Madrid se rinde ante la música híbrida y juguetona de Ralphie Choo

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Madrid se rinde ante la música híbrida y juguetona de Ralphie Choo

En torno a las 9 de la noche, Ralphie Choo apareció en el escenario de la sala La Paqui en su segunda fecha de tres en Madrid. Con todas las entradas agotadas desde hacía meses, el artista madrileño inauguraba su set brincando de un lado a otro, invitando a todo el mundo a su fiesta, que comenzaba con ‘BULERÍAS DE UN CABALLO MALO‘, una de sus canciones más emblemáticas hasta la fecha. Su energía no tardó en converger con la del público, que cantaba las letras y se movía eufórico a cada instante.

Llevando una suerte de gafas de ski transparentes que le cubrían también la nariz y vistiendo con un plumas, Ralphie Choo se presentaba acorde al aire futurista que recorre su música, cuya base está a menudo en sonidos tradicionales pero siempre con una clara intención posmoderna. Rodeado tanto de un chelo y una guitarra como de un ordenador, el artista mezclaba indistintamente géneros, celebrando sus canciones híbridas y experimentales. Por mucho que las estructuras de sus canciones no sean en absoluto convencionales, su audacia para crear melodías pegadizas ha logrado crear consenso entre oyentes de todo tipo. Allí no solamente estaba la Generación Z, sino gente de todas las edades entregados por igual en cada canción.

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Lo mismo daba ‘BESO BRUMA’, con sus palmas flamencas, que la balada ‘TOTAL90NOSTALGIA’, dedicada a su madre, que estaba viéndole desde la segunda planta. Choo supo hacer de cada canción de su set un momento especial, como si cada una fuera un mundo en sí misma.

El concierto, además, estuvo marcado por los invitados que llevó al escenario. Para ‘WCID?’ apareció mori; para ‘GATA’ y ‘DOLORES’, rusowsky; y en ‘ROOKIES’, hizo lo propio Barry B, haciendo latente la naturaleza colaborativa de su música.

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Adrián YR

Es un placer ver cómo en menos de un año, sus shows han crecido y evolucionado pero manteniendo a la vez el mismo encanto underground. Su presencia en el escenario es humilde y cercana, sin darse demasiada importancia a sí mismo, preocupándose mucho más en ofrecer un espectáculo donde el público se lo pasara en grande, que en la perfección técnica.

Si en ciertos momentos el sonido no era todo lo nítido que podía ser, daba totalmente igual, sobre todo cuando uno encadena temazos como ‘VOYCONTODO’ y ‘MÁQUINA CULONA‘, que revolucionaron, sobre todo la última, a cualquiera que estuviera allí presente. La magia de la juguetona ‘lamentos de una supernova’, con sus «juro que no voy a llorar más», coreados al unísono por el público, también fue uno de los momentos álgidos.

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Y así, como quien no quiere la cosa, nos encaminábamos al final de un concierto que se pasó volando. Ahí es donde uno se da cuenta del gran mérito de Ralphie Choo como «performer», de su admirable capacidad para divertir y entretener. Por si fuera poco, para el final se reservó una canción que sabía que iba a hacer enloquecer a los asistentes: ‘VALENTINO’. Los enormes pogos no paraban de surgir, impulsando a la gente de un lado al otro del recinto en un ataque de euforia colectiva que supuso el postre perfecto para dejar a todo el mundo con buen sabor de boca y con ganas de repetir.

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