Adiós a la serpiente, a todo aquel enredijo de la nueva Taylor Swift informando de que la vieja Taylor no se podía poner al teléfono porque había «muerto». Tan «nueva» nunca fue si lo que utilizaba para comunicarse era un teléfono fijo y tan «muerta» no estaría si la vieja está de regreso tan sólo dos veranos después. Claramente influida por el hecho de que la agradable ‘Delicate’ haya sido la gran superviviente de la era ‘reputation’, Taylor ha hecho un disco sobre el amor. En la primera página del libreto del CD de ‘Lover’ se incluye una misiva de la artista en la que nos habla del reencuentro con los diarios de su infancia y adolescencia, de cómo se centran en el romance y el amor y de cómo ha decidido que el amor guíe su vida. La autora de ‘Bad Blood’ dice ahora que «sobre todas las cosas, de verdad, de verdad (sic) deseamos que nuestras vidas se llenen de amor»; que quiere que la definan «las cosas que ama, no las que cosas que odia». Una cita, la de esta carta, que llega a cerrar el disco al final de la pista ‘Daylight’.
«Qué valor», pensaréis. Con lo que significó ‘Look What You Made Me Do’ el histórico día de su salida, con sus entretenidos dardos envenenados a Kanye West y Katy Perry. Al final ha resultado que ‘Look What You Made Me Do’ no solo fue una canción espantosa, sino además una pérdida de tiempo. Si hubiéramos sabido que tan sólo un disco después íbamos a ver en un videoclip a Katy Perry y Taylor Swift abrazadas disfrazadas de hamburguesa y patatas fritas, igual nos hubiéramos ahorrado un jamacuco. Ahora Taylor nos dice que hay coronas para todas, que basta de odio y que relajemos la raja. Nosotros («why are you mad? / when you could be GLAAD?»). Por suerte, ni esta ‘You Need to Calm Down’ que rima «shade» con «gay», totalmente insignificante comparada con ‘God Is A Woman’ de Ariana Grande; ni el single ‘ME!’ con Brendon Urie, a estas alturas solo apto para fans de Hannah Montana y Violetta y personas que crean que es muy justo que la banda sonora de ‘The Greatest Showman’ fuera el disco más vendido de todo el año 2018; están entre lo mejor que puede ofrecer ‘Lover’.
Como ya sucedía en ‘reputation’, las canciones más interesantes del séptimo disco de Taylor Swift no son los singles. Y aquí tampoco las que aspiran a ser correctos cuartos, quintos o sextos sencillos, como la electrónica ‘Cruel Summer’ escrita junto a St. Vincent, que cuenta con unos graciosos coros un tanto Daft Punk; ‘The Man’, sobre lo que implica en la industria ser mujer, con curiosos coros apitufados; o la divertida ‘London Boy’, en la que se contraponen clichés americanos con británicos a raíz de haberse echado Taylor un novio inglés, el actor Joe Alwyn. Sólo ha faltado una rima de «cut» con «uncut» para que la canción sea tan chanante como aquel insólito pseudohit de The Teenagers.
Lo bueno en serio viene cuando Taylor se relaja, deja de pensar en las listas, y muestra su versatilidad como artista. La sensación generalizada es que Swift ha seguido la senda abierta por la parte synth-pop de ‘1989’, que era lo mejor de aquel disco (‘Style’) y también por la parte más amable de ‘reputation’ (la infravalorada ‘Getaway Car’, ‘This Is Why We Can’t Have Nice Things’). Pero ‘Lover’ abre muchas otras vías. ‘Paper Rings’ y su defensa de lo sencillo recuerdan a Katrina and the Waves solo porque estos se inspiraban en los girl groups de los 60, y así la referencia a la Motown de la mencionada ‘London Boy’ logra tener sentido. ‘Miss Americana and the Heartbreak Prince’ podría ser un tema de Melanie Martinez, a la postre como remezclado por The Go! Team. ‘Death by a Thousand Cuts’ es una canción tan cuca como ‘The Last Laugh of the Laughter’ lo era en ‘The Man Who’ de Travis o ‘Heart of the House’ en el segundo álbum internacional de Alanis Morissette. ‘False God’ alterna saxo y cadencias actuales para hablarnos de su pareja sin la ñoñería de otras canciones del disco. Y casi al final ‘It’s Nice to Have a Friend’ es una canción muy apañada entre arreglos playero-tropicales, guitarrita y esa bonita trompeta que emerge, inesperada. Una pena que como pista 17 (!) parezca ya simplemente un bonus track, pero estamos en la era streaming y hay que sacar «equivalent sales» de donde sea aunque el relleno desplegado anteriormente termine por lastrar la calidad media de tu disco, por mucho que seas el puto amo o la puta ama. Saludos a Drake –este Drake-, que es citado en ‘I Forgot That You Existed’, un «filler» que osa ser nada menos que canción de apertura. Al menos, hace honor a su título.
Ante la ausencia de un buen primer single tamaño ‘We Are Never Ever Getting Back Together’, es en la zona media donde Taylor Swift se muestra como una compositora solvente y dominante que, la verdad, nos da igual que se rodee de Jack Antonoff, Joel Little, St. Vincent o quien sea. No necesitamos leer los créditos para comprobar que algunas canciones las ha escrito ella sola porque todo esto va de Taylor Swift, Taylor Swift y Taylor Swift. Así lo fue siempre, y por eso derriten el banjo de la colaboración con Dixie Chicks a los coros que Taylor ha dedicado al cáncer que sufre su madre, ‘Soon You’ll Get Better’; o la sencilla ‘Lover’, que hace pensar en la mejor Tracy Chapman y la mejor Suzanne Vega, y por alguna razón me ha hecho recuperar de manera obsesiva ‘We’re Not Supposed to Be Lovers’ de Adam Green. Es positivo, por supuesto, que la cantante haya evolucionado. Pero en estas dos composiciones queda claro que a veces, en el intento por llegar al gran público, suele pasarse de frenada.
Calificación: 6,5/10
Lo mejor: ‘Lover’, ‘London Boy’, ‘The Man’, ‘Paper Rings’, ‘Soon You’ll Get Better’
Te gustará si: pasaste de todo aquel chocho de la vieja/nueva Taylor y confías en la artista como artífice de melodías pop.
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