El amor propio de Lizzo y la celebración queer de Lil Nas X triunfan en Mad Cool

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El amor propio de Lizzo y la celebración queer de Lil Nas X triunfan en Mad Cool

El primer día de un festival siempre está marcado por cierto desconcierto, por ver si la organización está a la altura de la magnitud del evento, especialmente si este inaugura recinto. Por primera vez, Villaverde acoge la celebración del festival madrileño y lo hace de manera bastante competente, de cara a los 65.000 asistentes de este jueves. El recinto es espacioso, hay diversas actividades para distraerse, bastantes puestos de comida y llegar a él -y volver a casa- es relativamente fácil. Como punto a mejorar, estaría bien que los baños (generalmente limpios, y abundantes en cantidad) estuviesen repartidos en vez de estar todos en el mismo sitio, lo que dio lugar a aglomeraciones un tanto desagradables al final de los conciertos.

Locura fan en el show de King Princess

El día comenzó a las 17:50 con King Princess, quien confesaba que era la primera vez que pisaba España. No tardó en decir que volvería pronto al ver el cariño con el que el público aplaudía su música. Michaela Strauss interactuaba continuamente con su audiencia -mayoritariamente joven y lésbica- mostrándose mucho más cercana que lo que su aire altivo en ocasiones podría indicar. Pese a lo temprano que programaron su concierto, había bastante gente. No fue para menos. Desde los primeros minutos su presencia es electrizante, por su manera de moverse en el escenario, su voz rasgada, su actitud escénica… Su aura de estrella de rock es mucho más que una pose: durante todo su set demostró que realmente lo es. La artista neoyorkina dedicó la mayor parte del tiempo a repasar su infravalorado último disco, ‘Hold On Baby’, del que sonaron la balada ‘Change The Locks’, ‘Little Bother’ o ‘Cursed’.

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También sucedió aquí uno de los momentos más bonitos que veremos en el festival. Un chico con una pancarta le preguntaba si podía cantar ‘The Bend’ con ella. Cuando llegó el momento, King Princess lo llamó para que subiera al escenario e hicieron una espectacular versión del tema a dúo. Esa comunión tan especial entre ella y sus fans se dio también cuando una chica en la primera fila le pidió que le escribiera la palabra “Homegirl” (título de una canción suya) para poder tatuársela con su caligrafía. Strauss le cantó a la cara mientras la abrazaba con fuerza y, acto seguido, cogió el rotulador y procedió a hacer lo que le había pedido. Durante ‘1950’, su canción más representativa, todo el mundo coreaba al unísono hasta que una chica de desmayó. La cantante paró el set, asegurándose de que lo más importante era que todo el mundo estuviera bien. Finalmente, cerró con ‘Ohio’ y su coda rockera, dejando al público extasiado pero con ganas de más.

The Offspring cumplen, The 1975 no

En el escenario Madrid Is Life, uno de los principales, los míticos rockeros californianos The Offspring ofrecieron justo lo que el público esperaba de ellos. Llevan muchos años en esta industria y se nota: su sonido es impecable. Sus tablas en el escenario los hacen imprimir una energía poderosa desde el comienzo. Sorprendió también la humildad con la que ocupaban el escenario. Constantemente hacían bromas diciendo que éramos el mejor público del mundo, que estaba siendo “mad” y “cool”, etc. Estaban pasándoselo en grande, y esa energía la transmitían con facilidad a los allí presentes.

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Pese a estar bajo un sol de justicia, la gente hacía pogos, bailaba, coreaba las canciones con entusiasmo. La mayoría de sus temas más emblemáticos aparecieron en la segunda mitad del set, haciendo de cada uno de ellos una fiesta. Entre ellos, ‘Pretty Fly (For A White Guy)’, ‘The Kids Aren’t Alright’ y ‘You’re Gonna Go Far, Kid’.

The 1975 comenzaban puntuales en el escenario Region Of Madrid. A Matt Healy lo acompañaba una gran banda. El sonido no fue todo lo bueno que pudiera esperarse, lo cual fue algo decepcionante teniendo en cuenta la cantidad de instrumentos que llevaban, desde bongos a vientos. La actitud del cantante sobre el escenario es una continua pose: algo chulesca, poniendo los ojos en blanco, interactuando brevemente con el público. Su técnica vocal es buena y, sin embargo, hay algo con lo que resulta difícil conectar. Pese a que la banda tiene a estas alturas un amplio repertorio de buenas canciones, en sus versiones en directo quedan ligeramente deslucidas. ‘Somebody Else’ o ‘It’s Not Living (If It’s Not With You), por ejemplo, tienen potencial para hacer que la gente enloquezca pero, por algún motivo, no llegan como deberían.

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Durante un extrañísimo momento, Healy le pidió a una chica que llevaba una sudadera de Sígur Ros (que tocaban después que ellos) que se la diera porque era su banda favorita. Se la dio y nunca se la devolvió.

Jaime Erice Toran (Mad Cool)

Lizzo perrea y toca la flauta, a la vez

En uno de los escenarios principales, Lizzo alertaba en las pantallas de su vistosísimo show que te prepararas para bailar y dejar los problemas en casa. Sus canciones son sobre quererse a uno mismo y tolerar a todo el mundo, porque todos somos válidos. Ese es el lema que la cantante lleva por bandera y que le ha llevado hasta donde está. La última cartela que se vio antes de que saliera al escenario decía “Este es tu momento de amarte a ti mismo. Baila, canta, ríe, grita… Disfruta del show, bitch”.

Lizzo aparecía con un vestido plateado y unas enormes gafas de sol de aire intergaláctico. Su imponente voz se presentaba con ‘Cuz I Love You’, en la que le acompañaron bailarines de cuerpos diversos para celebrar su proclamada fiesta de amor, tolerancia y respeto. Le siguió la divertidísima ‘Juice’, una de sus mejores canciones, donde las pantallas simulaban la estética de los diners americanos de los años 50. Durante todo el espectáculo, la cantante se mueve de un lado a otro, baila incesantemente, grita, interactúa con el público chapurreando español… Su concierto es un no parar de estímulos. Una celebración pop exuberante que demuestra el indudable carisma y talento de Lizzo.

En ‘Jerome’ hay un momento casi-gospel en el que canta con sus coristas; en ‘Rumors’ aparece Cardi B en una videollamada pre-grabada; en ‘Everybody’s Gay’ aparece un enorme arcoíris en pantalla mientras la cantante se cubre con una bandera LGBT. Más adelante, también encuentra espacio para una cover de ‘Yellow’, que desemboca en una versión instrumental con flauta travesera de ‘Coldplay’, uno de los cortes de su último álbum. A ese instrumento, ya mítico en sus conciertos, vuelve en varias ocasiones y en un momento hasta perrea mientras toca.

El concierto se cierra con ‘Good as Hell’ y ‘About Damn Time’, las más coreadas de la noche. Pero si hay un momento que llevarse de este show es cuando canta ‘Special’, una canción con un mensaje quizá demasiado evidente y hasta naíf, pero que se convierte en algo mucho más potente en directo. Cuando hace a la gente gritar “I’m special” una y otra vez, llega un punto en el que no te queda otra que creértelo. Objetivo conseguido, Lizzo.

Rina Sawayama iba después, pero debido a problemas de producción del festival se vio obligada a cancelar su concierto, como ha explicado en Twitter.

El espectáculo -que no concierto- de Robbie Williams

Javier Bragado (Mad Cool)

Robbie Williams se llevó sin duda el premio al concierto más multitudinario de la jornada. Comenzó con una larga introducción con sus bailarines y músicos en el escenario mientras sonaba “Clap your hands / Hey, hey / wow, wow”. Cuando por fin aparece el cantante, se presenta con un “My name is Robbie fucking Williams”. La primera canción en sonar es ‘Let Me Entertain You’, toda una declaración de intenciones. “¿Qué es el entretenimiento?” pregunta el artista al terminarla. Para él la primera regla es que tienes que amar a tu audiencia.

Realmente, el concierto de Williams no puede llamarse concierto como tal, sino más bien espectáculo, ya que gran parte de él lo dedica a otras cosas que no son cantar. Interactúa constantemente con el público y habla entre canción y canción, a veces hasta más de cinco minutos seguidos, contando anécdotas. Como cuando estaba en Take That y decía que todos le odiaban en el grupo. Procedió a cantar una canción y la interrumpió inmediatamente diciendo que no estaba ahí para cantar eso. Acto seguido comienza una versión de ‘Don’t Look Back in Anger’ de Oasis.

Su show es un tanto incomprensible durante más de la mitad de lo que dura. Un hombre en la primera fila llamado Gerard fue prácticamente el protagonista, al que Robbie se dirigía constantemente mientras contaba sus batallitas. En uno de los momentos más emotivos, le preguntó si tenía hijos, a lo que este respondió que sí, que tenía tres. El cantante les dedicó ‘I Love My Life’, con la que surgieron confetis.

No hay duda de que Robbie Williams sabe cómo moverse en el escenario y dar un show. Lleva muchos años de experiencia y siempre suena bien en directo, pero su concepto de entretenimiento no coincide demasiado con el mío. ‘Angels’ culminó la faena, como no podría ser de otra manera, con el público encendiendo las luces de sus móviles y cantando a pleno pulmón.

La hora de Lil Nas X

Andrés Iglesias (Mad Cool)

Para terminar la noche con un toque queer, Lil Nas X ofreció un concierto que hace unos años hubiera sido prácticamente impensable. Qué alegría ver a una estrella del pop masculina, abiertamente gay, rabiosamente camp, rompiendo estereotipos de género, ofreciendo un show cuya puesta en escena hasta ahora solo hacían chicas pop. Es cierto que en ocasiones hubo cierto abuso del playback, pero también es justo reconocer que el artista no para quieto en el escenario ni un segundo.

Con una escenografía cuasi-surrealista y rodeado de bailarines, Lil Nas X abrió con ‘Montero (Call Me By Your Name)’ y desde ahí, toda una sucesión de escenas estrambóticas de las que no podías apartar la vista. Hubo un momento en el que se fue del escenario y cuando volvió apareció subido en un enorme muñeco con forma de caballo blanco. Por supuesto, la canción que cantó ahí subido no fue otra que ‘Old Town Road’.

El nivel de producción del espectáculo es altísimo y siempre sorprendente. Nas y sus bailarines aparecen vestidos de gladiadores para cerrar con la gran ‘Industry Baby’. Anteriormente, en un interludio que le servía al cantante para cambiarse de vestuario, metió tanto canciones de Rihanna como de Tokischa mientras veíamos cómo un miembro de su equipo de baile hacía piruetas. Una celebración queer irresistible.

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