Todo el mundo quiere a Low

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Todo el mundo quiere a Low

Me enamoré de Low, como mucha otra gente, en algún punto entre los años 2001 y 2002. Fueron los tiempos en que dieron a conocer su 5º disco ‘Things We Lost In The Fire‘, un álbum sobrecogedor como pocos, y rápidamente le dieron continuidad con ‘Trust’. Aprendíamos lo que era el slowcore con ellos y quizá porque yo tenía entonces 21 años y era muy impresionable, quizá porque fue histórico de verdad, recuerdo con especial cariño el concierto que dieron en un sitio que me era tan ajeno como el Colegio Mayor de San Juan Evangelista de Madrid. Ni perteneciendo a mi Universidad, la Complutense, había acudido nunca a aquel lugar, ni volví después del concierto de Low.

También conocido como «Johnny», con cierta tradición de jazz y teatro desde los años 60, el Colegio Mayor cerró en 2014 entre problemas de licencias con las instituciones de Madrid y con su dueña Unicaja, para sorpresa de nadie. Lo que sí nos ha dejado noqueados ha sido la muerte de Mimi Parker a la temprana edad de 55 años, a consecuencia de un cáncer que ya se había llevado por delante las fechas de la última gira del grupo. Pero ni por esas imaginábamos este final.

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Low eran una banda diferente en 2002 de la que conocemos hoy. El bajista Zak Sally, que llevaba en la formación desde casi los inicios, en 1994, desertó en 2005, siendo sustituido por varios músicos como Matt Livingston o Steve Garrington. Para la edición de su último disco en 2021, ‘Hey What‘, Low ya eran solo oficialmente el dúo formado por el matrimonio Mimi y Alan Sparkhawk. Y sabíamos que eran igual de insustituibles los dos. Alan, en primer plano, sí, ¿pero qué habría sido de Low sin la cálida y maravillosa voz de Mimi a los coros o incluso a la voz principal en algunas composiciones, como por ejemplo ‘Lullaby’? ¿Ni sin su característica seca percusión?

Low fueron esquivando etiquetas como el mencionado slowcore o el post-rock con discos tan redondos como ‘Drums & Guns’ (2007) o tan ambiciosos como ‘Double Negative’ en 2018. Un álbum en el que, con 50 años de edad, se reiventaban casi por completo jugando musicalmente con el concepto de “negativo fotográfico”, ambient y sonidos eliminados en lugar de añadidos. La experimentación total, en contraposición a su exquisito gusto melódico.

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Una conversación por Twitter con Dorian Wood les inspiró a hablar de los roles de género en su último disco ‘Hey What’. Para entonces ya teníamos muy claro hacía mucho que el discurso de Low no se iba a agotar nunca, como sí lo había hecho el de otros grupos procedentes de los mismos movimientos. De manera insólita, parecían estar en el mejor momento de su carrera, como si nada.

En nuestro corazón, permanecieron siempre canciones tan maravillosas e íntimas como ‘Closer’, ‘Like a Forest’, ‘Dinosaur Act’ o ‘Sunflower’ de aquel ‘Things We Lost In The Fire’, mientras se sumaban en los últimos discos otras como ‘Disarray’, ‘Days Like These’ o ‘White Horses’. Los conciertos siguieron enmudeciendo a un público español en general hablador y díscolo, y fueron muchos los momentos inolvidables, por ejemplo en la Sala Galileo Galilei o en otro show en el Círculo del Arte de Toledo, de formas eclesiásticas, tan acordes a la conocida fe del grupo mormón. En cierta ocasión, Alan se desmoronó y prácticamente rompió a llorar agradeciendo al público de nuestro país su fidelidad porque así podían dar una buena educación a sus hijos en Estados Unidos.

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Entrevistamos a Low varias veces, normalmente era Alan quien solía aparecer al teléfono, aun así timidísimo y retraído, rozando la tartamudez. Recuerdo nuestra primera conversación a través de Skype con enorme emoción, mucho tiempo antes de aburrirme de este género periodístico, casi siempre en modo promocional. Me fascinaba la idea de imaginarle hablando por el móvil en su retiro en un bosque de Duluth. No recuerdo hablar con él sobre Bielorrusia ni sobre Autechre, pero recuerdo perfectamente cómo me hablaba de la nieve en aquel lugar, y cómo le preocupaba que ya no nevara tanto como antes. Estaba hablando con la mitad de Low, el mito.

El pasado año sí pudimos hablar con el matrimonio vía Zoom y mi compañera Mireia Pería describía a Mimi en una posición secundaria, pues fue de nuevo Alan quien tomó las riendas de la conversación, como suele pasar con el vocalista principal. Pero Mimi sí habló, por ejemplo, del grado de popularidad de la banda (“Llevamos mucho tiempo haciendo esto. Y nunca, la verdad, hemos sido enormemente populares. No tenemos un hit del que la gente pueda decir: “¡Esto es lo que son!”). Algo que casa con la disparatada lista de lo más escuchado de Low en las plataformas de streaming. Y además fue Mimi quien pronunció las últimas palabras de la entrevista, hablando de su conocida fe: “Sinceramente, nosotros rezamos. Por nuestra música, para que llegue a la gente… Es una fuerza muy positiva”.

Esa fuerza positiva nos acompañará para siempre porque desde luego su música es de la que nos ha llegado, de la que no se pasa, de la que se queda para siempre. Incluso en un momento tan difícil como este para Low, Alan ha tenido unas palabras de amor para su público, pidiendo a través de Instagram que compartamos su mensaje positivo con aquellos a quien queremos. “El amor es realmente lo más importante”, decía, haciéndonos recordar que con este grupo jamás existieron las modas, las tendencias, ni el odio, ni el aburrimiento. En un mar de idas y venidas, en un océano de artistas que ocupan portadas y luego se olvidan, confundiéndose con otros y perdiéndose por el camino, ¿quién tuvo alguna vez una palabra que no fuera de amor hacia Low?


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