Ha sido una de las grandes sorpresas del verano. Tras las malas críticas -no en nuestra web, pero sí en muchos medios- de ‘Divide’, Ed Sheeran se ha encontrado con una nominación al Mercury Prize. No a los Brits, que admiten el voto popular y ya ha conquistado. No a los Grammy, un peldaño por encima y al otro lado del Océano, que también. Sino al Mercury, uno de los premios más prestigiosos del mundo que en otras ediciones han ganado PJ Harvey (dos merecidísimas veces), Arctic Monkeys, Primal Scream, Portishead o The xx, por mencionar algunos. Para más inri, es su primera nominación a estos galardones, que precisamente suelen reconocer a artistas noveles. Traducción: justo cuando Ed Sheeran ha tenido las peores críticas de su vida, con un tercer álbum, van los del Mercury y le dan mimos.
‘Divide’ -/dɪˈvaɪd/ para los amigos- es, al menos hasta ver los datos que es capaz de hacer su colega Taylor Swift en 7 semanas, el disco más vendido de todo 2017 por una diferencia apabullante. Supera según las estimaciones de Mediatraffic los 7 millones de copias, doblando con holgura a su máximo competidor, ‘DAMN.’ de Kendrick Lamar. A día de hoy, justo 6 meses después de su lanzamiento, continúa en el puesto 2 en Reino Unido (la semana pasada volvía al número 1) y en el puesto 13 en Estados Unidos. Su nominación al Mercury abre el debate sobre si la venta masiva de discos puede terminar dando cierta pátina de calidad a tu obra, por aquello de que «si tanto gusta algo, algo tendrá que tener»; o de si un millón de moscas pueden estar TAN equivocadas.
Bon Jovi titularon una cajita ‘100,000,000 Bon Jovi Fans Can’t Be Wrong’ para celebrar la venta de 100 millones de álbumes, como en 1959 se había conocido un disco de Elvis como ‘50,000,000 Elvis Fans Can’t Be Wrong’. Bon Jovi no convencieron a nadie con su ocurrencia. Entre los discos más vendidos de la historia encontramos maravillas como ‘Thriller’ de Michael Jackson, ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ de los Beatles o ‘Rumours’ de Fleetwood Mac, pero también discos tan cuestionados como ‘Falling Into You’ de Celine Dion, tan adalid del mal gusto que hasta se ha escrito un libro millonario sobre ello; ‘Come on Over’ de Shania Twain o ‘Bat Out of Hell’ de Meat Loaf.
Como todos sabemos, que una canción -o un disco, saludos a ‘Más’ de Alejandro Sanz– arrase, no significa que sea bueno. Las radios están llenas de canciones fotocopiadas de otros éxitos recientes, a menudo escritas o producidas por las mismas personas, sin mayor mérito ni siquiera intención artísticos ni más objetivo que el de vender, algo muy lícito por otro lado (¿quién quiere trabajar para morirse de hambre?). Lo curioso es que a veces las razones por las que una canción que odiábamos ha triunfado resplandecen con evidencia con el paso del tiempo. ‘We Found Love’ y ‘Work’ de Rihanna, por distintas razones, fueron canciones muy odiadas el día de salida, y después el tiempo las ha situado como clásicos absolutos de nuestra década… ¿solo por los millones que han movido o hay algo más?
Indudablemente hay algo más aparte de «sumarse al enemigo» en busca de la aceptación social. A una escala menos evidente que la de Rihanna, que tras 30 hitazos ha desarrollado una carrera más trendsetter de lo que nadie jamás adivinó, ‘It Ain’t Me’ de Selena Gomez, una descarada copia del tropical house de los últimos años; ‘Despacito’ de Luis Fonsi y Daddy Yankee, con su peculiar estructura de estrofas y ganchos que se suman y vuelven; o las composiciones de Meghan Trainor, que esconden también récord de «hooks»; han resultado esconder mucha más magia -y mejores melodías, defendibles a guitarra y piano- de lo que parecía al principio. Y en esta categoría incluiría ‘Shape of You‘, una canción que parecía inofensiva por su fondo tropicalillo y su letra boba pero que ha terminado resultando totalmente hipnótica, bastante icónica y muy enternecedora con ese arranque que viene a decir, con otras palabras, «en la discoteca no soy capaz de comerme un rosco porque soy más feo que un camello, así que tengo que apañármelas en el pub, bebiendo y dando conversación».
Sin embargo, mucha gente sigue sin percibir en Sheeran ningún encanto. No hay más que leer los comentarios de esta web (¡de esta web!) o de cualquier otra para averiguar cuántos prejuicios continúa habiendo contra la música comercial (y latina). Para muchos, sonar comercial o latino equivale a ser malo. ¿Cuál es el caso de Ed Sheeran? ¿Es comercial, luego es malo, sin más? ¿O el pobre es tan malo que es malo, comercial o no? Hay debate. Lo único claro es que el ámbito culto Wire/Rockdelux/Pitchfork no es una posibilidad para él. Demasiado blandengue. Demasiado obsesionado con el amor. Demasiado facilongo. Demasiado poco innovador. Su entorno es, como muestra Metacritic, el de los medios de público adulto y generalista, el de los que se dirigen a todo el mundo, no al sector más especializado: Rolling Stone, Allmusic, The New York Times y un tabloide están entre los medios que han apoyado ‘Divide’… nada o casi nada que ver con el entorno Mercury, muy ocupado como decía en rebuscar entre artistas noveles, premiar a gente underground como Skepta o Speech Debelle y nominar a Kate Tempest. ¿Por qué le reconocen ahora justo que tanta gente menosprecia su trabajo por ñoño? ¿Se han dado cuenta de que este y sus otros discos son mejores de lo que creían, como a otros nos ha pasado con Meghan Trainor o Rihanna? ¿Están realmente diciéndonos que ‘Divide’ es su mejor disco? ¿Pero por qué razón?
La nominación a ‘Divide’, que Ed Sheeran no necesita para nada, no es justa, pues muchos otros álbumes británicos la habrían merecido antes, como el debut de Mura Masa o, muy especialmente, el disco homónimo de regreso de Slowdive. Sin embargo, son interesantes los mensajes que se pueden extraer de ella. El primero, la ética o más bien la ausencia de la misma, pues el Mercury se ve tan grande a sí mismo que no teme el debate de la imparcialidad: Jessie Ware, co-autora de uno de los temas del disco de Ed Sheeran, es jurado este año. En segundo, los números: el Mercury quiere garantizarse expectación y audiencia, contando con alguien tan mediático como Sheeran en su ceremonia. En tercero, tras unos años de cierta radicalidad, se abre la veda para que discos pop como los de Spice Girls y Take That vuelvan a ser nominados, pues ‘Spice’ y ‘Everything Changes’ lo lograron. Y en cuarto… venga, va, ¡Ed Sheeran no puede ser tan malo!
Las cualidades de Edward Christopher suelen pasarse por alto. Pocas veces se destaca lo buen performer que es casi siempre pegado a su pedal, lo versátil que ha demostrado ser acercándose a los ritmos R&B o colaborando con el mismísimo Stormzy. Sigo desconociendo por qué no todos los fans de Tracy Chapman adoran ‘Thinking Out Loud‘ y los de U2 ‘Castle on the Hill’. Pero es que además se ha permitido regalar a Justin Bieber la que puede ser la composición más importante de su vida, ‘Love Yourself‘ (la producción podría ser ‘Sorry’, pero la canción…); y a Jessie Ware un pedazo de torch song de acabado gospel como es la impresionante ‘Say You Love Me’ (además del mayor hit en streaming a Rudimental, por una diferencia abrumadora).
‘Divide’ no es un gran disco ni siquiera obviando los bonus tracks tipo ‘Barcelona’: sus singles están demasiado marcados y, tras la intensidad y variedad que apuntan al principio ‘Eraser’, ‘Castle on the Hill’, ‘Perfect’ y ‘Shape of You’, el resto carece de más sorpresas que la ocurrencia irlandesa de «¡tía, que te has enamorado de un inglés!» de ‘Galway Girl’.
Esta nominación a los Mercury solo puede entenderse como el reconocimiento a un artista que está demostrando una constancia, un empeño, un trabajo, una variedad y un superarse a sí mismo que no percibí, por poner el ejemplo recurrente, en el tercer disco de Oasis (y de medio Brit pop). Aunque en los Mercury se premien claramente los discos y no las trayectorias, no es un disparate que Ed Sheeran pueda estar ahí después de haber co-escrito ‘Love Yourself’, ‘Say You Love Me’, por supuesto su propio repertorio y por haber mostrado una ambición que no parece que vaya a quedarse en este disco. Otra cosa es que ‘Divide’ venza por ejemplo al disco de The xx o al de Stormzy: ahí es cuando sí me lanzaré a las calles junto a todos los talifanes a quemar marquesinas.