“Es difícil escribir sobre la felicidad”, canta Florence Welch en la canción final de su nuevo disco, ‘No Choir’, “porque cuanto más mayor me hago, más encuentro que la felicidad es un tema sin ningún interés”. Esta emotiva canción de ‘High as Hope’ habla sobre la naturaleza efímera de la felicidad, sobre la que no pueden escribirse “estribillos” ni “baladas”, ya que será “completamente olvidada” con el paso del tiempo, mientras su autora seguirá aferrada a esa soledad que lleva tatuada en el brazo y de la que nacen tantas de sus canciones. Pero ‘No Choir’ deja una impresión profunda, y también ‘High as Hope’, un disco en el que Florence aprovecha la madurez que finalmente ha hallado en la vida para afrontar sus demonios desde la mayor honestidad posible, y también desde una serenidad casi inaudita en su discografía, como bien ha demostrado el primer adelanto del álbum que se conoció en abril, ‘A Sky Full of Song’. Una canción a través de la cual, hablando sobre los brutales altibajos emocionales que produce actuar en directo, Florence esculpe una de sus baladas más delicadas, dejando imágenes tan bonitas como esa en la que pide a su interlocutor que le coja de los “tobillos”, pues lleva “demasiado tiempo volando” y “no me he podido esconder de los truenos, en un cielo lleno de canción”.
De la nueva madurez de Florence proceden unas canciones que, aún impregnadas de tristeza, aún buscando la épica, suenan calmadas, serenas y maduras. Dicen que tras la tormenta llega la calma, y tras la tempestad de sus tres primeros discos, Florence ha publicado su disco más sabio, en el que medita sobre comportamientos pasados y amores irreconciliables desde una posición de honestidad total, buscando dejarse llevar por sus emociones hasta el punto que ya no maquilla sus letras con metáforas sino que las presenta tal cual han salido de su alma. Y esa honestidad se refleja en una producción -a cargo de Emile Haynie- que sobre todo da protagonismo a la desnuda voz de Florence, siempre en una posición totalmente central, mientras la rica instrumentación del disco -piano, teclado eléctrico, percusiones, metales, entre ellos el saxo de Kamasi Washington- actúa a su alrededor, de manera más sutil y comedida que en previas ocasiones; y también en unas canciones que, sin alcanzar los picos de los clásicos Florence o los que conformaban la primera mitad de ‘How Big, How Blue, How Beautiful‘, emocionan y constituyen en conjunto el disco de la británica que, de manera más concisa, expresa quién es ella como artista en este momento de su vida, sin pretensiones ni experimentos fallidos.
Curiosamente, esta sinceridad sin filtros en las letras produce en ‘High as Hope’ algunos de los pasajes más poéticos en la carrera de Florence. La descripción de su juventud en ‘South London Forever’ es mágica, y ese verso “And I don’t know anything, except that green is so green, And there’s a special kind of sadness that seems to come with spring” tiene un lugar reservado entre sus mejores rimas. En ‘June’, el tema que abre el disco, Florence habla de corazones rotos, el suyo, el de su amado, el del mundo entero, y evoca una imagen épica en la que ella, situada en el centro del universo, extiende su mano y su amor a todos nosotros, porque todos “hemos de aferrarnos el uno al otro”. Y en ‘Patricia’, Florence rinde tributo a su faro de guía, Patti Smith, esa “estrella del norte” que con sus palabras hace que “este frío mundo sea hermoso”, pues “siempre me has dicho que todas las puertas están abiertas para quien lo crea” (una frase sacada del libro de Smith, ‘M Train’).
La épica habitual de Florence, presente en ‘High as Hope’ en los singles ‘Hunger’ y ‘Big God’ (quizás el tema de ‘High as Hope’ que más recuerda a Kate Bush), y en otros temas como ‘Patricia’ y ‘100 Years’ (dedicada a los 100 años del voto femenino en Reino Unido), procede ahora de una posición de mayor calma, esa ganada solo a través de la perspectiva que ofrece el tiempo y la experiencia. Una calma que permite a Florence, en la edificante ‘Hunger’, uno de sus singles más instantáneos y memorables, hablar de manera bastante directa sobre el desorden alimenticio que sufrió de adolescente, buscando un “vacío” que ella confundía con el amor. En ‘Hunger’, Florence relata su juventud salvaje, en la que “buscó el amor” en el alcohol y en las drogas, y en la luminosa ‘Grace’ incluso pide perdón a su hermana por haber “arruinado su 18 cumpleaños” debido a su comportamiento. ‘The End of Love’, una conmovedora balada con la presencia de sintetizadores cósmicos, describe grandes caídas, un ghosting e incluso el suicidio de su abuela. Son varios ejemplos de cómo, en ‘High as Hope’, Florence diagnostica su juventud desde una posición de madurez que le permite hablar con porte sobre los errores que cometió en el pasado, demostrando que es capaz de hacer canciones épicas sin levantar grandes polvaredas y huracanes, y en las que la melodía -y no la fuerza de la canción- es el eje principal.
Entre todos estos momentos de oscuridad y angustia sobresale en ‘High as Hope’ esa felicidad fugaz expresada en la sobrecogedora ‘No Choir’, una felicidad solo apreciable a través de la nostalgia y la madurez que otorga el sufrimiento y el paso del tiempo; una felicidad, en definitiva, tan efímera como la que produce la brillante declaración de Florence sobre la letra de ‘Big God’, que va “obviamente sobre un agujero del alma imposible de llenar, pero más que nada sobre alguien que no me ha contestado un mensaje”. Ese equilibrio entre misticismo, delirios del alma y experiencias (más o menos) banales informan un ‘High as Hope’ que termina haciendo honor a su nombre, ya que si ‘How Big, How Blue, How Beautiful’ fue un exorcismo, ‘High as Hope’ busca poner de nuevo orden en el mundo de Florence, alumbrando con “esperanza” un lugar donde antes solo había oscuridad.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Hunger’, ‘South London Forever’, ‘Big God’, ‘Sky Full of Song’, ‘The End of Love’
Te gustará si te gusta: Lana Del Rey, Lykke Li, London Grammar, Marina and the Diamonds
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