de «running sushi» cuando se dio cuenta de que sus singles eran como esas piezas que no paran de dar vueltas y la gente puede coger o no. «¡Se me ha pasado esta, pero ya cogeré la siguiente!». Un lugar -el de las Novedades Viernes– en que la oferta es tan abrumadora que es imposible detenerse a escoger qué es lo mejor, de manera que al final todo te da un poco igual. El resultado es que uno de tus artistas favoritos tiene nueva música, y ni te enteras porque ese día estabas de resaca, en un pueblo sin cobertura o preparando tuppers a tu hijo, y no te saltó su Instagram.

En otras palabras, los mitómanos podrán citar los 12 discos de los Beatles y los 24 singles de los Smiths de memoria y en orden cronológico, pero no sé si alguien podría hacer lo mismo con la discografía de singles y featurings de Drake, Nicki Minaj, Aitana o J Balvin. Mucha memoria sería esa. Es simplemente todo demasiado.

Cada vez que se retira alguien desconfiamos de él. Todo puede ser una estrategia de márketing que le va a hacer -que le ha hecho ya- vender tickets a cascoporro. Un éxito a corto plazo. ¿Y a largo? «Ya volverá en la gira de comeback», solemos entender. Rayden ha insistido mucho en que no va a pasar. Pero se nos puede olvidar. R.E.M. insistieron muchísimo en que no se iban a reunir, ¿pero ahora mismo quién les diría que no cuando hasta el grupo más mindundi de los 90 planea una reunión?

Ya se verá. Lo que es más cuestionable es que la industria vaya en el camino correcto en la búsqueda de los nuevos artistas legendarios. Antes las discográficas mentían sobre las copias distribuidas de un disco, las vendidas no eran públicas, asumíamos que había artistas de culto y no mirábamos cuántos puntos había sumado una Kate Bush en sus primeras 24 horas. Ahora casi todos los datos son públicos, están demasiado en la cara. Si Caroline Polachek no vende bien, hasta ideamos formas en que pudiera dignificar sus cifras. Si este disco de Christine and the Queens no os gustó, no os preocupéis, que en 6 meses saldrá otro.

Como fan de las listas no voy a pedir que sea de otra forma, está bien que no nos mientan, tener la información bajo nuestro control. Pero lo mismo estamos llevando las consecuencias de todo esto demasiado al extremo: las listas han pasado de ser semanales a diarias, el próximo paso es que sean en directo, hora por hora, minuto por minuto. De hecho, los artistas ya tienen esa información en sus APPs. Ginebras nos han contado que no quieren hacer un 10º disco que no sea exitoso. Les genera «ansiedad» que la gente continúe oyendo su debut años después. Es la consecuencia de la fragilidad de una industria que parece gritarte todo el rato: «hoy molas, pero mañana todos sabemos que no».

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