25.000 personas agotaban este sábado todo tipo de entrada disponible para el Low Festival. El concierto más concurrido de la jornada más concurrida que recuerdo en este evento de Benidorm fue en este caso para Lori Meyers. El Escenario Vibra Mahou completamente abarrotado acogió el despliegue de hits de los de Noni, entre los que destacaron ‘Luces de neón’, ‘Siempre brilla el sol’, ‘Emborracharme’ o ‘Mi realidad’. Las de siempre, vaya, ¿pero cuánto encanto tiene ese momento en que dejan que sea el público el que cante «con las ganas que ahora tengo de follarte»?
Como Viva Suecia la noche anterior, Lori Meyers demostraron de qué manera los grupos españoles dominan los festivales de este tipo, en las antípodas de espacios como Primavera Sound. Un sonido mejor ecualizado que el de cualquier grupo internacional, unos músicos curtidos durante años en la carretera, y el cariño de un respetable que en este caso lleva más de 2 décadas coreando los mismos hits son las claves del fenómeno. Hoy viviremos lo mismo con Vetusta Morla.
Hablando de profesionalidad, Django Django ofrecieron uno de los mejores sets del Escenario Mini, con el punto justo entre psicodelia sesentera y dosis de bailabilidad. Ora parecían Animal Collective, ora Hot Chip. Vestido completamente de blanco, el grupo dejó vibrar guitarras twang, bajos y todo tipo de percusiones fantasía, como maracas y cencerros. Entre temas como ‘Slipstream’ y ‘Dumdrum’, se colaron unas notas de ‘Around the World’ que nos hicieron sonreírnos recordando lo que había pasado con Daft Punk justo en el mismo sitio, el día anterior.
Mucho menos vibrante fue el concierto de Placebo, marcado por un repertorio caprichoso, demasiado entregado a su disco ‘Never Let Me Go’, bastante desconocido para la mayoría festivalera. Canciones como ‘Happy Birthday in the Sky’ y ‘Surrounded by Spies’ fueron verdaderas piedras en el camino, mientras las composiciones de su segundo disco -por ejemplo- brillaban absolutamente por su ausencia. Supongo que al dúo le hace ilusión autoconvencerse de que lo bueno de su carrera comenzó en el año 2003 con ‘The Bitter End’, pero nada bueno puede decirse de un setlist que solo despierta con una versión de Tears for Fears y otra de Kate Bush. Yo no estaba allí para escuchar ni ‘Shout’ ni ‘Running Up that Hill‘.
En el lado positivo de la balanza, la actitud de Brian Molko y Stephan Olsdal, y el afecto que siempre han mostrado hacia el público español y que es mutuo. No pararon de hablar en castellano, insistiendo por ejemplo en que ellos son europeos y no británicos, y no podemos sino agradecerles sus recientes palabras sobre Meloni en un ambiente tan politizado. Espero que nadie les pase este texto. Pasadles mejor este.
Pipiolas habían actuado unos minutos antes que Placebo en el Escenario Elfbar. Y lo habían hecho en formato quinteto con bajo, batería y guitarras, pero también con algún número de electrónica pop reducido al mínimo. Recordaron con esa versión de Cyndi Lauper que «las chicas tan sólo quieren pasárselo bien» y dedicaron ‘Club de los 27’ al mundo de la modernidad y las apariencias. Exactamente a la gente que «te hace sentir fuera».
Yuksek alternó house, electro y ritmos brasileños en el Escenario Ellesse que vale tanto como de transición como de concentración de la fiesta (casi tanto como los dj’s de la VIP POOL). Aunque para fiesta, la que se montaron La Élite a las 3.30 de la madrugada en lo que pudo ser el concierto más divertido de todo el festival. Me perdí, por verlos, a Ladilla Rusa sacando a María Jesús y su Acordeón, pero mereció la pena.
El dúo saltó al escenario con ropa deportiva y un poco de aquella manera. «Estoy muy borracho», resumió el alto. «Estoy gordito», anunciaba el bajo mientras se quitaba la camiseta. Las canciones de La Élite, que hablan sobre ser feo (‘Contento de ser feo’), robar cerveza (‘Six Pack’) o matar a tu jefe (‘Mata a tu jefe’) están en este mundo para hacernos reír, y anoche lo consiguieron tanto por sí mismas, como por las presentaciones entre canción y canción. La Élite confirmaron que no quieren nada con VOX («Que nos la chupen los de VOX y que os coman el coño, fascistas de mierda»), pidieron cigarros a la gente y se toparon con que también les lanzaban vapes (el vape lo devolvieron), se burlaron del mismo contexto festivalero en que se encontraban («Rollito indie» fue el sintagma más repetido de la noche) y de la lanza de condones («lo guardamos, por si acaso»). Nada podía salir mal desde que saltaron al escenario cantando la de «Carla Bruni, déjame vivir» y nada salió mal, ni por asomo.