Dcode ha celebrado este sábado 7 de septiembre su novena edición, convocando a 20.000 personas sin un cabeza de cartel tan claro como hace unos años The Killers, y mostrando que su estrategia de consolidarse como fiesta de fin de verano, modesta y por encima de los grandes nombres ha surtido su efecto. Casi demasiado a tenor de la saturación de los baños a última hora, único nubarrón en una organización excelente en la que destaca la amplia y digna oferta gastronómica. El público se ha habituado también a que abran en horario de mañana, al modo de los festivales europeos, y un par de miles de personas acudieron desde mediodía, muchas acompañadas de sus hijos para las actividades de Dcode Kids o para los mismos conciertos de Carolina Durante y La Casa Azul. Fotos Amaral y The Cardigans: Christian Bertrand. Foto La Casa Azul: Xavi Torrent.
The Cardigans, una rareza que… ¿volveremos a ver?
El nombre más excepcional que encontrábamos en el cartel era The Cardigans, que hacía hasta 13 años que no actuaban en España, en concreto desde que lo hicieron en el tan turbio como añorado Summercase. La banda visitaba Madrid con motivo del 20º aniversario de ‘Gran Turismo’, que interpretan al completo y en orden, y su presentación en vivo fue un reencuentro con la lucha interior, la autoafirmación y la autoparodia del sufrir adolescente que planteaban sus letras. Son muchas las canciones del álbum que hablan una y otra vez de volver a empezar cuando nos atascamos (‘Starter’), y del derecho y la necesidad de partir de cero (‘Erase/Rewind’), sin renunciar al sentido del humor que siempre han tenido las letras de Nina. «Estás perdiendo a una salvadora y a una santa», concluía desafiante ‘My Favourite Game’. «No voy a sentirme así para siempre», se autoanimaba por otro lado la triste ‘Higher’.
Entre las filas de Cardigans ya no está su carismático guitarrista Peter Svensson, muy liado escribiendo hits para Ariana Grande, Meghan Trainor o The Weeknd, pero el sonido logró ser más alto y sólido de lo esperado, al menos desde la torre de sonido hacia delante, lo suficiente como para que incluso escucháramos a Nina carraspear en ‘Starter’. ‘Gran Turismo’ llegó a ser disco de oro en España gracias a lo que sonaron sus dos singles principales, ‘My Favourite Game’ y ‘Erase/Rewind’, pero es un álbum en cierta medida intimista e introspectivo, más apto para una sala pequeña que para un festival enorme en momentos como ‘Explode’, ‘Higher’ o ‘Junk of the Hearts’. La banda persiste en interpretarlo al detalle, incluso recreándose en el instrumental experimental ‘Nils’ y eso produjo que el concierto no fuera el más celebrado de la masa festivalera. Sin embargo, Nina salvó los muebles como vocalista y frontwoman, sorprendiéndose de la enorme cantidad de gente que había allí congregada, y las primeras filas fueron pura devoción hacia la banda. Más cuando, como bis, sonaron canciones de sus últimos álbumes, en especial de su clásico perdido ‘Long Gone Before Daylight’. ‘For What It’s Worth’, ‘You’re the Storm’ y ‘Communication’ emocionaron a todos aquellos que alguna vez quisieron reparar en sus textos, ‘Lovefool’ se coló como fiesta disco popular («llevo una hora esperando para esto», decía una despistada a mi lado) y el concierto se cerró con la agresiva, genial, divertida, rabiosa ‘I Need Some Fine Wine And You, You Need to Be Nicer’. Una «Guerra de los Rose» de manual que cualquier grupo americano de medio pelo habría convertido en clásico. Yo sí que llevaba una hora ahí esperando para ello.
Amaral: hasta los camareros cantaron
A continuación era el turno de Amaral, que lograban la sensación de fiesta popular masiva en el primer cuarto de hora de su concierto con ‘El universo sobre mí’ y ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’: todo Dios las coreó de pe a pa, lo que incluyó a los camareros desde las barras. Eso es lo que es ser un cabeza de cartel, señores programadores de festivales, y no lo que dictamine un medio extranjero. El dúo presentaba en exclusiva las canciones que habían publicado el día anterior en su nuevo disco ‘Salto al color’, y excepto ‘Juguetes rotos’, que con su vibración electropop es el previsible shock dentro de su repertorio, todas funcionaron mucho mejor de lo que lo hacen en estudio. Eva introduce ‘Bien alta la mirada’ como una deconstrucción de un dicho que «no les cuadra» nada, «quien bien te quiere te hará llorar»; ‘Lluvia’ es una canción ultra Amaral que parece haber estado siempre ahí; ‘Nuestro tiempo’ se integra a la perfección con la estupenda ‘Revolución’; y ‘Soledad’ pega totalmente en el set con su punto ligeramente flamenco más o menos a la altura de su clásico ‘Moriría por vos’. El álbum ha dejado algunas dudas sobre su dirección artística, pero durante los 2 años que posiblemente dure esta gira, muchas de las canciones continuarán creciendo. Eva además dejó un gran momento, reconociendo que estaba nerviosa por interpretar por primera vez algunas de las canciones nuevas, confesando: «No debería decir esto, pero hace un rato me estaba preguntando: «¿pero por qué me dedico a esto?»». Concluyó que al final el público era lo que le daba fuerzas, las mismas que ella nos aportó terminando con la que puede ser su mejor canción aunque casi nadie lo sepa, ‘Hacia lo salvaje’.
Las 12 del mediodía había sido la hora del accidentado show de Carolina Durante. “Te veía en todos los putos lados” es uno de los estribillos de la banda madrileña y es lo que podríamos aplicar a lo que ha pasado con ellos este verano en los festivales. Eso sí, nunca les habíamos visto en plan “buenos días”, lo que no fue problema para que los primeros minis de cerveza y calimocho rularan entre el público. “Yo no hubiese venido”, llegó a bromear Diego Ibáñez en un momento entre canción y canción. Carolina Durante ofrecieron su repertorio habitual, encabezado por ‘Las canciones de Juanita’, y con temas como ‘Necromantico’ o ‘Nuevas formas de hacer el ridículo’ despuntando hacia la mitad. La pena es que en los últimos segundos de ‘El himno titular’, el sonido se apagó, y aunque el público acompañó cantando el final de la canción, el grupo hubo de abandonar el escenario un par de minutos, pidiendo a su vuelta “perdón”. El problema persistió unos 20 minutos después y aunque la interpretación de “Perdona” fue impecable, la PA se volvió a apagar nada menos que al final de ‘Cayetano’. El público siguió cantando, el sonido volvió, pero se fue a ir durante el último tema. Miembros de la banda desistieron y tras una breve interpretación de la primera mitad de ‘La noche de los muertos vivientes’ medio “on” medio “off” a cargo de Diego y el público, el concierto se acabó con la mítica frase “ya va siendo hora de volver a casa”. Quizá lo fuera para quien viniera de empalmada. Mención aparte para la actitud de Ibáñez frente a la adversidad: persisten esos bailes con los que parece que se va a descoyuntar. Gracias a Dios estudiaba en el INEF justo antes de dedicarse a esto y suponemos que sabrá lo que se hace con su cuerpo.
A la una de la tarde Picture This ofrecieron un agradable concierto a medio camino entre Bruce Springsteen y The 1975. Desgraciadamente, nada que ver con el clásico homónimo de Blondie. No sé cuántas veces pudo decir su cantante que eran de Irlanda, y la probabilidad de que emerjan banderas irlandesas cuando un grupo irlandés actúa en España es de 1, pero la banda uniformada con monos negros y azul marino supo orquestar un repertorio efectista con temas como ‘If You Wanna Be Loved’ o el final ‘Take My Hand’ como «highlights».
La Casa Azul, gran reclamo de la mañana
La Casa Azul actuaban después en la misma carpa, en la cual ni remotamente cupieron los miles de fans congregados a las 3 de la tarde con 30 grados a la sombra. Pero se hizo lo que se pudo para disfrutar de su setlist de «greatest hits», en el cual los más recientes ‘El momento’, ‘Podría ser peor’ o ‘El final del amor eterno’ están perfectamente acomodados. Guille Milkyway explotó su vena sexy durante la sexualizada ‘Ataraxia’ arrimándose cuasi demasiado a uno de sus músicos, dedicó ‘Esta noche solo cantan para mí’ a Juan de Pablos y prescindió por completo de los sets de piano (y de su primer disco) para concentrarse en temas bailables como ‘Superguay’, ‘Todas tus amigas’, ‘La revolución sexual’ y, como cierre, ‘Nunca nadie pudo volar’. No sonó ‘El sol no brillará nunca más’, la canción más anhelada en ese momento por todos los que estábamos sudando como auténticos cerdos, pero la buena noticia de que La Casa Azul fuera en una carpa fue que al menos algo pudieron verse las proyecciones que decoran su show actual, más ideado para miles de personas que el austero set de los Cardigans, programados en un escenario más grande.
Viva Suecia vivieron el honor (o la tortura) de abrir ese escenario grande. Y digo la tortura porque el sol les dio bien de frente a las cuatro de la tarde. Aun así, fueron miles las personas que ya reunieron para disfrutar de éxitos de su carrera como ‘A dónde ir’ o ‘Los años’. Haciendo un sándwich entre ambos, escuchamos la primera interpretación en vivo de la historia de su nuevo single ‘Algunos tenemos fe’. Con la de brazos que se vieron al alza durante la misma, seguro que un futuro clásico de sus conciertos. El cantante Rafa Val tuvo a bien ofrecer el parte médico de la banda, que si él se había roto un dedo y no podía tocar la guitarra; que si otro estaba con fiebre tirado en un sofá hacía tan sólo una hora y media; pero nada impidió que llegaran al final de su concierto con ‘Hemos ganado tiempo’ con el susodicho vocalista mezclado entre el público; ‘Permiso o perdón’, ‘Bien por ti’ y, si la memoria no me falla, ‘Amar el conflicto’. «¡Qué heterosexual es todo en este grupo!», me dijo un amigo, y, como si le hubieran oído, volvieron a hacer sonar la canción más marica de Abba al término de su concierto. No fue casualidad, sino que es un ritual. Pues viva Suecia, claro que sí.
También por la tarde actuaron St Woods en formato quinteto sin contar el Autotune que domina la preciosa ‘On Me’, más influida por Bon Iver que por Damien Rice; Gabriela Richardson, que alternó lo bailable con lo acústico como hace en estudio, destacando una inesperada versión de ‘Mariners Apartment Complex’ de Lana del Rey; y Tom Odell, que hizo de todo para tratar de captar nuestra atención. Se subió al piano, se acercó al público, versionó ‘Imagine’, se entregó a los ritmos pop-rock dejando en ocasiones el protagonismo justo a su instrumento principal, y lo que es más, resistió con un traje verde que asfixiaba ver a esas horas (aunque más de uno se acordaría de él cuando empezó a correr el aire pasada la medianoche, como advertimos).
Miss Caffeina, el primer baño de masas
El primer concierto realmente masivo del escenario grande del día fue el de Miss Caffeina, y aunque su juego de luces no pudo brillar tanto como lo hace de noche a las siete de la tarde, sí lo hizo su gran repertorio de canciones que incluye más o menos seguidas composiciones con la hondura de ‘Reina‘ y ‘Merlín’, y la sexualidad de ‘Prende’ o ‘Ácido’. Alberto Jiménez comenta que esperaba que ‘Oh sana’ hubiera perdido sentido en los 5 años que han pasado desde su composición, pero no (se refería a las listas de los que dan charlas LGTB+ en los institutos, contra el bullying, que ha pedido VOX); se agarra el paquete en ‘Gladiador’ sumando puntos a la faceta de sex symbol que gusta exhibir en el Instagram, y no se aburre de integrar hacia el final de su set adaptaciones de Gala y Madonna. «Mira cómo avanzo, valiente, dejándolo todo atrás» de ‘Mira cómo vuelo’ continúa siendo su estribillo más coreado, pero si te vas impregnando de su repertorio, hasta el gancho de «los mismos errores, los mismos errores, los mismos putos errores» de la desconocida ‘Bitácora’ produce una satisfacción similar.
Eels dieron el concierto a su puta bola que quiso dar Mark «E» Everett. El autor de ‘Cosas que los nietos deberían saber‘ tiene discos como para actuar una tarde entera, pero en lugar de eso prefiere encabezar su concierto con unas versiones de The Who y de Prince que nadie pidió, pero que quizá integren a un par de despistados. Eels ofrecieron un concierto en cierto sentido de puro rock’n roll, aunque incluso con eso el cantante se atrevió a bromear, pues justo cuando se puso a animar a la gente preguntando a gritos que si quería rock, va y se arranca con una canción tranquila, cuca más bien, como ‘That Look You Give That Guy’. ‘Souljacker, Part I’, ‘Mr. E’s Beautiful Blues’, ‘Novocaine For The Soul’ y hacia el final ‘Blinking Lights’ estuvieron entre los mejores momentos de un concierto totalmente sui generis tampoco demasiado apto para los escenarios enormes.
Two Door Cinema Club, el mejor montaje
Two Door Cinema Club eran el nombre más grande en el cartel oficial, si bien de manera llamativa, en algunas de sus promociones Dcode promueve su propia marca sin nombre de artista alguno. Aun así el grupo cumplió como reclamo colectivo, conquistando a las dos decenas de miles de personas congregadas con hits antiguos como ‘I Can Talk’ en el primer cuarto de hora de set, la melancólica ‘What You Know’ hacia la mitad y la bailable ‘Something Good Can Work’ en penúltimo lugar. El grupo logró hacer de aquellos punteos su seña de identidad, pero en los últimos tiempos se ha mostrado más escurridizo en una nueva faceta electrónica representada por singles como ‘Talk’ o ‘Satellite’. Esa otra vena casa perfectamente con un sencillo pero efectivo set de luces de neón y proyecciones de colores, tan vivos como sus últimas imágenes gráficas, y divertido como sus recientes videoclips.
Caravan Palace eran un grupo adecuado para actuar a la una de la madrugada dada su mezcla de ritmos electrónicos con clásicos como el swing y el jazz, y su cantante no dejó de usar su dominio absoluto del castellano para animar a la gente pese a que la banda es francesa; y como cierre antes de los dj’s fue el turno de Kaiser Chiefs, que casi, casi nada más salir se arriesgaban a soltar uno de sus grandes temas, ‘Everyday I Love You Less and Less’. Después sonaron cortes con algo menos de lustre como ‘Golden Oldies’ y ‘Wait’, y ahí, de madrugada, es cuando se echó de menos un concierto con algo más de electrónica (La Casa Azul, Miss Caffeina o un Joe Crepúsculo) que les hubiera servido de contrapunto.