“Cómo no os voy a querer si estáis al borde de la lipotimia”, soltó Carlangas durante su actuación sin faltarle razón. La música del artista gallego está hecha para escucharse bajo el sol, pero siempre hay un límite. Respecto a las elevadas temperaturas, la segunda jornada de Tomavistas fue parecida a la primera. Por otro lado, esta también se caracterizó por las reivindicaciones políticas, el paso progresivo del guitarreo a la electrónica y la menor afluencia de asistentes.
El concierto de Love of Lesbian fue el mejor ejemplo de ello. Al principio de la tarde pensaba que la gente se iba a esperar a la caída de la noche para ir al festival, pero parece que simplemente no había tanto interés en esta segunda programación. El concierto de los de Santi Balmes fue claramente el más multitudinario del día, sin estar abarrotado. Esa sensación de calor añadido al estar en el centro de una marabunta de fans ni existía ni se echaba de menos. Daba igual. Suficientes personas para escuchar el importante mensaje de Balmes, que antes de lanzarse a cantar ‘Allí donde solíamos gritar’ se sacó un papel del bolsillo para asegurarse de pronunciar cada palabra:
“El fascismo ha tenido muchas caras a lo largo de la historia. Netanyahu, una de esas caras es la tuya. Nada más. Sé que cada uno tiene su manera de pensar, pero no podemos quedar equidistantes en este sentido. Esta es mi opinión. Supongo que también es la nuestra, pero ya está. No hay que tener miedo”, declaró en un concierto lleno de mensajes de unión.
Comenzaron sin perder el tiempo con ‘Ejército de Salvación’ siendo una de las pocas bandas que se habían currado algo parecido a un decorado, colorido y atrayente. ‘Noches Reversibles’ significó la «primera prueba de volumen» del set, con los presentes superándola con sobresaliente. Por otro lado, las canciones del último disco del grupo catalán destacaban por justamente lo contrario. Para estas, llevaron a la pantalla a Rigoberta Bandini y Amaral para acompañar en la interpretación de ‘Contradicción’ y ‘¿Qué vas a saber?’, respectivamente. Aunque los asistentes estaban menos familiarizados con estas canciones, la experiencia de Santi en escenarios relució, consiguiendo que se animasen a cantar lo poco que sabían en ‘La Champions y El Mundial’ y ‘La Hermandad’.

Todo lo contrario en Carlos Ares, que dio a la vez el show más familiar y el más apto para dejarse el pulmón de toda la tarde. Cantar temas como ‘Rocíos’, ‘Peregrino’ o ‘Aquí Todavía’ se siente liberador. Más todavía si es en compañía de una banda tan sólida. Estos forman un único organismo en el que son capaces de tocar virtuosamente mientras danzan por el escenario como si no supusiese ningún tipo de esfuerzo. Los instrumentos también casan con esta imagen. Ahí estaba el piano, de aparencia cochambrosa y desgastada, o la batería frankenstein, formada por diferentes tipos de percusión que se alejaban de lo convencional.
El folk-rock del artista gallego crece en el directo, con temas como ‘Autóctono’ o ‘Velocidad’ cobrando unas dimensiones que no alcanzan en plataformas. La joya en este sentido es sin duda ‘Páramo’, que despide el show de manera apropiada. Es también uno de esos casos en el que la vena cañera de Ares brilla sobre todo lo demás. Un fascinante canto a la vida que despierta una ovación a la altura.
No tan apasionante fue el primer concierto de Doves en Madrid, que también era el primero en España después de 20 años. Aquí hubo una separación generacional del público: aquellos de mediana edad o cerca de ella eligieron quedarse con la banda inglesa, mientras que los más jóvenes optaron por ver a Karavana. Los de Mánchester tocaron un rock disfrutón que no llegaba a mucho más ni tampoco pretendía hacerlo. Así se lo estaban tomando los asistentes, más pendientes de hablar con sus colegas con cerveza en mano y música de fondo que de los sutiles toques de experimentación que ofrecía la banda de vez en cuando.
El panorama con Karavana en el escenario cubierto es muy diferente. El recinto, pese a no ser muy grande, está casi lleno, con todos los presentes enchufados en el show. Con intensidad y actitud, el grupo formado en Madrid seguro que te gustará si te gusta la música de Carolina Durante y las temáticas a lo Ginebras. Ahí entran temas como ‘Madrid’ o la viral ‘Strokes’, con la que aquellos que son fans tanto del grupo titular como de C. Tangana mantienen una relación de amor-odio.

Igual de lleno estaba el escenario pequeño con el huracán de Parquesvr, con los que ya nos empezamos a adentrar en la electrónica. Bajo un paraguas en el que también vale el stoner rock o el punk, claro. Este fue mi primer contacto con el grupo a casi todos los niveles. El típico que conoces de nombre, pero nada más. Mi escepticismo se mantuvo fuerte durante las dos primeras canciones, pero se derrumbó totalmente con ‘Alfredo’s’ y su adictivo riff. Por no hablar de frases tan atemporales como «que siempre viva Murcia, pero nunca Suecia». El grupo de Leganés está especializado en la irreverencia y la sátira social, visible en temas como ‘Que arda Madrid’ o ‘¡Que te pares!’ y en los propios comentarios del vocalista Javier Ferrara: «Yo no voy a decir lo que ha dicho Karavana. Drogaos si queréis». Sin embargo, también son muy capaces de construir algunas canciones sorprendentemente cortantes. Así, ‘Tu nombre es una puerta por cerrar’ fue una de las más celebradas.
Me llamaba mucho la atención la falta de pogos en un concierto que se presta totalmente a eso. Hay quien necesita muchísimo menos para pegarse con los demás. Esto es justo de lo que se quejaba Ferrara a mitad de show: «Hostia, lo que me acaba de decir Santi… Lo voy a decir. Me ha dicho que estáis más sosos que en Palencia». Esto fue motivación suficiente para que los pogos no parasen desde ese momento. Parquesvr no podían dejar el escenario sin un momento de reivindicación y así se lo dedicaron a la «maravillosa» Isabel Díaz Ayuso: «Te echamos en falta. Nos gustaría que estuvieses aquí con nosotros y que nos dijeses por qué no tenemos derecho a vivir en nuestras casas y barrios. Que nos dijeses que el estado de Israel es un estado legítimo, pero no estás», declaró Ferrara para presentar ‘Todos menos tú’.

Los hipnóticos visuales y las cegadores luces dan la bienvenida al show de Caribou, una absoluta maravilla de la mejor electrónica. La banda de Dan Snaith está formada por teclado, bajo, guitarra y percusión, tanto electrónica como analógica, pero en todo momento en directo. Los intrincados ritmos que van y vienen durante el concierto son todo un trabajo artesanal. El propio Snaith transmite un aura de calma y paz difícil de encontrar, como cuando se levanta a aplaudir al público antes de cantar ‘Odessa’. Su biografía de Spotify lo corrobora, escrita de su propia mano y recomendada para cualquiera que desee sufrir un ataque de ternura.
En lo musical, el show es un portento. Los temas están llenos de detalles que van y vienen y de otros que nunca vuelven, premiando la escucha activa. Los momentos de calma y melodías pop se alternan con instantes de pura maestría con la percusión más cercanos a una rave del más alto nivel. Quien piense que la electrónica es aburrida no tiene excusa con Caribou. Los momentos de transición son breves y certeros, dejándote poco o nada de tiempo para respirar. Prueba de ello fue la caótica jam de percusión que tuvo lugar a mitad de concierto.
A la vez, los ‘drops’ son totalmente impredecibles. Grabarlos es casi una tarea imposible. Con un show tan dinámico, lo increíble es que todo suene tan parecido a la versión de estudio. Tanto, que Shazam no tiene problemas para reconocer que está sonando ‘Never Come Back’, lo cual hasta ahora pensaba que no era posible. Después del último tercio, compuesto principalmente por una sesión de tecno alienígena y ‘Can’t Do Without You’, por supuesto, queda claro que el de Caribou es un show para someterse a la música. No para intentar seguirle el ritmo.