Unos truenos el sábado por la mañana amenazaron con enturbiar el que ha sido el Mad Cool mejor organizado hasta la fecha. El festival ha convocado entre 40.000 y 50.000 personas por día en lugar de 80.000 como el año pasado, pero la experiencia para el asistente medio ha sido mucho más gratificante, a destacar la espera nula de tiempo para coger las lanzaderas de Valdebebas a Plaza de Castilla y las que llevaban de aquí a Cibeles. Al final no llovió ni tampoco Cat Power puso su grano de arena en el camino de la catástrofe, que podría haber sido. La brisa se agradeció en su concierto de baladas de media tarde, culminado junto a su cuarteto de banda por la versión de ‘Shivers’ y ‘Wanderer’. Vestida de negro y con la voz en buena forma, se despidió lanzando setlists tras arrugarlos como si los fuera a tirar a la papelera, y recoger su atril con las letras. Fotos: Andrés Iglesias (excepto Jon Hopkins y Jorja Smith, por Alberto Ortega).
Jorja Smith ofreció también un concierto muy de banda, en el que presentó temas nuevos y su voz siguió recordando a Amy Winehouse. Su grupo, no obstante, era más ‘Frank’ que ‘Back to Black’, con un uso muy blues de las guitarras y muy jazz de los teclados. Todo muy mono pero algo monótono: mucha gente aprovechó para echarse la siesta. Mientras tanto, Gossip actuaban en el escenario principal. Beth Ditto, con su tremendo vozarrón, pese a excusarse por estar mala, se quejaba del calor en medio de la ventisca, y bromeaba sobre cantarse todo el repertorio de The Cure. Entre los highlights, la adaptación libre de ‘Careless Whisper’ de George Michael seguida de ‘Standing in the Way of Control’ seguida de ‘Heavy Cross’. Beth Ditto, muy parlanchina, se despidió diciendo “me llamo Adele y somos The Gossip”. Estuvo muy divertida.
Uno de los grupos que más partido sacó a la carpa Mondosonoro fue The Twilight Sad. Su propuesta post-punk sonó todo lo épica que quisieron, mientras la voz de su líder resultaba tan potente y entregada como emocionante, nunca excesiva. Quien no los conozca ha de echar un ojo a temas como ‘I/m Not Here’ o ‘Videograms’. Mogwai se beneficiaban de actuar en pleno anochecer, la mejor hora para casi todas las bandas, usando los contrastes entre luz y oscuridad como metáfora de su propio set, que arrancó amable para luego por supuesto ir pervirtiéndose a partir de la tercera canción, la cantada ‘We’re Not Done’.
No por haber presenciado ya un par de veces el show de Jon Hopkins presentando en vivo su último disco, el sobresaliente ‘Singularity’, lo suyo impresiona menos. Temas como ‘Emerald Rush’ o el corte titular son aún más impactantes en vivo que en estudio, ayudados por las proyecciones que se dejaron ver tras el propio artista en la carpa The Loop, el que era su escenario natural a eso de las diez de la noche. Hubo momentos realmente bonitos como ese en el que uno de sus protagonistas se lanzaba al vacío mientras sonaba uno de los temas de mayor aceptación, además con un sonido impecable. De nuevo, de lo mejor visto en el festival. En la carpa contigua actuaban Delaporte, un poco víctimas del propio volumen de Hopkins: sus graves se perdían entre los del pianista derivado en productor de electrónica, y sus bases sonaban por tanto muy poco definidas. Pero Sandra no dejó de darlo todo en ningún momento, pese a que no pudiera oírsela con claridad, en canciones como la explosiva ‘Ni un beso’, celebradísima, o ‘No te vas a olvidar’, en la que el dúo replicó el baile final con disparo de su videoclip. También llevaron sus fueguecillos artificiales.
The Cure salieron con 15 minutos de retraso y ahí casi, casi se acabaron los defectos de su concierto de más de 2 horas, que era retransmitido por La 2 de RTVE, convirtiéndose en trending topic como el día anterior lo había sido el de Smashing Pumpkins. Una pena que alguna gente se dedicara a comentar la edad o el estado de forma de Robert Smith: estuvo muy bien de voz y su banda ejerció una laboriosa tarea de recreación en los teclados, punteos y bajos que parecen guitarras que han creado escuela. La apertura romántica con ‘Plainsong’ y ‘Pictures of You’ fueron una absoluta chuchería.
Pronto emergen clásicos como ‘Lovesong’ y ‘Fascinationstreet’ y la emoción es palpable. La explanada principal de Mad Cool no se veía tan llena desde Pearl Jam. Ni tampoco tan satisfecha. El sonido es espectacular desde casi cada rincón del recinto, permitiendo que brillen con acústica ‘In Between Days’ y ‘Just Like Heaven’ o que la gente se recree en la parte más rock de ‘A Forest’. Únicamente alguna pista como ‘39’ suena innecesaria cuando te acercas a las 2 horas de concierto, y hay gente que decide ir tomando asiento en el césped artificial.
The Cure se reservaron para el bis temazos como ‘Lullaby’, ‘Why Can’t I Be You’, ‘Friday I’m in Love’ o en último lugar ‘Boys Don’t Cry’. Se ve a Robert Smith emocionado cuando, sin guitarra, hace una versión saltarina de ‘Close to Me’. La verdad es que con tantísimo hit, daba un poco de palo recordar lo que como cabezas de cartel habían supuesto The National y Bon Iver. Por suerte para los demás, The Cure actuaban el último día.
Robyn, que no lleva 40 años en la música, sino que acaba de cumplir 40 años, actuaba justo después en un escenario perpendicular y, por extraño que parezca, su show no quedó nada deslucido. Parecía hasta una continuación lógica de The Cure, y no por ochentero sino como modo de celebración de lo que pensabas que no iba a salir bien pero ha salido estupendo. La cantante apareció bastante después de su banda y de que su voz sonara por primera vez, comenzando con su vertiente más electro, pero luego dando paso a un set mucho más orgánico. Tras ‘Indestructible’, ‘Ever Again’ y una muy renovada ‘Be Mine’ llaman la atención por sus líneas de guitarra, en directo a medio camino entre Prince y el Nile Rodgers de ‘Like a Virgin’. ‘Because It’s In the Music’ y ‘Between the Lines’ suenan tan elegantes y a la vez asequibles que hasta te preguntas si su producción obtusa en el estudio era la óptima, pues en directo ganan. Rodeada de telas blancas, dobles alturas, un bailarín como salido de una «ball» neoyorquina (sobre todo en ‘Love Is Free’), Robyn da el concierto de art pop perfecto que hace tiempo que Róisín Murphy parece querer esquivar. Apoyada en unas tomas vocales pregrabadas tan bien disimuladas como las de Alison Goldfrapp, ella sí que no evita hits como ‘Dancing on My Own’, ni ‘With Every Hearbeat’. Y mira que sobre todo de esta última y con tantísimas ideas, podría haber pasado a mejor vida. Esta no es la Robyn que vi en vivo hace 10 años. Menudo crecimiento: maravilla.
Cerraron el festival Years and Years, con una diferencia cualitativa abismal entre los temas del primer disco y los temas del segundo, que difiriendo de lo que opinaron mis compañeros en este site, me parecen la perfecta definición de la mediocridad. Vibramos con ‘Take Shelter’, ‘Worship’ o ‘Desire’, y cuando sonaban temas más recientes, el grupo parecía verse obligado a optar por una escenografía tan kitsch y sobrecargada como la de ‘Palo Santo’: Olly Alexander, tan enamorado de sí mismo como todos los actores, portando un vestido con una cola de varios metros hacia delante que cubría las escalinatas, y sin parar de subir y bajar de una plataforma tipo ascensor sin demasiado sentido, como si estuviera en una semifinal eurovisiva. Por suerte, el grupo dejó un sabor de boca excepcional cerrando con ‘King’ y haciéndola sonar como el himno oficial de Mad Cool, con varias personas tarareándola camino a las lanzaderas. Hablando de actores, Paco Leon se dejó ver entre las primeras filas de este último concierto.
Mad Cool ha anunciado ya que en 2020 se celebrará los días 9, 10 y 11 de julio.