Río Babel perrea con Bad Bunny

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Río Babel perrea con Bad Bunny

Este año, el festival Río Babel comenzó con el discurso del Gran Dictador de Chaplin proyectado como introducción a PJ Sin Suela, y terminó con Bad Bunny pidiendo a su público que se abrazase, porque, según el puertorriqueño, “hay que vivir y dejar vivir”. Todavía no sabemos qué depararán las dos próximas jornadas, pero ésta, sin lugar a dudas, podría resumirse en una especie de orgullo que ni se grita ni se esconde. Ni tampoco se va a la Casa de Campo. Quizás, y solo por esta vez, al Campo de las Naciones. A perrear. [Fotos: Hara Amorós para Río Babel.]

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El lema de este año en el Río Babel era “Babel baila”. Este jueves, en realidad, Babel perreaba. La combinación de artistas de la jornada inicial basaba toda su relevancia en un único protagonista, Bad Bunny, que parecía en este caso precedido de sendos teloneros, como fueron PJ Sin Suela y Pedro Capó. El primero tiraba de proyecciones de perritos y de un trap certero y desinhibido que abordaba los principales conflictos del alma humana, resumidos por el artista como “el amor, el alcohol, la política y el sexo”. Muy agudo. El segundo, por su parte, parecía no terminar de arrancar, a pesar de su esfuerzo versionando temas como el ya mítico ‘Atrévete’ de Calle 13, y confirmándose como one hit wonder al conseguir, por fin, atraer la atención de la despendolada audiencia con la coreada ‘Calma‘, que prácticamente precedió a la tempestad del verdadero protagonista de la noche: Bad Bunny.

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La curiosidad por revisar el directo de Benito Antonio Martínez Ocasio, el conejito malo del trap más mainstream, venía acompañada de algunas dudas razonables: ¿Se le llegaría a ver escoltado de banda en directo, o tiraría de sampler y pregrabados? ¿Llegaría a cantar, o utilizaría los dudosos playbacks que tan criticados fueron? ¿Traería alguna colaboración, u osaría recrear la voz de sus mil y un feats con grabaciones? Y, cómo no, ¿veríamos por allí a Rosalía? Los mentideros del Babel dijeron que sí, que por allí andaba, ¡y con el novio!

En cuanto a Bad Bunny, lo cierto es que resolvió todas las dudas de un plumazo: con fuego, petardos, serpentinas, bailarinas y todo un artefacto espectacular con el que llenar un escenario que, a pesar de su inmenso carisma y su capacidad para hacerse escuchar entre cientos de personas jolgoriosas, parecía quedarse pequeño con tan sólo una mesa, un portátil y un DJ acompañando musicalmente al trapero. No hubo feats, ni siquiera pregrabados, resolviendo la cuestión de cómo extirpar de cada tema aquellos fragmentos dejando, tan solo, apenas 30 segundos o un minuto de cada canción. Una solución que enfervorecía al público, mayormente formado por jovenzuelos de la generación post-post-millenial, e incluso por preadolescentes que no llegarían a los 13 años –en la entrada se repartían pulseras especiales para señalar a los menores de edad–, no dejándoles resuello al hilar temazo tras temazo al grito de “si la sabes, cántala, y si no, baila”, que dijera en repetidas ocasiones el propio Bad Bunny.

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200 MPH‘ precedía a ‘Diles’, ilustrada con unas enormes proyecciones de magníficos culos que daban paso a un enorme ojo gigante que parecía haberse escapado de El Gran Gatsby, vigilando al público del Río Babel en las escasas intervenciones del artista. “Dejen que los demás vivan su vida, vivan felices y hagan felices a los demás”, sentenciaba el puertorriqueño en una de ellas como paso a ‘Caro‘. Contradiciendo a Dylan, Bad Bunny pedía a sus fans –a los que repitió varias veces su agradecimiento, “porque sin vosotros no soy nada”– que levantaran sus celulares para desgarrarse con ‘Solamente soy feliz’. Porque Benito cantó. Nada de playbacks ni de apoyos artificiosos. A capella en ocasiones, interpretando ‘Amorfoda‘ –uno de los grandes momentos de su actuación– en la que tan sólo se le escuchó a él, al piano (grabado) y al público; o ‘Estamos bien’, en la que un beat sostuvo a la voz del artista.

Momentos sentimentales que no soterraron, ni por un momento, el verdadero objetivo de la noche, que parecía pasar a convertirse en una orgía colectiva a golpe de ‘I Like It’, dedicada a los asistentes latinos, ‘La romana‘ o ‘Chambea’. El sudor nos recorría, y pedimos más. Ya se sabe que en los festivales, normalmente, no hay otra. Pero Bad Bunny es mucho Bad Bunny, y se permitió un desenlace digno de su fama con ‘Callaíta‘. Canciones basadas en los mismos temas resumidos por PJ Sin Suela, pero que dan en el clavo con rimas certeras y sencillas que hacen empatizar a una audiencia joven y ávida de experiencias al más puro YOLO con un artista que les habla del éxito con la misma intensidad y verdad que del fracaso. Con la misma rabia del desamor que pasión por la vida. Bad Bunny se despedía por todo lo alto, demostrando su genialidad y su profesionalidad, a la par que su ya consabida timidez.

Ningún DJ recogía la energía que allí dejábamos. La fiesta había terminado en un puntualísimo horario familiar. Estaba claro que los del Río Babel no quieren que nos cansemos demasiado. Mañana, hoy, tocaba trabajar.

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