El ‘Ultrasound Tour’ de Lorde: una comunión de melancolía y esperanza

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El ‘Ultrasound Tour’ de Lorde: una comunión de melancolía y esperanza

Aquellas célebres declaraciones de Bowie sobre “el futuro de la música” han perseguido a Lorde a veces de manera negativa, pero no puedo evitar acordarme de la palabra «futuro» al contaros cómo fue su reciente concierto en Bolonia. Y de la palabra «pasado». Porque se dice que, en una depresión, el pasado y el futuro suman fuerzas para mal: el futuro como una amenaza ante la que no hay esperanza, y el pasado como esa melancolía bastante más compleja, ya que es fría y a la vez cálida, con un punto adictivo (“la melancolía es un licor bien caro, no te has dado cuenta y ya te ha emborrachado”, que cantaba Eva Amaral).

En el Ultrasound World Tour, en cambio, pasado y futuro unirán fuerzas para bien, y quizás es lo que lo hace tan especial, y a Ella Marija Lani Yelich-O’Connor tan genio. Sí, aviso que esta crónica va a ser intensita. No esperaríais menos tratándose de la gira de “una zorra intensa”.

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Esta noche fue especial no solo para Lorde y su público, sino también para Fabiana Palladino, que por primera vez la acompaña, sumándose como telonera previa a The Japanese House. Quizás nerviosa ante la oportunidad y ante el hecho de cantar para 20.000 personas, a Palladino le faltó algo de actitud defendiendo sus magníficos temas, frente a la soltura que sí mostró después Amber Bain (The Japanese House). El público pareció conectar más con Bain, llegando a corear varios cortes de ‘In the End it Always Does’. Pero vamos ya con Ella, que desde que pisa el escenario se tira una hora y media sin parar en un solo momento. Apenas le hacen falta en todo el concierto dos bailarines y poca virguería en el vestuario; casi todo el tiempo lo pasa con una camiseta y unos vaqueros/calzoncillos y, en lugar de córeos, simplemente salta dejándose llevar por la música.

“I’m scared to let you see into the whole machine, leave it all on the field” dice Lorde en una de las canciones de ‘Virgin‘. Y algo así repitió en el concierto. Introduciendo una sección que incluía seguidas ‘Liability’, ‘Clearblue’ y ‘Man of the Year’, explicaba que se sentía “muy desnuda sacando todas estas partes de mí misma para todo el que quiera mirar… a veces es difícil y doloroso, y me asusta”.

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Sin duda, ‘Virgin’ es el disco en el que Lorde se expone más, con letras más vulnerables incluso que en ‘Melodrama’. La artista comentaba en entrevistas distintas circunstancias que la llevaron estos años a sentir enormemente su soledad, pero también a hacerse mil preguntas, a entender que no tenía las respuestas, y a que podía intentar disfrutar de ese caos en lugar de acojonarse. Incidía en “la grandeza que supone estar en un cuerpo, es algo increíble si lo piensas” y en que había estado aceptándose más últimamente. Todo esto se ve reflejado en el bolo, que no en vano empieza con ‘Hammer’ y su clímax que no termina de llegar y a la vez está todo el rato. Un clímax que en realidad es hambre.

Justo después se quita de encima ‘Royals’, que ha acabado siendo su ‘Creep’ particular (un gran tema pero que probablemente no esté ni en su top 10) y continúa alternando recuperaciones con la defensa del nuevo disco. No parece casualidad que los dos primeros cortes (intro aparte) que interpreta de él sean los que tratan dos temas hasta ahora no abordados en su discografía: su relación con su madre y su TCA. Tampoco parece casual que, mientras interpreta ‘GRWM’, la bailarina le grabe planos detalles de su cuerpo con un estilo casi de vídeo casero. Lorde se había pronunciado mucho sobre ser una “adolescente de dientes blancos”, pero no sobre que se te pudran los dientes por provocarte el vómito. Mystique is dead. La artista es también consciente de que la gran tríada de este disco es la que forman tres temas no escogidos como singles (‘Shapeshifter’, ‘Current Affairs’ y ‘David’), y les otorga una presentación a la altura. De ‘David’ hablaremos luego, pero Lorde se asegura de representar muy bien la épica presente en el final de la primera, y la sensualidad y fragilidad de la segunda (btw, un acierto que el bailarín repita el momento erótico de ella con el bajista).

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También dejan boquiabierto la recuperación de tres temas de ‘Melodrama’: la que ya comentamos de ‘Supercut’, el recrearse con ‘The Louvre’ volviéndose tan loca en su final como tu cabeza cuando escucha su final y la agradable sorpresa con ‘Hard Feelings’, que recuperó en Bolonia por primera y, según vemos en setlist.fm, última vez. Dijo estar impresionada con el público de allí, y querer añadirla para los fans que se habían desplazado de otros países europeos como España. Pero hubo otras ausencias; por ponerle una pega al concierto, podría haberse acordado algo más de ‘Solar Power’. Lejos de denostar ese disco con el tiempo, lo aprecio más ahora que cuando lo defendí poco después de salir. Pero, aunque me supo a poco que solo rescatase dos temas, me parece acertado que no fuese ningún single sino los dedicados a su familia (Pearl incluido) y su tierra: ‘Big Star’ y ‘Oceanic Feeling’, bastante en sintonía con el contenido de la noche.

Citaba antes cómo Lorde admitía que se le hacía difícil y doloroso exponerse tanto en el concierto, pero os dejé la frase a la mitad. “Me asusta”, dijo, “pero esto es lo que hace tan especial el arte y la música. Lo que hace tan bonitas las relaciones largas, como la que tenemos vosotros y yo. Que puedes coger todas esas partes de ti que crees que son feas o están rotas, y juntos hacemos de ellas algo bonito”. Lo que siente Ella es lo que siente también su público, una especie de comunión que alcanza su cumbre en el tramo final. Con ‘Liability’ se te pueden venir a la cabeza personas que te han hecho sentir lo que describe la canción, y con ‘Team’ lo que se te vienen son tus amigos, esos hermanos que te hacen sentir todo lo contrario. Y, a nivel técnico, los matices de la producción de ‘David’ son excelentes, pero hay algo más allá de lo técnico que se transmite en ese poderoso camino entre los fans mientras la interpreta. Mientras vemos en la pantalla cómo se intercalan su pasado y su presente. “Am I ever gonna love again?”, se pregunta, y nos preguntamos. La respuesta no nos la da directamente; la respuesta está en haber empezado con ‘Hammer’, y en cerrar justo después de ‘David’ con ‘Ribs’. La respuesta es una mezcla perfecta de pasado y futuro. De melancolía y esperanza. El propio público recuerda junto a Lorde quién era, quién es, y quién puede ser.

Porque la comunión llega a su máximo exponente con ‘Ribs’, cantada no ya mezclada entre el público sino casi que con el público. Como un grito colectivo que celebra esa intensidad y que, ante la epidemia de sarcasmo (saludos a Ethel), ansía la inocencia. ‘Ribs’ funciona con distintas edades porque los “little kids” que menciona no son literal kids; lo que ‘Ribs’ evoca es la inocencia, y la necesidad de esperanza ante un futuro bastante incierto. Con Lorde, conseguimos por una noche conectar con la inocencia y con la esperanza. Quizás, por unos días. Y, ojalá, por algo más de tiempo.

La gira de Lorde pasará el año que viene por Mad Cool.

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