Yelle / L’Ère du Verseau

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Yelle / L’Ère du Verseau

6 años han tardado Yelle en superar el fiasco que supuso su colaboración con Dr. Luke. ¿O el trauma ha sido solo nuestro? Estaba claro que el productor de Katy Perry no tenía mucho que aportar a un proyecto genuino, que se había curtido a sí mismo, más francés que un croissant, y ‘Complètement Fou‘ no fue ni un éxito internacional ni tampoco precisamente su mejor disco sino todo lo contrario. La gracia de Yelle era su espontaneidad, sus percusiones viscerales y, más que los grandes escenarios, las salas de tamaño medio a rebosar de gente sudorosa. «Yelle regresa al país» es el título del reportaje sobre este álbum que ha hecho Le Monde, siendo esta una buena noticia para todos.

En este lapso el grupo de Julie Budet y Jean-François Perrier (GrandMarnier), con la colaboración también en co-autorías de Tanguy Destable, ha publicado varios singles, como ‘Interpassion’ o ‘Romeo’, pero es el formato largo en el que se termina de entender lo en forma que está la banda. Ya no les salen canciones tan directas como la adaptación de ‘A cause des garçons’ o ‘Ce jeu’. Ahora se les da mejor amasarlas con tranquilidad, para que al final les crezcan, como sucede en este álbum por ejemplo con ‘Peine de mort’, un tema que decide levantarse hacia el final tras pasar un par de minutos haciendo cosquillas. Cosas de la madurez, supongo, algo poco deseable para un proyecto hedonista como el suyo. Por suerte, Yelle siguen siendo los mismos de siempre en todos los sentidos, por mucho que las producciones sean algo más sofisticadas y menos obvias.

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‘L’Ère du Verseau’, «La Edad de Acuario», vino presentado por un single que hacía tan poca pupa como ‘Je t’aime encore’, un tema que comenzaba con un piano lánguido que ni ‘Pyramid Song’. Parecía que en cualquier momento podía explotar como un piano-house de The Rapture… pero no. Es, a la larga, una buena canción de Yelle, ambigua en su cometido, pues suena como dedicada a alguien con quien has pasado mucho tiempo sin darse la persona cuenta de lo que tiene delante, y a la vez pretende ser una misiva a Francia, donde el grupo no termina de ser precisamente un superventas tamaño Indochine, pese a la considerable repercusión internacional que han tenido. A diferencia de estos, Yelle tienen muchos más fans en México, Los Ángeles, Chicago y en la pequeña Estocolmo que en Lyon o Burdeos (o Bruselas).

Y lo mejor es que el grupo mantiene bastante intactas sus herramientas de conquista. La mejor canción del álbum es ‘J’veux un chien’, una producción sofisticada, en la línea del synth-pop más sugerente (de Röyksopp a Jarre) que va armándose hasta gozar de su clímax. Budet nos está cantando que quiere «un animal, un perro, un animal que le haga bien», solo para «ser su perra también», como en aquel grandioso meme del año pasado, que tanto se ha imitado. Más obvio es el sencillo ‘Karaté’, de percusión loca marca de la casa y efluvios de acid, electro y deep house. El tema, un «grower», recuerda a los tiempos desafiantes de ‘Je veux te voir’, en la que ridiculizaban a un rapero por tenerla pequeña: aquí retan a alguien que cree que lleva un kimono de pelea, pero está en pijama.

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Frente a una zona media en la que escuchamos una adaptación llena de cacharrería de Tony Hymas sobre la vida de gira (‘Mon beau chagrin’), una juguetona ‘Vue d’en face’, la medio oriental y mística ‘Menu du jour’ y la machacona ‘Noir’, canciones como propias de la Róisín Murphy menos accesible, también un referente en estilismos; llaman la atención más bien el comienzo y el final del álbum. ‘Emancipense’ es un techno de coros afropop que recuerda el poder de la pista de baile («tienes la oportunidad de ser tú mismo cuando bailas»), y las dos últimas canciones están entre lo mejor que han firmado Yelle. La mencionada ‘Peine de mort’ «abole la pena de muerte, pero no los colores» en un tema que se postula a sí mismo como «caliente» desde una posición un tanto «stalker»: “haces deporte, lees, haces muchísimas cosas / ves a muchos amigos pero nunca llegas tarde a casa”, dice antes de un minuto y medio final electrizante. Y la final ‘Un million’ es un descubrimiento, una de las canciones más poéticas de Yelle, martilleante como un hit de Art of Noise, un cruce perfecto entre una producción de The Knife y una trance de Rihanna (versionado por The xx). «He encontrado mi alma… bajo una manta», concluye el álbum, y no podemos estar seguros de tal lugar, pero sí del hallazgo.

Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘J’veux un chien’, ‘Karaté’, ‘Un million’, ‘Peine de mort’
Te gustará si te gustan: Hot Chip, Róisín Murphy, Röyksopp
Youtube: vídeo de ‘Karaté’

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