Róisín Murphy no iba a sacar jamás un disco bailable que apelara a las necesidades comerciales del momento. Ni falta que hacía. En ‘Róisín Machine’, la cantante y compositora irlandesa ha optado por realizar un generoso homenaje a los orígenes de la música disco y de la música house, y junto al mítico productor de Sheffield DJ Parrot aka Crooked Man, un nombre fundamental en la creación del «sonido Warp», ha levantado un monumento a la pista de baile que lleva a los oyentes a la época en que discotecas como Paradise Garage o Studio 54 se abarrotaban de gente queer que acudía a la pista de baile para bailar, bailar, bailar… y para sudar y sumergirse en el ritmo de la noche como si no existiera el mañana. Sin canciones diseñadas para su posicionamiento en playlists o radios ni producciones diluidas para satisfacer el paladar de la generación con déficit de atención, ‘Róisín Machine’ es la mejor carta de amor posible que Róisín podía haber dedicado a la discoteca… y también a sus fans y a sí misma.
Cuando Róisín cargó contra varios medios hace unos años por la falta de atención a su trabajo, buscando reivindicarse a sí misma, cuestionamos sus palabras por ignorar las necesidades de la industria actual. Róisín siempre será una artista a reivindicar, tanto por su trabajo en Moloko como por su carrera en solitario, pero hay que celebrar que ‘Róisín Machine’ no haya optado por regodearse en su propia extravagancia como aquellos singles bailables que la artista publicó en 2017 producidos por Maurice Falton, los cuales molaban pero en absoluto sonaban hechos para todos los públicos. Las canciones de ‘Róisín Machine’ no huyen de la nostalgia y la familiaridad, hasta el punto de que el disco se enmarca en dos canciones que el mundo ya conocía: la versión original de ‘Simulation’ salió en 2012 y la de ‘Jealousy’ en 2015. Su publicación en este álbum supone una especie de milagro para todo fan de la música pop: ¿cuántos artistas recuperan sin ningún tipo de vergüenza dos singles antiguos para incluirlos en un lanzamiento posterior, años después? Y lo mejor es que tanto ‘Simulation’ como ‘Jealousy’ ya eran dos temazos que no merecían caer en el olvido, aunque en su versión nueva, ‘Jealousy’ especialmente pierde: suena acelerada, como con prisa por terminar, lo cual es lógico pues la original duraba 11 minutos… ¿pero la actual tenía que acortarse hasta los 4?
‘Simulation’ sí es una apertura perfecta al universo de ‘Róisín Machine’: el tema arranca con una cita a la letra de ‘Murphy’s Law’, ya icónica: «siento que mi historia sigue sin ser contada, pero yo crearé mi propio final feliz». Una posible referencia al estatus de artista infravalorada de Róisín, el cual la artista probablemente ya no se tome tan en serio como antes. En cuanto irrumpe la base house de ‘Simulation’, el tema nos lleva de pleno al núcleo de la noche, al interior de una discoteca donde todo sucede a cámara lenta y hay mucha gente sudada y medio en bolas liándose a tu alrededor. Róisín canta: «esto es una simulación, esto es solo una ilusión, es solo un engaño, esto es el reino de mis sueños más salvajes». ‘Simulation’ representa la fantasía que a todos nos gustaría vivir en tiempos de coronavirus. Cuando llega el conmovedor «middle 8» es posible que la emoción se apodere de ti, antes de que la base vuelva a ponerse en marcha con su pulso sísmico. La fiesta continúa aún con lágrimas en los ojos y parece que va a durar hasta el amanecer.
‘Róisín Machine’ es un homenaje a muchas cosas: estéticamente es una carta de amor a la ciudad industrial de Sheffield, el verdadero «motor de Gran Bretaña»; pero también a la fotografía punk de Cosey Fanni Tutt y Derek Ridgers. El título podría ser una referencia a ‘The Man-Machine’ de Kraftwerk, pero es ante todo un homenaje a la propia autora como consumidora insaciable de arte radical. Y musicalmente, la secuencia del disco fluye sin cortes como un set de Larry Levans en el que suenan aquellas canciones de disco y house que lo petaban en la época de los 12″. Sin embargo, las referencias pueden ser incluso más improbables, tanto como que ya en la pista 2 el disco nos deje sin baile que llevarnos a la boca: ‘Kingdom of Ends’ se titula con el nombre de una teoría de Immanuel Kant, es de hecho un homenaje al fallecido escritor y teórico cultural británico Mark Fisher, pues él empleaba constantemente ducho concepto, y la producción musical carece de base rítmica: la canción se compone de una serie de capas de sintetizador ingrávidas que crecen hasta romper en un «drop» que nunca llega, optando por caer en picado. ‘Kingdom of Ends’ interrumpe la fiesta demasiado temprano, pero ofrece algo nuevo, una especie de gospel-house deconstruido que parece reírse en nuestra cara.
La fiesta de ‘Róisín Machine’ vuelve a ponerse en marcha en ‘Something More’, una oda a la insatisfacción crónica y también una estupenda canción de post-disco musculado que no abandona el sentido del humor. La artista quiere «una corona en mi cabeza y mil millones de dólares en el banco» e incluso «un castillo perdido en España», pero a la vez quiere «algo más». Estaba claro que nada en la vida haría feliz a Róísín más que la pista de baile, y ‘Shellfish Mademoiselle‘ es su glamurosa respuesta a los tiempos que vivimos: «¿cómo te atreves a condenarme a una vida sin bailar?», se pregunta antes de plantear: «ya sé que no debería bailar en un momento como este, ¿pero cuándo va a ser un buen momento?». La producción de DJ Parrot en ambos casos es elegante pero también sucia, como las discotecas a la que nos llevan estos exquisitos «grooves» de post-disco que podrían durar horas, y que se crecen en los contrastes: si ‘Incapable‘, en el que Róisín hace el papel de diva que es incapaz de sentir amor por alguien, es la cristalización de Róisín como diva vocal, ‘We Got Together’ aparca la melodía para centrarse en el ritmo. Apenas atacando con cuatro frases que apelan al baile sin freno, este delirio de base hercúlea y cencerros representa el apogeo de la noche, su momento de mayor intensidad y perversión: la diva es una más entre la masa de gente.
Antes de concluir de manera acelerada con una versión de ‘Jealousy’ acortada de más, el tiempo sigue sin existir en el segundo tramo de ‘Róisín Machine’, donde Róisín y DJ siguen profundizando en su amor por la música de baile clásica. ‘Murphy’s Law’ es uno de los singles más certeros que ha publicado Róisín en años, un tema compuesto en 2007 como el propio DJ Parrot nos contaba en una entrevista, pero que ha sobrevivido una década para transformarse en un homenaje al post-disco de lo más elegante y divertido. Y ‘Narcissus’, más contundente, también aparece aquí para contarnos la «historia más triste jamás contada» e incluir unas cuerdas disco que suenan afiladas como cuchillos. Ambos reinciden en el papel de diva disco de Róisín de manera convincente, y el álbum se reserva una pequeña sorpresa con la pizpireta e intrigante ‘Game Changer’, que relaja la intensidad justo cuando el disco más lo pide. En este punto no cabe duda de que Róisín y DJ Parrot han construido el álbum de música disco inmersivo que buscaban, profundizando en ritmos e historias con todo el amor y respeto que les ha cabido en el pecho. Y el mensaje que querían transmitir llega sin perderse ni una sola letra por el camino.
Calificación: 8,6/10
Lo mejor: ‘Simulation’, ‘Kingdom of Ends’, ‘Shellfish Mademoiselle’, ‘Murphy’s Law’
Te gustará si te gusta: bailar
Youtube: video de ‘Narcissus’