Que el festival SanSan pueda celebrarse con normalidad es simbólico por varios motivos. En 2019, en torno a las mismas fechas, de hecho a pocas horas de que arrancara su primera jornada, el festival de Benicàssim canceló debido al temporal. El año siguiente… no hace falta recordar qué pasó. SanSan volvió en 2021 en una fecha tan poco habitual como octubre, sujeto a las circunstancias provocadas por la covid, y su edición actual ha podido volver a celebrarse en Semana Santa. ¿Podemos decir que vuelve la normalidad cuando una nueva variante de ómicron acecha? No del todo, pero la sensación que ha dejado lo vivido en la primera jornada de SanSan 2022 ha sido la de asistir al retorno de los macrofestivales tal y como los conocíamos. Foto: Javier Bragado
El tiempo acompañó -más o menos- el jueves en el Recinto de Conciertos de SanSan. No hizo sol, pero tampoco llovió ni hizo especial frío, lo cual es mucho decir después de semanas y semanas de lluvia vividas tanto en Barcelona como en Benicàssim en los que el sol se ha resistido a salir hasta lo exasperante. La previsión meteorológica es incluso mejor el viernes y el sábado. El festival va a poder celebrarse con toda normalidad -esa palabra- por fin desde que empezó la pandemia. Vamos bien.
El regreso a los “macrofestis” representado por SanSan tuvo lugar con un cartel centrado, como ha sido habitual, en el talento nacional, y repartido en los escenarios SanSan, Benicàssim y Calaverita. Valiente Bosque fue el grupo encargado de romper el hielo, al que siguieron Veintiuno con su indie festivalero -ese género musical-, y a continuación Ciudad Jara movió un grueso considerable de público que coreaba cada coma de sus canciones. El proyecto de Pablo Sánchez (antes en La Raíz) demostró además su atemporalidad: sus canciones más enérgicas, como ‘Foto con Melena’, tienen la potencia melódica de unos Morat, pero cuando se ponen íntimos recuerdan a Serrat.
Programados al anochecer, Califato 3/4 exhibieron un directo divertidísimo, a la altura de las expectativas. El cantante Manuel Chaparro aka The Gardener, ataviado con unos ropajes árabes y unas gafas de sol que le hacían parecer Omar Souleyman enarbolando la bandera de Andalucía, se mostró como un auténtico animal escénico entregado al arte del absurdo, mientras la cantante Rosana Pappalardo y el resto de integrantes se lo pasaban también pipa desplegando esa delirante fusión de flamenco, drum n’ bass y acid -entre otras mil cosas- que caracteriza a la banda. En medio del bombardeo de palmas electrónicas, Chaparro, después semidesnudo, vestido básicamente con un trapo, se ganaba la atención fascinada del público y daba pie a una rave “bodyfree” como pocas se han visto. Foto: Daniel Cruz
El cabeza de cartel del jueves, La Casa Azul, apareció a continuación sobre el escenario para satisfacer un “hype” que se encontraba por las nubes. El inicio dejó con una sensación extraña: las proyecciones de la intro hincharon una burbuja de emoción que Guille Milkyway pinchó después apareciendo de manera un tanto chanante sobre el escenario, armado con su casco habitual, pero el repertorio no decepcionó en absoluto.
Desde ‘El momento’ hasta el final con ‘Nunca nadie pudo volar’ el concierto fue una sucesión monumental de temazos que dejó varios momentos emocionantes más allá del reencuentro con ‘La revolución sexual’ y su enajenado mash-up con ‘Rumore’ de Raffaella Carrà. ’No más Myolastán’ y ‘Superguay’ ofrecieron sendos chutes de nostalgia divertidísimos, ‘Podría ser peor’ se confirmó como un clásico de 10, ‘Esta noche solo cantan para mí’ emocionó con sus retratos proyectados en pantalla no solo de Astrud Gilberto, Nina Simone o Blossom Dearie, sino también de Amaia, Lizzo o Lana Del Rey, y Guille incluso se marcó una emocionante interpretación a piano de la balada ‘Yo también’ que dio paso a una versión de ‘Corazón partío’ de Alejandro Sanz casi tan bonita como la de Rebe. Una interpretación que presentó hablándonos de cómo antes no le se daba “tantas vueltas” a las canciones románticas. ¿Como ahora? El tramo medio, menos potente, incluyó pistas como ‘Ivy Mike’, pero el nuevo single ‘No hay futuro’ volvió a insuflar energía al set. Intento no caer en hipérboles, pero el concierto fue espectacular.
Entre los grupos internacionales confirmados en SanSan se encontraban los exitosos Crystal Fighters, que no obstante tienen su conexión con España, ya que se formaron en Londres y en Navarra y en su carrera han solido coquetear con sonidos tradicionales vascos. También coquetean con otras cosas: aparecen vestidos con ropas tradicionales que parecían peruanas o nativoamericanas, su escenario está decorado a modo de una selva, lleno de césped y plantas por todas partes; y el grupo parece dedicado a ofrecer sobre el escenario algo parecido a un ritual espiritual. Sin embargo, sus canciones, que tocan de puntilla un sonido vagamente «étnico», transmiten el buenrollismo superficial de un Mr. Wonderful. Cuando el grupo anima al público a juntar sus manos en «unión» entre hermanos y hermanas tras años de aislamiento involuntario, parece hacerse realidad una pesadilla de ‘Midsommar’. Visto el panorama desde la fosa, el público da hasta miedo. Pero lo que pasa encima del escenario da algo peor: ganas de salir corriendo. Foto: Javier Bragado
Más masas -o casi- mueven Zoo, el grupo valenciano que sabe animar la fiesta con su sonido entre el ska, la rumba, el reggae o incluso el electro, el de ‘Faena’. El grupo de Gandía inspira en el gentío gritos de «visca la Comunitat Valenciana» y es capaz de alegrar la noche incluso a los menos convencidos, al principio, de su propuesta. Más curiosidad inspira asistir set de Fresquito y Mango, el grupo de pop-punk que, en los últimos tiempos, lo ha petado con su colaboración con Aitana, y el escenario en el que actúan -el Calaverita- está lleno de gente. Su entretenido show precede al set posterior de DJ Q Sade, que ofrecen una buena sucesión de ritmos de house antes del colofón final con Steve Aoki.