Rosalía es hoy portada de El País Semanal, el suplemento dominical de El País. Y una foto suya a gran formato y el titular “Rosalía, el viaje del flamenco al ‘trap’” ocupa también la franja central de la portada del diario. “Rosalía, de 25 años, destinada a convertirse en promesa del flamenco se acaba de coronar reina del pop”, remacha el extracto del reportaje de Virginia López Enano, nada más y nada menos. El perfil esbozado por la periodista, complementado con fotos de Vicens Giménez, relata con voluntad de alta literatura, algo cargante.
“De ser un material, Rosalía Vila sería un metal conductor. Con poca resistencia a la electricidad. Por eso le vibra cada átomo cuando saca del pecho su voz fina, laína (sic). Se le agita el cuerpo entero si chasca los dedos al ritmo. Descubrió su poder a principios del nuevo siglo. Con siete años: “Mi padre me animó a cantar durante una comida familiar. Al abrir los ojos, estaban todos llorando. No entendí qué había pasado, pero supe que podía hacer algo con la música”. Ahora se utiliza como un canal por el que transmite el sonido para que los demás puedan sentirlo. Y de todos los metales, sería hierro. Dúctil, maleable. Capaz de pasar de un cante flamenco íntimo al ritmo urbano salvaje”. Así de rococó arranca el artículo que se esfuerza en dotar de potencia literaria la biografía de la cantante, recabando contadas declaraciones suyas entre testimonios de “su entorno” y su profesor de flamenco en la ESMUC, Chiqui de la Línea, que se lamenta de que una baja laboral suya impidió que Rosalía hiciera un disco de flamenco puro, tal y como habían pactado.
Esa “traición” es la única sombra en el discurso que impregna el reportaje, que facilita a la artista razonar su interés por el flamenco pese a no tener raíces ni ascendencia familiar en el cante y zanjar las recurrentes acusaciones de apropiación cultural: “Sé de dónde viene el flamenco, he estudiado una carrera entera sobre esto. Los flamencólogos se han esforzado por explicar su origen. Nace de la mezcla de culturas. Le debe mucho a la etnia gitana, pero la música no tiene dueño”, dice. Aún así, reconoce que lo suyo es un “estilo aflamencado” que, simplemente, “le debe mucho”. Además de hablar de su transición hacia sonidos más urbanos (“trap”, escribe López Enano) que se materializará con ‘El mal querer‘, el texto se esmera en destacar su número de seguidores en Instagram, que se codea con Alejandro Sanz (se detalla, en boca del autor de ‘Corazón partío’, cómo se conocieron y se destaca el contenido de un Whatsapp que el cantante le envía), sus colaboraciones con J Balvin y Pharrell Williams, su presencia en los Grammy Latinos, los elogios de Dua Lipa y una coreógrafa de Kendrick Lamar o su debut como actriz nada menos que a las órdenes de Pedro Almodóvar. Joan S. Luna, de Mondosonoro, pone el único punto crítico al asegurar que a ‘Los ángeles’ le faltaba “un plus de visceralidad”, rematando que en esta nueva etapa Rosalía sí parece en “su salsa”.
Tras leer el artículo y recordando que el anuncio del lanzamiento de ‘El mal querer’ se hizo el pasado jueves en uno de los grandes billboards digitales que pueblan las fachadas de Times Square, el centro neurálgico del consumismo global, la impresión es que un hype tan excesivo quizá no beneficie tanto como parece a Rosalía. Es evidente que ser doble portada de la cabecera de uno de los diarios más importantes del mundo no es algo que se pueda rechazar, que seguro amplificará su nombre de manera inusitada. Tampoco se puede negar que ‘Malamente’ y ‘Pienso en tu mirá’ han sido todo un impacto, además de rotundos éxitos críticos y sobre todo comerciales, con cifras de repercusión poco comunes para artistas nacionales. Mucho menos prácticamente debutantes, como es su caso. Y que la respuesta hacia el espectáculo en directo que acompaña al álbum como un complemento necesario también está siendo excelente.
Pero se antojan pocas certezas para pensar que un público masivo esté preparado para asimilar una propuesta así, con considerable riesgo artístico –es significativo, por ejemplo, que no suene regularmente en Los 40–. Por no hablar del vértigo que implican las altas expectativas que, evidentemente, está poniendo en ‘El mal querer’ la multinacional Sony Music: aunque ella sea una artista de perfil alternativo es inevitable pensar que, de no cumplirlas, el batacazo puede ser como poco doloroso, habida cuenta de que, aunque la opinión es hoy generalmente favorable, hay muchas personas esperando que se la pegue. Y, sobre todo, ¿no parece que salirse un poco de madre calificarla ya, por dos singles, como “reina del pop”? ¿No deberíamos esperar, como mínimo, al 2 de noviembre, cuando comprobemos qué nos depara el disco?