Este mes se cumplen 10 años desde que se publicara ‘LP’, el debut largo de un grupo llamado Los Punsetes que llevaba un par de años agitando la contracultura madrileña con sus primeras demos y singles. No voy a entonar el irritante “yo lo vi primero”, porque mentiría: como ya reconocí en la crítica que dediqué entonces al álbum, no había escuchado nada de ellos antes, ni les había visto en directo. Pero recuerdo vivamente cómo, en el Primavera Sound de aquel año, pude hacerme con uno de los promo-CDs en cartoncillo que regalaban en el stand de su feria que albergaba a Gramaciones Grabofónicas, y también rememorar la excitación que sentí al escuchar aquellas 12 canciones descaradas y oscuras, humorísticas pero capaces de dejarte helado con una frase, que sonaban tanto a Los Nikis como a Nirvana (“me gusta tanto esa frase”).
Mucho ha cambiado, y para bien, el quinteto madrileño desde entonces. Ni siquiera se puede aseverar que aquel sea su mejor disco, porque la concreción de su estilo, aunque estaba ya en ciernes (las guitarras abrasivas luego llevadas al extremo con ayuda de El Guincho, las letras mordaces, la voz monocorde de Ariadna), quedaba aún lejos (en ese sentido, diría que ‘LP2’ es más preciso); y porque técnicamente era, obviamente, mejorable. El tiempo y sus obras posteriores nos han mostrado a unos Punsetes cada vez mejores. Sin embargo, es innegable que aquella chispa iniciática, ese aura de que ahí había un algo muy especial, sigue vigente. De hecho, ‘Fondo de armario’, ‘Maricas’ y ‘Dos policías’ siguen siendo habituales en sus directos, y ‘Lo natural’, ‘Pinta de tarao’ o ‘Accidentes’ podrían serlo.
Independientemente de que la nostalgia (consciente o no) haga su trabajo implacable, ‘LP’ ha resistido el paso del tiempo y escucharlo ahora, en la reedición conmemorativa que el grupo ha lanzado en doble vinilo (el segundo incluye maquetas y singles ya inencontrables), con una nueva masterización, sigue siendo una gozada o incluso más. Estoy convencido de que un chaval que lo escuche ahora por primera vez lo recibirá con el mismo entusiasmo que lo hicimos entonces algunos (no he podido evitar emocionarme al leer un comentario en nuestro artículo por parte del añorado Pedro San Martín, de La Buena Vida, clamando que aquello era “lo mejor del 2008”).
Si bien la mayor prueba de lo bien que estos temas han resistido el paso del tiempo es la catarsis que organiza Joe Crepúsculo en sus conciertos con su versión tecno de ‘Maricas’, cabe destacar cómo, en 10 años, la deriva autoritaria contra la vida nocturna de la ciudad aplicada por el gobierno municipal de Alberto Ruiz-Gallardón denunciada en ‘Dos policías’ se ha trasladado a un ámbito nacional; cómo hoy se reconoce mucho mejor el acoso sexual aparentemente normalizado de ‘Pinta de tarao’; o cómo hoy jóvenes como Putochinomaricón siguen señalando el cuñadismo que ya se advertía en ‘Fondo de armario’. El “ya lo predijeron Los Punsetes” es el nuevo “ya lo predijeron Los Simpsons”.
Esta reedición también invita a ponerlo en perspectiva: si no es el mejor disco de Los Punsetes, ¿realmente es tan importante como para reeditarlo? Sí. Porque, al margen del fetichismo por los vinilos de los tardotreintañeros, fue una obra importante. Una obra que amplificó un underground madrileño de aparente capa caída, aparentemente agarrotado tras la resaca del indie noventero y la (in)digestión del electroclash. Curiosamente, con la rica escena barcelonesa yendo a lo suyo con Hidrogenesse, Miqui Puig, Extraperlo y la feliz irrupción de Joe Crepúsculo, Triángulo de Amor Bizarro sacudían la escena desde Galicia y Klaus&Kinski nos revolucionaban las emociones desde Murcia con su atractiva y ecléctica visión del pop. ¿Y qué pasaba en Madrid?
En Madrid, como en “la calle” de ‘Entre tinieblas’, no pasaba nada. O eso parecía: al efímero calor de Myspace, un batallón de bandas con tantas ganas como espíritu amateur se reunían alrededor del club Nasti y el fanzine online Aplasta tus gafas de pasta, y nombres –o su germen– hoy vigentes, como Alborotador Gomasio, Hazte Lapón o Cosmen Adelaida, ya pululaban por ahí. Pero ninguno parecía irradiar la convicción que albergaban Ariadna, Gonzalo (más tarde sustituido por Luis Fernández), Chema, Jorge y Manu (Anntona) en este ‘LP’.
Así que diría que este disco ejerció como un amplificador para esa mini-escena, un desfibrilador que le dio latido, que hizo ver que había otro camino que no era el del olvido, el de tocar para 30 amigos. No voy a decir que aquello fuera (aunque la conexión con Pegamoides en este disco también es evidente) una especie de neo-Movida, ni que fuera disco que diera el primer paso hacia el indiemainstream –mucho menos cuando ‘Un día en el mundo’ de Vetusta Morla se publicaba también por entonces–. Pero sí que logró, junto a ‘Sintética’ de nudozurdo –igualmente editado aquel año y con los que compartieron escenario–, dar foco a ese underground que podía pugnar por públicos mucho mayores y que, de hecho, se ha consolidado como medio de vida para muchos más músicos de los que cabría imaginar entonces. Y eso es digno de una celebración menos discreta que el de la mera reedición.