Miss Caffeina han dejado atrás todo tipo de prejuicios en ‘Oh Long Johnson’, haciendo el disco de pop electrónico que antes no se hubieran atrevido según sus propias palabras. ‘Detroit‘ fue un avance en ese sentido, pues fue un álbum en el que cabían como referencia tanto los Killers más poperos como los años 80 de Tino Casal; y el nuevo es un paso más en esa misma dirección. Para muestra el tema titular y primero en la secuencia, con unos desvergonzados teclados a lo Camela y frases como «a males de muchos, Consuelo Berlanga».
La deriva artística de Miss Caffeina es indisociable del hecho de que su líder Alberto Jiménez se haya convertido en uno de los portavoces más importantes de la comunidad LGTB+, aunque haya sido de manera un tanto involuntaria o por descarte (porque no hay muchos más cantantes jóvenes en España que se hayan atrevido a dar el paso), como ha sucedido a Javiera Mena. El caso es que muchas de las canciones de este nuevo álbum son una invitación a ser uno mismo, como el propio single ‘Merlí’, escrito en este caso por el guitarrista Sergio Sastre e inspirado en la serie homónima de la TV3, de vibrantes pre-estribillo en catalán y contundentes teclados; o el buzz single ‘Reina’, escrito en ese caso por Alberto.
Puede que no lo apreciáramos en las primeras escuchas, pero ‘Reina’ es una de las composiciones más bonitas que haya escrito jamás Jiménez, pues en ella vuelve a su pueblo, Talavera de la Reina, para enfrentarse a sus miedos, a los tiempos en que sufrió bullying, y de manera significativa, también a los tiempos en que volvió, arrogante, mirando a los demás por encima del hombro: «Volveré con más cordura / Más sereno y con arrugas / Pasearé por el colegio / Esta vez sin tener miedo / Volveré para enseñarte / Que al final hice algo bueno / Con todas tus frases hechas / Con todos tus golpes secos». Esta historia de Alberto hablando de aquel lugar «donde solía tener un padre, donde jugaba a ser cantante» puede ser la más personal que ha escrito pero es a la vez la más universal. Jiménez no ha escondido nada y ha tenido el valor de llamar a esto ‘Reina’ (sorry, Tracey Thorn, te ha salido más competencia), ¿pero quién, hetero o gay, grande o pequeño, hombre o mujer, no se ha estremecido al volver a pasar por la puerta de su colegio recordando lo peor que le pasó allá dentro, en aquel lugar que recordaba tres veces más grande de lo que resultó ser?
En una línea similar, ‘Calambre’ parece dirigirse a aquellos que se levantan odiando en frases como «corrí a veces de puntillas por si no era bienvenido, por si nunca fui invitado» y «rogué no ser decapitado en la fiesta más bonita que preparas cada año» mientras al final ese «eres el hombre más viril y más osado» no puede sonar más irónico. ‘Planta de interior’, con un estribillo como ideado para sus conciertos que dice nada menos que «para ya de joder, ¡joder, joder!», evoca la «alta toxicidad» y las «polémicas» de las redes sociales que nos suelen amargar la tarde, sobre las que ironiza el propio título del álbum, inspirado en un meme.
Pero hay por supuesto otras temáticas en ‘Oh Long Johnson’ y así el segundo single oficial ‘Prende’, sirviéndose de un simpático modulador vocal, habla de tentaciones y hedonismo; mientras que, por contraste, el disco se cierra con ‘Ausentes presentes’. No me extraña que el padre de su autor, de nuevo Sergio Sastre, dijera «Perales» nada más escucharla: a mí me pasó exactamente lo mismo con esta composición triste y confesional que parece hablar sobre el miedo al olvido. Guiada por un piano muy 70’s -mitad Carole King mitad David Bowie-, la balada ha sido relegada al último lugar del álbum, hasta entonces muy focalizado hacia la electrónica, si bien no prescinde de los sintes.
‘Oh Long Johnson’ había ofrecido hasta entonces una colección de canciones entregadas al disco como ‘Planta interior’, de guitarras muy Chic, o ‘Fiesta nacional’; al acid y al dance noventero como el rompepistas ‘Cola de pez (fuego)’; al experimento, como ese ‘Calambre’ que comienza en plan balada pero termina con unos bajos duros que ni el trap; o al italo, que se asoma levemente por ‘El gran temblor’. El grupo ha confiado todo ello a su mano derecha, el británico Max Dingel, y a veces el aire retro dado a algunas producciones no es el óptimo. Al fin y al cabo uno no se va a Londres para sonar a Camela nada más empezar el disco y a Fangoria en la desaprovechada ‘El gran temblor’, cuya melodía y carácter épico merecían un tratamiento más fino. Igual Miss Caffeina ya están muy por encima en ambiciones de bandas producidas por Dingel tipo White Lies.
Pero no cabe duda de que el grupo ha dado en más de la mitad del disco con nuevas canciones con las que conectar con la nueva generación millennial a la que se dirigen con vídeos como el de ‘Merlí’, inspirado en los Stories de Instagram; e ilusionar a otra más talluda que no ha perdido la ilusión por la música nueva, a la que textos y teclados removerán ciertas cosas. «Esto va de cometer los mismos errores de siempre, los mismos putos errores, los mismos errores», se jacta ‘Bitácora’. Y la verdad, «menos mal que aún podemos cantar a voz en grito. Menos mal que aún nos queda este punto de conexión».
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Reina’, ‘Merlí’, ‘Cola de pez (fuego)’, ‘Prende’
Te gustará si te gustan: Zahara, Dorian, Fangoria, la parte más electrónica de ‘Detroit’
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