Pasar dos años en Lisboa empapándose de su cultura musical es lo mejor que le ha pasado a Madonna en esta década. Podía haberse limitado a vivir como una millonaria en su lujosa casa en Sintra, pero ha preferido en su lugar salir a la calle, y gracias a su amistad con el músico Dino D’Santiago, también colega de Panda Bear, abrirse a la música tradicional de Portugal y otros países. La cantante explica que Portugal fue fundamental en la ruta del comercio de esclavos y que así Cabo Verde o Brasil son también una influencia en este álbum, desde el principio planteado como un álbum de marcado carácter político. ¿Estamos entonces ante su propia visión de ‘Graceland’? Puede, pero Madonna le ha añadido sexo, lucha feminista y LGTB+ y, por supuesto, memes.
Aunque no hayan podido ser sus sencillos principales por su dificultad para ser encajados en playlist alguna, está claro por su arriesgadísima posición en el álbum que las dos canciones más importantes para Madonna en esta era son ‘Dark Ballet’ y ‘God Control’, ambas co-escritas junto a Mirwais y nadie más (adiós a la frialdad de los criticados campos de escritura), y sendas considerables idas de olla de proporciones ‘Random Access Memories‘. ‘Dark Ballet’ está inspirada en Juana de Arco y la parte en que esta levanta la voz ahogada en un océano de Autotune tomando la melodía de la Danza de las Flautas de Lengüeta de Tchaikovsky («podréis cortarme el pelo y llevarme a una celda / decir que soy una bruja y quemarme en la hoguera») es osada, casi temeraria.
‘God Control’, sobre el control de armas, también renuncia a la comercialidad a través de un estribillo rapeado de tono zonzo, pero su combinación de cuerdas, el Tiffin Children’s Choir y disparos viene a recordar que la música disco no solo es una cosa que suena en las despedidas de soltera de la calle Huertas. Antes fue un refugio para comunidades marginales como la homosexual y la negra. Algunos dirán que el mensaje de Madonna es aquí manido e inane, pero en España no creo que podamos olvidar que este disco salía el mismo fin de semana que el «centro» político español daba parte del poder de nuestras ciudades a la ultraderecha, desoyendo a sus homólogos europeos. Gays, africanos y mujeres, todas las cosas favoritas de estas personas, son expresamente los protagonistas de otro tema, ‘Killers Who Are Partying’, el más cercano al fado por su uso de la guitarra portuguesa. Mucho se está hablando de la supremacía de su letra, pero demasiado poco de su melodía y la habilidad con que introduce el portugués, como también sucede en ‘Extreme Occident’, tan relevante para el significado del álbum que cuesta creer que sea un «bonus track». La artista continúa buscándose a sí misma como sucedía en ‘Rebel Heart’, y para ello, trata de reencontrarse con sus raíces europeas. Su letra no está tan trabajada como las del disco anterior, pues ‘Living for Love’, ‘Joan of Arc’, ‘Devil Pray’ o la propia ‘Rebel Heart’ tenían mejores textos, pero Madonna sí ha sabido recrear en ella la sensación de saudade, pasándole el filtro Mirwais.
Y es que, a diferencia de lo que sucedía en ‘Bedtime Stories’ y ‘Hard Candy’, álbumes de Madonna que se sumaban a las modas sin más, uno de los grandes hallazgos de ‘Madame X’ es cómo la cantante se ha llevado a su terreno los múltiples estilos que aparecen, algo que se veía perfectamente en ‘Medellín’, un tema tan poco reggaetón que hasta extrañaba que se llamara como la ciudad colombiana. Este dúo con Maluma es un sueño erótico lleno de magia y capas que escuchar con los mejores cascos a tu alcance, con beats y percusiones que parecen aportados por Jamie xx pero que son de Mirwais -que llegó antes-, y bajos que deambulan entre la comedia (pre-estribillo de Maluma) y el porno (los graves en un momento dado y los coros de Maluma diciendo «cha-chá-chá» son puro sexo). Si a esto le sumamos la luminosidad del estribillo «Si me enamoro / si me enamoras», y los ganchos -¿o debería decir hashtags?- «cha-cha-chá» y «Slow down, papi», obtenemos exactamente la producción meticulosa y detallista que esperábamos de Madonna y Mirwais. Maluma podrá salir mucho más guapo con otras, pero no creo que nunca le volvamos a ver tan elegante.
Lo mismo sucede con ‘Batuka’, con la orquesta de Batukadeiras en homenaje a las mujeres que usaban sus instrumentos de percusión como un acto de rebeldía: Mirwais y Madonna le han añadido una base de tecno noventero a medio camino entre Olive y la Björk de ‘Homogenic’, ofreciéndonos al fin lo que esperamos hace unos años cuando vimos a Madonna y M.I.A. posar juntas en el estudio. Por su parte ‘Crazy’ alterna una melodía un tanto girl-group con el sonido más tradicional de Yann Tiersen, gracias a la inclusión de un instrumento tan poco utilizado en el pop de hoy como es un simple acordeón. Ahí es reseñable que incluso las canciones de amor de ‘Madame X’, como ‘Crave’ y ‘Crazy’, contengan su reivindicación, en este caso de empoderamiento frente a un amor tóxico. «Te puse en un pedestal pero las estatuas pueden caerse», amenaza la segunda; mientras la primera, con los coros precisos de Swae Lee, indica: «corrí y corrí solo para darme cuenta de que aquello de lo que carecía estaba en verdad dentro de mí». Escritoras, pintoras y pensadoras como Simone de Beauvoir, Anne Sexton, Sylvia Plath, Carson McCullers, Dorothea Tanning, Leonora Carrington y Frida Kahlo han servido de inspiración en esta era, llegando incluso a la portada del álbum.
Ese sentido espiritual y de lucha aparece también en ‘Come Alive’, cuyas percusiones deliberadamente destartaladas ya habían encauzado la canción, cuando otras diferentes emergen en la segunda mitad logrando exactamente su objetivo de elevarte. Es una de las grandes beneficiadas por una secuencia muy meditada durante los 18 meses en que se ha gestado el álbum. Madonna nos explicaba durante una reciente entrevista cómo había conseguido que el álbum sonara cohesionado pese a contener estilos tan inconexos como el reggae, el fado, el funk brasileño, el disco o la batuka, todos ellos por cierto vinculados de una manera o de otra a la reivindicación social. Su solución ha sido unir unas canciones a otras a través de un beat, un instrumento, un idioma, una letra o un ritmo. En ese sentido, el piano une a ‘Dark Ballet’ y ‘God Control’, la necesidad de un «despertar» (político) a ‘God Control’ y ‘Future’, una delicada guitarra «Killers» y ‘Crave’ o el uso de la palabra «loca» la estupenda versión llena de jaleo de ‘Faz gostoso’ de Blaya junto a Anitta y ‘Bitch I’m Loca’ con Maluma. El mayor susto viene al principio, pero también hay conexión entre las antagónicas ‘Medellín’ y ‘Dark Ballet’: la primera es abiertamente un «sueño» húmedo («I took a pill and had a dream»). La segunda, despertarte hacia una realidad pesadillesca más bien, porque «un sueño» ha de «ganarse». De lucharse, como se aprecia en su videoclip sobre los estigmas sociales, dirigido por Emmanuel Adjei y protagonizado por Mykki Blanco. Madame X sueña que se acuesta con Maluma, pero cuando se despierta a quien se encuentra al lado es a Donald Trump.
Apenas ‘I Don’t Search I Find’, que no encajaría entre la mejor mitad de ‘Erotica’, y la shakiresca ‘Bitch I’m Loca’, que evidentemente no ha sido producida por Mirwais porque este probablemente salió corriendo cuando le tradujeron la letra al francés; bajan algo la guardia. Pero incluso estas tienen cierta gracia, la una porque está expresamente hecha para hacerte olvidar que ‘Champagne Rosé’ existió en algún momento del año pasado; la otra porque puedes pasarte el verano repitiendo «quiero ser tu perra, también tu bebecita» como no concentres todos tus esfuerzos en evitarlo.
‘Madame X’ va a reconectar a Madonna con buena parte de su base de fans aunque solo sea por las múltiples autorreferencias dejadas por el camino: la de ‘Future’ a ‘Don’t Tell Me’ y ‘Future Lovers’, la de ‘Crazy’ a ‘Like a Prayer’, la de ‘Extreme Occident’ a ‘Easy Ride’ o las sonoras de ‘I Don’t Search I Find’ a ‘Vogue’ y ‘Come Alive’ al álbum ‘Ray of Light’. Es un divertimento hallarlas, como también ir averiguando qué ha conectado tan variadas y aventureras canciones entre sí, en el que resulta uno de los discos más orgánicos de la artista, con el que además ha querido dejar un mensaje de esperanza. Todas las ediciones del disco terminan con ‘I Rise’ en el año en que Madonna es embajadora del 50º aniversario de Stonewall. De ese «querer levantarse» de la preciosa ‘Looking for Mercy’ pasamos a un «me levanto» de facto en el que de manera muy emotiva se han incluido unas palabras del famoso discurso por la paz de Emma González. La joven activista está hablando del control de armas tras sobrevivir a una matanza en su instituto, pero sus palabras sirven también para hablar de la comunidad LGTB+ (Emma es bisexual) o incluso para establecer un paralelismo con la carrera de Madonna, la cual según un medio alemán, hace 15 días se había acabado. ¿Y cuántas veces en 35 años de carrera habrá de probar que es capaz de levantarse?
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Medellín’, ‘Dark Ballet’, ‘God Control’ y el flow del álbum en la parte más portuguesa y africana (de la pista 5 a la 11)
Te gustará si te gusta: Celeste Rodrigues, M.I.A., Buraka Som Sistema, Paul Simon
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