Tres meses después de su presentación en el festival de Cannes, donde ya hablamos ligeramente de ella, se estrena la última película de Quentin Tarantino, uno de esos pocos autores que tienen el caché suficiente como para llevar al cine en masa a todo tipo de público. Ahí están las excelentes cifras en la taquilla americana que ha conseguido con ‘Érase una vez… en Hollywood’, todo un mérito ya que no se trata ni de un remake, ni una secuela ni nada parecido. Mucho se habló en el festival francés de las posibilidades de que el director pudiese darle una vuelta al montaje antes de estrenarla en salas, pero finalmente no ha variado apenas nada de la versión que se pudo ver allí. No sabremos –al menos de momento, a la espera de si alguna vez se verá una versión extendida– cómo será el montaje que se planteaba Tarantino (en teoría iba a ser más larga, y eso que ya duraba 165 minutos) pero se agradece que la haya dejado tal y como fue en su premier mundial. En Cannes tuvo una recepción mucho más fría de lo que se merecía, pero tras su estreno en Estados Unidos, la crítica y varios cineastas como Guillermo Del Toro la han recibido con el entusiasmo que se merece, pues estamos ante la mejor película de Tarantino en mucho tiempo.
Ambientada en 1969, sigue la amistad entre Rick Dalton –un actor de películas de acción que en su momento fue una gran estrella pero al que cada vez le cuesta más adaptarse al siempre cambiante sistema de Hollywood– y su doble de escenas. Todo esto sucede en el marco previo al asesinato de Sharon Tate por Charles Manson. Pero la película está lejos de ser una representación fiel de esos acontecimientos. Simplemente sirven como excusa para retratar aquella época desde una perspectiva tan nostálgica como hermosa. Tarantino realiza así su particular carta de amor al cine de Hollywood en su película más –intencionadamente– desestructurada y libre. Es una celebración de su cine en su pico más alto; más maduro y menos autoindulgente que nunca pero siempre preciso, brillante y, en muchas ocasiones, divertidísimo. Como pasa con todas sus obras, no hay nadie que pudiese dirigir nada ni remotamente parecido a ‘Érase una vez en… Hollywood’, y eso, entre otras muchas cosas es lo que la hace tan especial y tan única.
Además, es la primera película en la que está tan presente el amor que siente hacia sus personajes. Leonardo DiCaprio (en su primer papel desde ‘El Renacido’, de 2015) está realmente memorable como ese actor venido a menos que es Rick Dalton, y a Brad Pitt hacía mucho tiempo que no le llegaba un papel en el que pudiese dar lo mejor de sí mismo. Es todo un placer ver a ambos en pantalla en dos interpretaciones que no deberían ser olvidadas en la temporada de premios. Tampoco se debería pasar por alto el trabajo de Margot Robbie como Sharon Tate. Cada vez que sale, llena la pantalla: está realmente magnífica en un papel en el que prácticamente no habla y, cuando lo hace, te deja de piedra (en nada se parece su voz aquí a la de ‘Yo, Tonya’ o ‘María, reina de Escocia’, por poner dos ejemplos recientes). El resto del reparto (Al Pacino, Bruce Dern, Tim Roth, Dakota Fanning…), en roles muy secundarios, también están a la altura, destacando una Margaret Qualley (‘The Leftovers’) deslumbrante, que co-protagoniza con Pitt algunos de los mejores momentos de la película.
‘Érase una vez en… Hollywood’ es todo un viaje por el Hollywood de la época, en donde no faltan las largas escenas con diálogos ingeniosos y brillantes marca de la casa, pero también reside en ella una sensibilidad pocas veces contemplada en el cine de Tarantino, y que le sienta de maravilla. El tercer acto es el más genuinamente tarantiniano, y contiene algunos de los momentos más salvajes y divertidos que ha filmado nunca. El resultado es un auténtico disfrute de película que nos recuerda por qué es uno de los cineastas americanos más importantes en la cultura pop desde hace más de dos décadas. Esperemos que cambie de opinión y su carrera no termine con su –próxima– décima película. 8,5.