Foto: Andrés Iglesias (Mad Cool).
Mad Cool se enfrenta a su tercera edición con un gran reto: ser el festival más grande del país, con 80.000 asistencias diarias, 30.000 más que el tope de Primavera Sound, dirigido a los más veteranos; o Arenal Sound, dirigido a la muchachada. Su cartel aglutina un sinfín de grandes nombres: Pearl Jam, Nine Inch Nails, Depeche Mode, Massive Attack, Arctic Monkeys, Queens of the Stone Age… y también a última hora se añadieron otros pensados para el público más joven como Post Malone y Dua Lipa. El cartel ha sido reconocido por la prensa europea como «el mejor del año» y el resultado ha sido un sold-out histórico en una ciudad que hace una década apenas podía convocar a 15.000 personas con el magnífico «line-up» de Summercase. Textos: Sebas E. Alonso, Pablo N. Tocino.
Tras los graves problemas de organización vividos en las ediciones de 2016 y 2017 en La Caja Mágica, el traspaso a un nuevo recinto casi el doble de grande parecía venir eso, grande, a Mad Cool… et voilà, el festival se convertía en «trending topic» en el segundo cero debido a las colas kilométricas en los accesos. La desinformación más absoluta campaba a sus anchas a las puertas del IFEMA con una marabunta de gente esperando una cola sin saber qué significaba la misma. Después, tras 20 minutos de caminata, hacia las 19.00 otra cola de más de una hora bajo la solana esperaba a las personas que aún no tenían su pulsera. Hacia las 20.00 la cola era ya interminable y desesperante tanto para la gente que tenía pulsera como para la que no. Tenía gracia que horas después Eddie Vedder, líder de Pearl Jam, se dirigiera al público indicando, leyendo una hoja de papel en castellano: «Un amigo me dijo que en Madrid la gente está loca. Yo adoro la locura. Un abrazo para mis amigos los locos». Desde luego hay que estar un poco loco para volver sistemáticamente a un festival en el que sabes que no te lo vas a pasar bien. Pero no se preocupen. El año que viene traerán, qué sé yo, el holograma de Bowie o a Alex Turner haciendo las canciones de ‘Abbey Road’ con Paul McCartney con motivo de su 50ª aniversario, y allí que estaremos.
La organización ha enviado esta madrugada el siguiente comunicado: «Debido a un problema con la red en todo el recinto, el acceso al Espacio Mad Cool se ha producido con más incidencias de las esperadas en la primera jornada del festival. Lamentamos profundamente las esperas y las largas colas a todos los asistentes. Agradecemos a todo el público la comprensión ante los imprevistos. Estamos seguros de que las dos siguientes jornadas se desarrollarán con total normalidad». Sin embargo, los problemas no terminaban en «el acceso». Como ya es tradición en Mad Cool, era imposible pedir cualquier tipo de bebida o comida durante la hora punta del festival (hasta Pearl Jam, que actuaban de 23.20 a 1.20) sin esperar unos 15 minutos, lo equivalente a 4 canciones. Como patrocinado por Alcohólicos Anónimos, el festival prefiere optar por pocas barras, pocos grifos y camareros totalmente carentes de experiencia que, por mucha voluntad que pongan, no pueden aprender a tirar cervezas con brío en pocos minutos y con la presión de decenas de miles de personas agolpadas en las barras esperando.
A favor del festival hay que aplaudir que el metro abriera toda la noche y pasara cada poquísimos minutos, aunque te llevara únicamente a Nuevos Ministerios, que no es centro, pero es algo. Y muy especialmente la disposición del recinto, cuadrado, no tan alargado como el de Primavera Sound, de manera que no se producían avalanchas ni agobios y presentaba una gran facilidad para cambiar de un escenario a otro muy rápido pese a las decenas de miles de personas convocadas.
Una vez dentro, además, el festival, musicalmente, sí respondió, con buen volumen en los escenarios principales y tan solo las solapaciones que parecen inevitables cuando hay tal coincidencia de grupos tocando a la vez. Pearl Jam han cumplido completamente como cabezas de cartel desde el inicio con ‘Release’, asomando a través de una guitarra solitaria y la inconfundible, preciosa, voz de Vedder, y ‘Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town’; hasta el cierre en los bises con la coreada ‘Alive’ y la versión de ‘Rockin’ in the Free World’.
Como para suplir la falta de canciones reconocibles para una parte del público (recordemos que rechazaban hacer vídeos para muchos de sus singles, por lo que no tienen un chorreo de sencillos asociables a la generación MTV como, por decir alguien, Red Hot Chili Peppers), Eddie Vedder se comportó como un líder totalmente cercano y afable, consciente de que es todo un superviviente. Durante ‘Even Flow’ recordó el día en que tocaron esa canción en la Sala Revólver de la ciudad, cuando no eran famosos; usó el castellano para brindar, pero el inglés para decir las cosas importantes con seriedad («el racismo y el sexismo van a morir con nuestra generación»); mostró un vídeo de sus amigos «Luis y Javier» (Tosar y Bardem) contra el acoso; y el espectáculo también estuvo a la altura, primero con las pantallas en un sobrio blanco y negro, para ceder al color al final. Muy complicado contener la emoción en ‘Jeremy’. Qué pronto hablaron Pearl Jam sobre acoso escolar, y mierda, qué vigente sigue su mensaje.
Como queriendo mandar un mensaje sobre la diversidad del cartel, Pearl Jam coincidían casi de pleno -pero no en los últimos 15 minutos- con Post Malone. Cuando se anunció a este en cartel las entradas estaban agotadas, por lo que su público, más joven, con menos poder adquisitivo y menos posibilidades de gastarse 200 euros en un abono, se tuvo que quedar en casa. Era algo extraño ver a tamaño número 1 mundial actualmente actuar para tan pocos miles de personas, pero lo cierto es que tampoco había mucho que ver u oír. Como para quedarse todo el caché él solo, Post Malone vino sin músicos, MC’s, bailarines, ni montaje, le dio a los pregrabados, cantó algo sobre ellos de vez en cuando, habló un poquito de ser uno mismo, tocó un poquito una guitarra acústica, y andando. El artista se mueve mucho, pero se han visto montajes más caros en La Riviera, ¿verdad, C. Tangana? Eso sí, la reacción ante canciones como ‘rockstar’ o ‘Congratulations’ fue colosal. No se puede negar que es «la voz de una generación».
A primera hora de la tarde, Eels ofrecían un buen concierto de rock ‘n’ roll, materializado en canciones nuevas, como ‘Bone Dry’, y viejas, como ‘Flyswatter’. Bailando ese rock de manera deliberadamente torpe, no se sabía si Mark Everett era una revelación que había envejecido demasiado pronto o una vieja gloria que aparentaba 30 años menos, pero esa primera parte del show fue muy entretenida, con el artista pidiendo permiso para estrenar sus nuevas castañuelas y bromeando sobre la pérdida de la virginidad de uno de sus músicos. La presentación de los mismos se hizo algo tediosa, pero la cosa volvió a remontar con el reciente single ‘Today Is the Day’. Quizá hubo demasiados altibajos en la interposición de baladas (incluso acabó con una de ellas), pero alguna fue muy de agradecer como la preciosa ‘That Look You Give That Guy’.
Menos multitudinario pero con más encanto, el concierto de Lali Puna hacia las 20.00, a los que hacía unos 15 años que no podía ver en directo. El grupo alemán no ha perdido su magia. Sus conciertos, como sus discos, arrancan fríos, pero poco a poco van tornándose celestiales gracias a los sutiles crescendos que van conformando la batería junto al juego de sintetizadores. La interpretación de ‘Micronomic’ fue realmente cautivadora, y también funcionaron muy bien inmediatamente después ‘Scary World Theory’ (no, el escenario trasero no molestó tanto como anunció Valerie) y esa versión tan improbable de ‘The Bucket’. Al final el grupo se llevó una considerable ovación del público asistente a la carpa cubierta The Loop y se fue con una sonrisa de oreja a oreja. Alegría.
Hacia las 21.00, Leon Bridges llenaba uno de los escenarios medianos de público, asistido por una banda de unos 5 músicos más un par de coristas con bastante protagonismo para sus canciones clásicas de soul, sin que allí nadie le desluciera. Siendo el único vestido de blanco, bailando y sobre un letrero en el que se leía con tipografía enorme «LEON BRIDGES», el cantante se mostró inquieto y cómodo sobre las tablas, si bien tampoco se termina de ver ese torbellino sobre el escenario que eran referentes como James Brown. La gente se dedicó a bailar rock’n’roll clásico durante su bonito set, que decidió cerrar con una versión intimista de ‘River’ en la que su guitarra eléctrica resultó casi inaudible. Aroma a clásico y cercanía en todo momento, y muy pocos guiños a la modernidad que ha dejado caer en su segundo disco.
El caos organizativo para entrar nos impidió ver el concierto de Fleet Foxes como pensábamos, pero pudimos llegar para los últimos minutos. Se notaba eso también en la cantidad de gente que estaba disfrutando del folk de la banda de Seattle, bastante menos de lo esperado para un grupo de estas características; gran parte del público seguía atascado en los accesos. En cualquier caso, los autores de ‘Mykonos’ se mostraron entregados aún con un público menor.
Mis pies acabaron molidos anoche después de tantas caminatas, esperas eternas y odisea para volver a casa, pero no sé si los pies de Diego Ibáñez terminaron mejor: el cantante de Carolina Durante no paró de saltar durante el tiempo que duró el concierto, transmitiendo su pasión al público. “Es nuestro primer festival grande”, comentaban ilusionados. Los madrileños presentaron en el escenario Mondo Sonoro sus dos EPs, ‘Necromántico’ y ‘Examiga’, además de la reciente canción sobre el mundial ‘El Himno Titular’ -“que sepáis que hoy ha versionado esta canción Amaia de España” comentaron- y de varios temas inéditos. Uno de estos inéditos parece ser ‘Cuídame como a tu perro’ (“quiero que me mires como miras los desastres que se emiten por la tele y que finges que te importan”: queremos versión de estudio YA) y otro es sobre Instagram, con la repetición de “fiesta de disfraces en las pantallas” y la curiosa frase “hola, soy Mikel, sí, el otro día vi una foto tuya de tu perro y…” (no tenemos ni idea de quién puede ser ese Mikel, seguro que vosotros tampoco). Por supuesto, no faltaron ‘En verano, Ornitofilia’, ‘Niña de Hielo’ (la mejor del EP según Martín, y estoy de acuerdo), ‘300 Golpes’, y con ‘Cayetano’ optaron por una estrategia arriesgada: no cerraron con el que es su mayor hit por el momento, pero no hubo una desbandada de gente al acabar la canción. Los asistentes se quedaron a despedirles en condiciones y darlo todo con los “ya va siendo hora de volver a casa” de la fantástica ‘La Noche de los Muertos Vivientes’. Lo cual supone una bofetada a todo el que piense que Carolina Durante van a ser unos one-hit-wonder: su proyección es enorme, y quedó claro que necesitan un escenario mayor porque anoche sencillamente se lo comieron.
Lo de Tame Impala no son pantallas, es un viaje a otro espacio-tiempo. Un montaje de cabeza de cartel de proyecciones coloridas y psicodélicas, pero optimistas, celestiales, en un repertorio en el que enseguida aparece uno de sus mayores hits, ‘Let It Happen’. Es su primer concierto en casi un año, el máximo tiempo que han estado sin tocar, según explicaba el propio Kevin Parker. “Lo sentimos, no volverá a pasar”, indicaba. Aunque hubo hueco para temas anteriores como ‘Alter Ego’, el álbum estrella del setlist fue sin duda ese ‘Currents’ del que esperamos que haya pronto una continuación, con tiempo para, entre otras, ‘Eventually’, ‘New Person Same Old Mistakes’ y probablemente la más celebrada: ‘The Less I Know the Better’, que puso a bailar a todos los asistentes, incluso a los que disfrutaban del show más relajados (había más hierba en ese concierto que en todo el césped del Mad Cool). Parker tuvo también palabras para MGMT, a los que animó a ver más tarde. Y no tenía que decirlo dos veces: cuando nos despedimos de sus riffs psicodélicos (y, de nuevo, de esas geniales pantallas), ya estábamos salivando con la psicodelia que nos esperaría después con los autores de ‘Flash Delirium’.
Yo La Tengo, en coincidencia absoluta con Tame Impala, contentaron a sus miles de seguidores en el Koko Stage, quizá relegados por lo difícil del disco que han sacado este año, quizá porque hace tiempo que no son la banda más hypeada del momento. Pero siguen siendo tan monos y enérgicos como siempre y el grupo lo dio todo, dando prioridad a los bucles infinitos de ruido y tensión, extendiendo las pistas hasta la extenuación sobre todo en el tramo final. Lo bueno es que lograron meter en sus loops a todo el público, al que podría haber dado por echar de menos la interpretación de un número mayor de canciones en lugar de tanta recreación en las guitarras, pero no hubo lugar. Lo que sí hubo fue adorables momentos para los ritmos kraut de ‘Autumn Sweater’ y para el protagonismo vocal de Georgia Hubley en ‘Shades of Blue’, aunque el protagonista total fue un Ira Kaplan que incluso se tiró al público a sus 61 años. Es una gozada saber que siguen siendo los mismos.
Hay una carpa electrónica en Mad Cool y a todas luces fue un error programar en ella a Justice a la 1.35 de la madrugada. Aquello estaba petado, a duras penas conseguimos ver la mítica cruz del grupo y de lejos, aunque la fiesta de EDM con lo de “We are your friends” y ‘D.A.N.C.E.’ estaba asegurada. Suponemos que el grupo tocó donde y cuando pidió, pero habría sido lo ideal que actuaran a las 4.30 y en un escenario gigante, dando tiempo a que abrieran todas las líneas de metro. ¿Por qué no abrir hasta las 6 cuando estás en medio de la absoluta nada?
El último concierto digno de destacar fue el de MGMT, definitivamente reconciliados con su estatus de grupo masivo con la inclusión en su repertorio en el primer tercio de ‘Time to Pretend’, hacia el final de ‘Kids’, pero también otras canciones muy queridas de su repertorio como el reciente hit ‘Me and Michael’, ‘Electric Feel’ o ‘When You Die’. Temíamos que, a las 3 de la mañana, durmieran a las vacas si hacían uno de sus setlists caprichosos, pero en absoluto: hubo electro, hubo mucho color en las proyecciones entre el pop y la psicodelia, hubo una puesta en escena simpática, hubo buen sonido y al final casi que salimos quejándonos más bien de lo contrario: de la ausencia de ‘Congratulations’ (una canción acústica). Ya lo dice Eddie Vedder, en Madrid, todos locos.