Las crónicas de los conciertos del Festival de Benicàssim 2016 las publicamos a diario de viernes a lunes, en algunos casos prácticamente en directo. Pero al margen de los triunfos de Massive Attack o Delorean y las pequeñas decepciones de Major Lazer y Kendrick Lamar, hay una clara noticia: la subida espectacular en espectadores, produciendo una remontada inesperada hasta para los que siempre hemos defendido este festival como el más divertido del país.
Sumando cuatro días, el FIB ha contado 170.000 asistencias durante el pasado fin de semana, entre ellas las 46.000 -casi sold-out- del sábado. Este año han ido hasta Pedro Sánchez y Andrea Levy. En 2014, varios medios informaban de una caída en las asistencias del FIB desde 2011 de 200.000 a 120.000, llegando a 115.000 el año pasado, si bien al menos en 2015 subía considerablemente la proporción de españoles. En 2013, como todos recordamos, incluso peligró su celebración. ¿Qué ha producido esta espectacular remontada que vuelve a colocar el Festival de Benicàssim por delante de Sónar en asistencia diaria (115.000 en tres días) o Bilbao BBK Live (103.000 en tres días)? ¿Era el cartel mucho mejor que los años que se contó con Florence + the Machine, Blur y Portishead (2015), como para provocar esta diferencia de público? ¿Y que los años en que vimos a M.I.A., a Bob Dylan y a Arctic Monkeys? ¿Seguros? Ofrecemos una serie de posibles razones alternativas.
1.-La fiebre festivalera
Regularmente asistimos a la cancelación de algún que otro festival por problemas burocráticos o por falta de público. La imagen frente a los medios es de «burbuja festivalera». La otra cara de la moneda es la fiebre festivalera: si el Primavera Sound ha vendido más de 50.000 entradas por día y ha agotado abonos con meses de antelación lo lógico es que haya gente que se quede con mono de festival. Además, hay gente ya no se siente tan amenazada por la crisis económica como hace 4 años.
También es significativo que Mad Cool haya contado con 35.000 asistentes por día cuando Summercase sumaba 12.000 en la misma Madrid. Parece que este año había ganas de macrofestivales: todos los grandes presentan cifras decentes, algunos sin contar con un cabeza de cartel que no hubiéramos visto ya, entre ellos el mismo FIB.
2.-La incertidumbre de Arenal Sound
Arenal Sound ha de desarrollarse sin incidentes, pero la incertidumbre ha rodeado este festival desde el mismísimo febrero. A pesar de que su ritmo de venta siempre es bueno, imagino que muchos no han tenido demasiadas ganas de comprar billetes de tren o autobús para desplazarse a él sin la certeza de que se iba a celebrar.
Para despistados, sólo 28 kilómetros y una semana un par de semanas separan los carteles de Burriana y Benicàssim.
3.-El precio
El FIB ha tenido que competir durante los últimos años con otros festivales que se celebran en la Comunidad Valenciana o Murcia con una entrada mucho más barata. No es lo mismo que un festival valga 40 euros, que 60 euros, que 150. El Low, el Arenal Sound y el SOS han conseguido un público español joven y sin posibles al que el FIB está intentando llegar por varias vías: los descuentos para residentes en la Comunidad Valenciana, el pago fraccionado y los abonos «early birds» que ya se promocionaron el año pasado al término del festival y también este. Ahora mismo es posible comprarse un abono del FIB 2017 por 85 euros, algo impensable hace unos años para un festival de 4 días completos y tantísimos escenarios.
También hay que mencionar las más de 30 formas de vender entradas por todo el país que han ingeniado.
4.-La presencia de Muse
Mal que nos pese a mí y a muchos que no tenemos ningún interés por ir a un concierto de Muse, lo cierto es que la banda de Matt Bellamy es de las pocas que sigue vendiendo 1 millón de copias de todo lo que saca a día de hoy, lo cual multiplica por tres o cuatro las cifras de Blur, a los que no hemos visto recientemente llenar un Palacio de los Deportes por su cuenta. Dos días seguidos. Las cifras cantan y a pesar de que los sábados son por motivos evidentes la cumbre de todo festival, el sábado hubo 46.000 fibers en Benicàssim, 6.000 más que otros días.
Mención especial para la malísima suerte que tuvo el FIB programando a Arctic Monkeys dos meses antes de que saliera ‘AM‘: otro gallo les habría cantado si ‘AM’ hubiera salido en marzo en lugar de en septiembre. El disco terminó vendiendo 2 millones de copias en los tiempos que corren y el NME tuitea hoy que es el disco de la década, nada menos.
5.-La personalidad del equipo que permanece en Maraworld
Tras la venta de los hermanos Morán, el FIB ha pasado por varias manos británicas, de Vince Power a Melvin Benn. Pero todo responsable de prensa sabrá que en su organización permanece una parte del personal intacto, al menos de puertas para fuera muy poco quemado y más feliz que una perdiz. Supongo que la permanencia en la organización desde hace 22 años de gente como Aldo Linares y Joan Vich, muy conocidos en el mundillo el primero por su labor de DJ (siempre ha pinchado en el FIB) y también músico, el segundo por su labor de booking y management (su último hit son nada menos que las Hinds, él mismo también tocó en Single, Jonston, etc); tiene algo que ver con que algunos sigamos descubriendo a artistas en pleno 2016 gracias al FIB: Teleman, Le Galaxie, Gaspard Royant (foto debajo), La Femme, Rat Boy o AllttA son algunos de los artistas de este año que han tenido una presencia limitada en la prensa especializada.
6.-Los grupos españoles y la carpa Madrid vs Barcelona
La asistencia de público británico ha producido que hayamos visto conciertos de grupos españoles un tanto desangelados en el Festival de Benicàssim: Parade o Alberto Montero son algunos de los que nos vienen a la mente. A la organización se la pela: su apuesta por la mejor música nacional es clara y este año se ha llevado la palma. Entre Zahara, Hidrogenesse, Chucho, Doble Pletina, Delorean, El Guincho y un larguísimo etcétera -unos con poco público, sí, pero otros con llenazo-, casi daban ganas de preguntar por qué no habrán ido Triángulo, León Benavente, Odio París o C. Tangana al FIB. Es que terminabas antes diciendo qué grupo español NO ha actuado este año en Benicàssim.
Muchos tocaban en una carpa Razzmatazz meets OchoyMedio, una idea tan boba como eficiente. Otros festivales carecen tontamente de una carpa de pop donde escuchar hits, bailar, ligar, whatever, que ejerza además de punto de encuentro entre instagrammers, tuiteros y usuarios de otras redes sociales de Madrid, Barcelona y otros puntos del país que hace tiempo que no ves o quieres conocer. Los British (y muchísimos, muchísimos irlandeses, teniendo en cuenta los 4 millones que son), más pedo que Alfredo, también se pasan por allí: no en vano, casi no se pincha nada en castellano.
En este punto cabría añadir la gran cantidad de público de unos 25 años que acude desde la Comunidad Valenciana. Hace unos 15 años, el FIB parecía un encuentro de gente de Madrid, salía hasta una decena de autobuses por hora de Conde de Casal y los trenes partían de Atocha hasta los topes de fibers. Ya no. Hay una serie de treintañeros y cuarentones que ya nunca jamás cambiarán el Sónar o el Primavera Sound por Benicàssim, pero luego está esta otra gente que, ¡oh!, tenía 5 años cuando nació el FIB, siempre ha oído hablar del festival porque siempre ha estado ahí y que ahora se ha hecho fiber y acude bien a ver a Vetusta Morla el año pasado, bien a ver a La Habitación Roja y Zahara este.
Qué bonito es esto de la música • 📷 @hairpelopo •
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7.-El escenario South Beach
El año pasado el escenario South Beach, el de las mini piscinas llenas de suciedad, fue la gran revelación. Creo que ya lo dije pero lo repito: lo único que me pudo sacar de allí dentro fue la labor periodística. Si no, creo que seguiría allí plantado. Este año se ha ampliado… tanto, tanto, que quizá ha perdido algo de magia, de «rincón secreto», pero en cualquier caso la apuesta por dj’s y la electrónica tanto de la «pool party» como del otro escenario han sido algunas de las cosas más elogiadas de la red. La sesión final de Daniel Avery al amanecer el lunes fue celestial.
8.-El juego que dan los guiris
Me alucina leer que la red ve, en general, como algo negativo el alto porcentaje de público británico o irlandés que acude al FIB (48%). Algunos hasta se jactan de hacer comentarios que podríamos catalogar como racistas. En 15 años como asistente al festival sólo he tenido una mala experiencia con un grupo de hooligans (me quitaron unas gafas, de ver, ni siquiera de sol, aunque enseguida me las devolvieron). Para el resto, sólo tengo buenos recuerdos -enriquecidos además en la era selfie- entre sombreros con forma de gallina, colchonetas hinchables con forma de banana, colchonetas hinchables con forma de tiburón, heterazos de 2 metros travestidos con el maquillaje corrido por toda la cara, gente guapísima medio desnuda saltando de felicidad dentro de cubos de basura, cascos hechos con sandías… Yo no sé qué imaginabais de un festival cuando leíais sobre Glastonbury y Woodstock, pero yo sí me imaginaba esto.
9.-La organización ejemplar
No me quito esta frase sobre la cuasi tragedia del FIB 1997 de Sr Chinarro de la cabeza, recogida en el famoso libro de Nando Cruz: «ahí no murió nadie porque está claro que los hermanos Morán nacieron con estrella. Este festival lo monto yo y mueren 300». Como traumatizados por la tormenta que derribó un escenario aquel año, la organización del FIB ha sido desde entonces totalmente ejemplar: el sonido es excelente en todos los escenarios principales (si alguien suena mal sabes que es cosa del grupo o de su técnico), la comida es más que decente, se contratan decenas de camareros de más, ni con 46.000 personas en el recinto jamás hay que esperar por un bebercio, no hay que esperar para mear, el personal en general es tan agradable que parece seleccionado en un cásting de simpatía, el Samur te da condones y Omeprazoles si pones cara de pena y este año hasta había buen vino y a la temperatura adecuada a pesar de las vicisitudes. ¿Alguien de Mad Cool ha pensado en pasarse por este festival con un bloc de notas?
10.-La esperanza de que abriera el chiringuito
Mi gran pero de la edición 2016, además de algo más de pop «femenino» tipo Katy B, Sia, Christine and the Queens, es que este año no ha abierto el chiringuito de los karts, donde es tradición tomar la última caña cuando cierra el FIB a las 7. Al menos hasta las 10 de la mañana este año no abrió ni un solo día cuando lo normal es encontrárselo abierto hacia las 8 de la mañana.
El FIB se diferencia de otros festivales por garantizar la diversión más allá del cartel (recuerdo como una de las noches más divertidas de mi vida el año de cancelación por viento, allí todo el mundo hablaba con todo el mundo, la gente corría por todas partes como si fuera el apocalipsis pero en bikini y partiéndose la caja), y debería hacer oficial un simpático after donde tomar la última y del que retirarse cuando a cada cual le dé la gana.
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Foto principal: Casilda Maravall.