El tercer disco de Billie Eilish llega esta noche al mercado sin singles de adelanto. Algo que gana sentido cuando lo escuchas, pues por un lado el álbum es continuista de aquello que se llamó bedroom pop y por otro presenta suculentas novedades.
Podemos apuntar que las canciones más arriesgadas y sorprendentes son ‘Chihiro’ y ‘L’amour de ma vie’, pero quizá si se hubieran presentado como adelantos hubieran elevado demasiado las expectativas en torno al riesgo que llega a correr ‘Hit Me Hard and Soft’. Un disco que no es otra cosa que lo que dice su título: una sucesión de golpes «duros» y más «suaves».
‘Lunch’, el tema en el que habla de la chica que le gusta y que asienta su identidad queer, tiene una deriva un tanto punkie. Se ha colocado en Fortnite, por lo que parece que será el single principal. Pero no, este no es el disco de rock de Billie Eilish. En absoluto.
De hecho, el tema que se usa en un teaser de ‘Heartstopper’, ‘Birds of a Feather’, no tiene nada que ver. Es una canción que podemos encajar en la Billie Eilish amable y cuca, con su melodía tan agridulce. La letra dice tanto “te amaré hasta que me muera” como “no sé por qué estoy llorando, es que no creo que pueda quererte más”. En su compleja felicidad, tampoco termina de representar el álbum por completo.
El disco de Billie Eilish contiene varios temas con su identificable sensación de intimidad y susurros. Es el caso por ejemplo del corte inicial, el agradable y luminoso ‘Skinny’, que incorpora una sección de cuerdas; y también de ‘Wildflower’, mucho más fantasmagórica en su coda, que aparece tras un falso final.
La gran sorpresa la dan ‘Chihiro’, cuando después de una serie de bajos marcados, presenta una deriva electrónica en la estela de Jean Michel Jarre o Daft Punk. Y sobre todo ‘L’amour de ma vie’, una canción de jazz pop o neo-soul que no está en francés, pero al final se vuelve más loca que los protagonistas de una película de Éric Rohmer. Es su gran rave.
Alguna de estas 10 canciones tira por sorpresa por el reggae (‘The Diner’), mientras que en ‘The Greatest’ el final es más bien prog o glam. Si fuera una canción de ‘Barbie’ no sería ‘What I Was I Made for’, sino ‘I’m Just Ken’.
Y aun así, los experimentos no parecen descolgados, pues hay cierta línea de continuidad. ‘Bittersuite’, la penúltima pista, tiene algo del reggae de ‘The Diner’, pero luego añade una coda electrónica en la línea de ‘Chihiro’ y ‘L’amor de ma vie’… y que adelanta la melodía del último tema. Este, también mutante, recibe el nombre de ‘Blue’, así que tampoco podemos estar ante el disco «feliz» de Billie Eilish, ni tampoco ante el más electrónico porque todos lo fueron.
Lo seguro es que es el más conciso, solo 10 pistas, pero no por ello el que menos experimenta. Es el álbum en el que la autora de ‘Billie Bossa Nova’ parece querer poner sobre la mesa que no dejará estilo sin explorar sin perder su sello.