En cierto modo, tienen sentido las comparaciones con ‘Beyoncé’ de Beyoncé y ‘ANTI’ de Rihanna, porque Ariana Grande se posiciona estilísticamente más próxima que nunca al hip hop –¿será una suerte de homenaje a Miller?–. Pero en su caso Grande no parece demasiado preocupada por ser especialmente original, transgredir ni sonar avanzada, sino por ser honestamente contemporánea y, sobre todo, más auténtica y personal de lo que nunca fue. En el primer aspecto, lo logra: si hubo un disco publicado en las primeras semanas de 2019 que defina en sí el sonido del pop de hoy, ese es ‘thank u, next’. Y en el segundo, también: con esta pirueta mercadotécnica aparentemente imposible, escondida tras esa apariencia frágil y vulnerable –o gracias a ella–, Ari Chan se consolida como una de las artistas pop con más magnetismo y fuerza de estos tiempos.
La visión sonora llevada a cabo por Eilish y Finneas en ‘WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?’ es tan particular que por momentos cabe preguntarse si algunas canciones se sostendrían sin ella, o si por lo menos resultarían igual de sorprendentes. La clásica ‘wish you were gay’, con su carismática frase “no digas que no soy tu tipo, simplemente di que no soy de tu orientación sexual preferida”, resistiría una reducción acústica sin ninguna duda, pero está claro que sale ganando gracias a su extraña base rítmica adornada por efectos tétricos varios. Mientras que dos de los temas más potentes del álbum, ‘bad guy’ y ‘you should see me in a crown’, no podrían depender más de su envoltorio en el mejor de los sentidos, mientras ‘when the party’s over’ y ‘i love you’ son dos baladas sobrecogedoras, que sin demasiados adornos demuestran la madurez de Eilish como compositora pese a contar solo 17 años, también en cuanto a sus textos. ‘WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?’ es reflejo de una compositora completa, capaz tanto de volarte los sesos como de encogerte el corazón, y que por suerte tiene margen de sobra para seguir refinándose. Su debut no puede ser un mejor inicio para ello.
Carly Rae Jepsen no empezaba con muy buen tino su nueva etapa, con la recepción más bien fría a los singles de su nuevo disco. Por suerte ‘Dedicated’ encerraba más y mejores sorpresas, revelándose como un estupendo álbum de pop plagado de buenos momentos y que, pese a sus momentos discretos, nunca llega a hundirse. Un disco de pop escapista, elegante y “dedicado” absolutamente al amor, que dignifica la carrera de una artista entregada al pop más “emocional” sin prejuicio alguno y que ha sabido encontrar la fórmula perfecta para que el elemento “cheesy” de sus canciones conviva en perfecta armonía con gustos un poco más alternativos. Realmente no hay nadie como Carly Rae Jepsen y ‘Dedicated’ lo confirma.
La crítica evidente a ‘Carolina Durante’ es que, al prescindir de ‘Cayetano’ o ‘Perdona (ahora sí que sí)’, que ojo, sí viene incluida como flexidisc en la primera edición del vinilo, tenía que ofrecer canciones igual de buenas o mejores. No está tan claro que sea el caso, pero por otro lado el disco contiene muestras de la habilidad de la banda para dar con la tecla musicalmente y la de Diego Ibáñez en cuanto a la creación de las letras. Por cada idea que te hace dudar, emerge otra que te convence. Si ‘Cuando niño’ sonaba como una canción de ‘Barrio Sésamo’, puede que por temática fuera aposta, pero en cualquier caso la coda final que grita “lo lamento” será otro “highlight” de sus conciertos. En general, el grupo maneja como quiere tanto el humor como el drama, desde la cita al hombre del tiempo Martín Barreiro de ‘El año’ (“se viene la hostia del año como no nos estemos quietos”, bromean, jugando con fuego) al lirismo contenido en ‘El perro de tu señorío’, en la que Ibáñez suplica: “quiero que me mires como miras los desastres que se emiten por la tele y que finges que te importan”. No sé si cabe más ternura y retrato de la modernidad en una frase.
Tiene mérito que viniendo sus integrantes de mundos en principio tan diferentes como el trap (el barcelonés Pimp Flaco) y el pop más experimental y delirado (los canarios Solo Astra), Cupido hayan logrado dar forma a un proyecto que posea personalidad propia, aún sin apartarse radicalmente de todo de esos ámbitos. Precisamente son todas esas influencias las que dan personalidad a Cupido y ‘Préstame un sentimiento’ no deja de beber de otros estilos como el vaporwave o el R&B, e incluso da pie a referencias tan improbables en principio, pero reconocidas por el propio grupo, como Bad Bunny, cuyas letras llenas de verborrea parecen una influencia clara en los textos de este disco, por otro lado tan románticos y cursis como a Cupido le ha dado buenamente la gana que sean. Cuesta imaginar que a quien le guste este disco, no se lo vaya a poner siempre entero: el grupo ha hecho 8 buenas canciones que pueden llegar a crear adicción. Y sobre todo se han impuesto a sus influencias, demostrando que, de entre todos los artistas lo-fi pop que se te puedan ocurrir, ellos están haciendo las canciones más emocionantes.
Pese a su juventud y relativamente corto camino recorrido en la música pop, Delaporte muestran maneras de tener muy claro lo que buscan y cómo lo quieren mostrar en sus canciones, tan influenciadas tanto por R&B, house, future bass, footwork y hasta post-soul a lo James Blake, como por una parte más latina, permeable a la electrocumbia o el funk brasileño. Todo eso confluye en ‘Como anoche’, un disco sobre todo hedonista, con un punto de misterio (‘Azul marino’) combinado con emoción (‘Superman’) y sensualidad (irresistible ‘No te vas a olvidar’, con una de las letras más divertidas del disco, dedicada al sexo), aderezadas con una modernidad no elitista y una frescura abierta a todas. Una mezcla no tan fácil de encontrar en el pop contemporáneo, nacional o internacional, y que tenemos la suerte de degustar de primera mano. Somos unos privilegiados.
Este jovencísimo quinteto comandado por la voz de Grian Chatten, un vocalista-poeta de la más genuina escuela Mark E. Smith, ha pasado en dos años de ensayar como amateurs al salir del instituto a dar más de 200 conciertos en Irlanda, Reino Unido y Europa, amplificando su fama de gran banda en directo. Y todo gracias a unos singles autoeditados que, si en un momento podían rememorar el encanto socarrón y macarra de The Vaccines (‘Liberty Belle’), pronto se fueron agriando como la mezcla de olor a sudor, sidra, serrín empapado y líquenes en la puerta de un pub de su barrio en temas de ascendente post-punk como ‘Chequeless Reckless’ y ‘Too Real’ –que no han olvidado incluir–, rabiosas y malencaradas, pero magnéticas. Pero no son los únicos Fontaines D.C. que hay contenidos en este debut: siguiendo la línea de ‘Liberty Belle’, se ponen saltarines en una ‘Sha Sha Sha’ que por momentos remite a los Clash más directos y pop; pero también juegan a buscar el punto de equilibrio entre los primeros New Order y los primeros U2 en ‘Television Screens’, suenan exacerbadamente románticos en las bonitas ‘Roy’s Tune’ y ‘The Lotts’, invocan a The Pogues en ‘Dublin City Sky’ o se desatan en la folk-rockera (una cara B acertadamente recuperada) ‘Boys In The Better Land’,. Pero, por dispar que pueda sonar este párrafo, ‘Dogrel’ presume de una inusitada coherencia, haciendo que nada en sus apenas 40 minutos desentone y que haya un perfecto equilibrio entre las grandes canciones ya conocidas y las nuevas.
En un mundo sobrecargado de información, en el que cada semana salen decenas de discos interesantes muchos de los cuales jamás llegaremos a escuchar, se agradece que artistas como Jessica Pratt busquen ir despacio. En su tercer álbum, de revelador título, ‘Quiet Signs’, la cantautora de San Francisco se mantiene fiel a su estilo en el que voz y guitarra acústica son los principales protagonistas, pero esta vez redondeando sus composiciones más que nunca y grabándolas por primera vez en un estudio profesional, aunque sin abandonar su característico elemento lo-fi. Algo que ha sentado de lujo a las nuevas canciones de Pratt, nutriendo sus temas con otras sonoridades. Aunque estos arreglos pueden parecer anecdóticos frente al volumen de la guitarra y la voz de Pratt, sin duda añaden un elemento de riqueza a sus canciones que invita a escucharlas una y otra vez. No es ninguna sorpresa que Pratt componga canciones tan bonitas, pero en ‘Quiet Signs’ ha dado con su colección más sólida. Su sello dice que estas canciones “parecen la culminación de su estilo”, y no lo parecen: claramente lo son.
Kate Tempest ni rapea ni canta. No lo decimos nosotros, sino ella misma en una charla que mantuvo con JENESAISPOP y que publicaremos durante los próximos días. Sin embargo, está asumido que es una de las artistas más interesantes del momento, especialmente desde que publicara el conceptual ‘Let Them Eat Chaos‘. ‘The Book of Traps and Lessons’, el nuevo disco que publica hoy, nos habla de cómo 7.000 millones de personas en el mundo caemos una y otra vez en los mismos errores, así como del racismo y otros males de la sociedad actual, la cual afirma que no es que haya “progresado” demasiado en los “últimos 500 años”. La monarquía parlamentaria de Reino Unido está en el punto de mira en la portada del disco, pero podría ser cualquier sitio. Por otra parte, las producciones de Kate Tempest son austeras y la labor de acercarse a su música puede ser a veces demasiado ardua. La bruma propia de una de las canciones más sutiles de los Streets de ese ‘Thirsty’, la exquisita ambientación entre el trip-hop y el jazz de ‘Keep Moving Don’t Move’ y las cuerdas y el piano de una ‘Three Sided Coin’ que podrían haber firmado Björk o Radiohead, van sumiendo al oyente en un mundo fascinante.
Que Guille Milkyway diga de su primer disco como La Casa Azul en casi 8 años que es un “disco de transición” no plantea el mejor escenario posible para el que había de ser su gran regreso a la actualidad musical. Él explica que se refiere a que es un disco hecho a retazos y, que pasado tanto tiempo, ya no se identifica con gran parte del material contenido en él. Solo en este sentido puede entenderse ‘La Gran Esfera’ como un disco de “transición”, porque musicalmente estamos ante una obra definitiva y redondeada como lo han sido sus trabajos previos, con canciones que hablan del “fin del amor”, lo que en el universo de La Casa Azul equivale al fin del mundo. Así, la euforia y subidón de serotonina que siempre ha caracterizado al proyecto se contamina con unas letras llenas de angustia por el final de ese amor idealizado, propio del “Shangri-La”, que ahora da paso a la “rutina”, a “semanas y semanas de letargo feroz” y al descubrimiento de cierta “ineptitud” ante los problemas o de una tendencia a huir de ellos a través de la música o el trabajo.
‘Los Estanques’ es una colección abiertamente retro, con el cuidado por los detalles que caracterizaba gran parte de la música de los 60 y 70 que tiene un eco en este disco a través de sus arreglos y una producción exquisita. Pero ojo, también hay un punto de audacia y contemporaneidad que difícilmente podría haber tenido lugar en aquellos días: su visión libre y desprejuiciada de palos y estilos solo puede ser consecuencia de una mentalidad moderna. Además, cabe destacar también que Íñigo Regel es tan esmerado con la música como con sus textos, con un léxico más propio de un ensayo literario que del rock, desafiándonos con juegos de lógica que hacen pensar en Lewis Carroll y Gómez de la Serna. Desde luego, nada que denote un mínimo de vulgaridad. Su tercer disco es la consolidación de Los Estanques como una formidable rara avis en el pop-rock contemporáneo español.
Pasar dos años en Lisboa empapándose de su cultura musical es lo mejor que le ha pasado a Madonna en esta década. La cantante podía haberse limitado a vivir como una millonaria en su lujosa casa en Sintra, pero ha preferido en su lugar salir a la calle y abrirse a la música tradicional de Portugal y otros países. Pero a diferencia de lo que sucedía en ‘Bedtime Stories’ y ‘Hard Candy’, álbumes de Madonna que se sumaban a las modas sin más, uno de los grandes hallazgos de ‘Madame X’ es cómo la cantante se ha llevado a su terreno los múltiples estilos que aparecen, algo que se veía perfectamente en ‘Medellín’, un tema tan poco reggaetón que hasta extrañaba que se llamara como la ciudad colombiana. Madonna ha conseguido que su nuevo álbum suene cohesionado pese a contener estilos tan inconexos como el reggae, el fado, el funk brasileño, el disco o la batuka, además vinculados de una manera o de otra a la reivindicación social.
El pelotazo dado por Novedades Carminha en los últimos años es una de las mejores noticias que nos vienen a la mente sobre el buen estado del pop español. La banda gallega asentada en Madrid no ha dejado de sumar fans desde sus inicios, y aún editando desde la más estricta independencia, sin licencias a majors ni nada que se le parezca, cada hit les ha llegado un poco más lejos que el anteriorhasta llegar hasta llegar a ‘Ultraligero’. Un disco divertidísimo y también con cierto trasfondo, pues lo hacen encima con coartada intelectual o como mínimo conceptual: rendir con cada uno de los temas un homenaje a la música de baile de un tipo. Y sus letras, sencillas, resultan siempre personales, apasionadas, divertidas. Pueden parecer improvisadas, pero su calado es innegable en una generación. Todos al baile, ¿no?
No lo tenía nada fácil Rocío Márquez para avanzar y sorprender tras un disco tan cromático, profundo y lleno de emoción como ‘Firmamento’. Y sin embargo, aquí estamos, ante un ‘Visto en El Jueves’ que es, si cabe, más revolucionario que su antecesor… aunque no lo parezca. Y es que el planteamiento instrumental, voz, guitarra española y percusión –ya sean palmas, cajón u otro instrumental–, no podía ser más recurrente en el mundo del flamenco. Pero ahí, precisamente, está la clave de este trabajo: con esos escuetos mimbres, la onubense y sus colaboradores logran que un repertorio nutrido de cantes y canciones provenientes de otro tiempo suenen nuevos y libres de atavismos no ya dentro del flamenco, sino de cualquier estilo. También es fundamental el sentido que las letras adquieren, sin duda escogidas de manera tan cuidadosa como las canciones, apelando tanto a lo local como a lo universal, dando un nuevo sentido a los cantes de ida y vuelta que, a principios del siglo XX, nutrieron la cultura andaluza y española. ‘Visto en El Jueves’, fiel a su discurso, es un disco para degustar con pausa, que limpia todo el ruido accesorio y se queda con lo esencial para, apoyándose en el pasado, mostrar que este es necesario e inspirador para construir el futuro.
En los 5 últimos años Sharon Van Etten trabajó en su faceta de actriz (‘The OA’), escribió bandas sonoras, volvió a la universidad, tuvo un hijo… y, entre tanto, también ha escrito y grabado un nuevo álbum. Todos esos avatares profesionales y vitales sin duda la habrán cambiado, en cierta medida, y ‘Remind Me Tomorrow’ es un reflejo directo de esos cambios, porque presentan a una autora renovada, aunque reconocible. ‘Remind Me Tomorrow’ es un disco valiente, que suena grande y poderoso en su mayoría y que, cuando no es así, resulta emocionante. En sus mejores momentos, suceden ambas cosas simultáneamente, como en ‘Seventeen’ –el gran clásico que nos deja este disco– o ‘No One’s Easy to Love’. Se trata de un disco de contrastes –como el que va de la sofocante y obsesiva ‘Memorial Day’ a la luminosidad deslumbrante de ‘You Shadow’– que resulta plenamente cohesivo y genuino, arrojando luz a perfiles antes insospechados de una artista más poliédrica de lo que jamás imaginamos. Hemos perdido a una cantautora –no pasa nada, tenemos más–, pero hemos ganado a una artista más completa y audaz. Y de esto no vamos tan sobrados. Así que felicitémonos.
Después de explotar gracias a ‘Boys Will Be Boys’, una canción dirigida al agresor sexual de una amiga, Stella Donnelly afianza en su debut ese perfil de cantautora anti-patriarcado con canciones que van de lo íntimo a lo general, como ‘Old Man’, basada en su propia experiencia con algún ejecutivo de la industria musical para dibujar a ese hombre maduro que emplea su poder y sus privilegios para forzar favores sexuales de mujeres jóvenes; o ‘U Owe Me’, donde habla de un jefe que tuvo en un pub que, además de escatimarle la paga semanal, se pajeaba mirándola por el circuito cerrado de TV mientras servía cervezas; o ‘Tricks’, donde retrata con comicidad a los pesados padres de familia cis-heteros que interrumpían sus conciertos pidiendo a gritos sus canciones favoritas. Pero, dado que ella misma goza de los suficientes privilegios como para no poder representar a todas las mujeres, ‘Beware of the Dogs’ no es solo un disco reivindicativo, y el amor, la familia y el sexo cobran protagonismo. Del mismo modo, musicalmente tampoco el suyo es el clásico sonido-de-cantautora, sino que emplea también arreglos cuidados y arranques rockistas. Mustra, en fin, a una artista muy singular, con una voz propia y poderosa, en todos los sentidos.
Esta vez The Chemical Brothers no han recurrido a nombres tan populares o mediáticos como Noel Gallagher o St Vincent como voces invitadas, pero el conjunto es estupendo, muy bien equilibrado entre grandes singles y temas más introspectivos y menos comerciales que engrandecen el conjunto. Con un buen balance entre los primeros minutos del álbum, que se suceden sin tregua para el oyente –‘Free Yourself’ es una llamada a la liberación a través del baile en plan electro, ‘MAH’ es una de esas canciones del dúo capaces de llevar a decenas de miles de personas a la vez a la histeria colectiva, mientras que Aurora ha aportado solidez a la inicial y efectiva ‘Eve of Destruction’, inmediatamente después a su sucesora en la secuencia, la divertida ‘Bango’, y finalmente a la repetitiva ‘The Universe Sent Me’, en la que los “I cave in” se clavan fácilmente en el cerebro– y esa otra parte más espiritual (esta es su entrega más “soul”), Ed Simons y Tom Rowlands logran mantenerse en su noveno álbum como otros artistas solo pueden soñar.
‘IGOR’ muestra a Tyler en sintonía con otros heterodoxos de la música negra contemporánea. El trasfondo de retro-funk, psicodelia, jazz de los 70 y soul clásico sobre el que cimenta estas doce nuevas canciones sintonizan con las propuestas estéticas de artistas como Frank Ocean, Solange, Kendrick Lamar (por momentos, parece que estemos ante una secuela de ‘To Pimp a Butterfly’), Thundercat, Travis Scott, Childish Gambino o Kanye West … y algunos de ellos, de hecho, colaboran aquí. Lo cual no significa que El Creador no deje su propia huella en todo este trabajo, que coincide con la que ha venido mostrando en distintas facetas de su carrera. Se puede tachar a ‘IGOR’ de perder algo de pulso en una parte final llena de subidas y bajadas, giros inesperados y tramos más farragosos. También cabe admitir que depende demasiado de su hilo argumental –la autobiográfica historia de amor con un hombre que le abandona para volver con su novia–. Pero de lo que no hay duda es que Tyler, The Creator está ya a la altura creativa de los grandes referentes contemporáneos mencionados.
’Father of the Bride’ no es en realidad tan extenso en duración como sugerían sus 18 cortes. Pero sus 58 minutos sí que son bien sustanciosos, en tanto que ninguno de ellos se acerca a ser un interludio o una anécdota (como podía parecer). Demostrando que, vicisitudes personales aparte, los 6 años transcurridos desde el último álbum de Vampire Weekend han sido de arduo trabajo. ‘Father of the Bride’ es un tapiz tan diverso y rico como la nómina de colaboraciones de lujo que esconden sus créditos: Mark Ronson, Jenny Lewis, Dave Longstreth (Dirty Projectors), BloodPop®, Dave1 (Chromeo), Lüdwig Goransson, DJ Dahi, Buddy Ross (Frank Ocean) o Hans Zimmer (a través del sampler del coro malasio de la BSO de ‘La delgada línea roja’ que suena en ‘Hold You Now’) pululan por ahí como si nada. Unas colaboraciones que no aportan el relumbrón de sus nombres sino que reman junto a Ezra Koenig y compañía, en aras de una idea musical ecléctica, en la que tradición y futuro van de la mano en el presente y que enarbola la bandera de la libertad y el amor. Un disco que, en su efervescencia disparada en múltiples direcciones, esconde una riqueza duradera que va más allá de lo meramente estético.
Dotada de un particular apego tanto por la canción pop de los 70 como por la melodía medieval o gótica, y provista de una voz que es pura elegancia, maternal en el mejor sentido posible, Weyes Blood ha publicado el álbum que le está abriendo las puertas al mayor público de su carrera, un ‘Titanic Rising’ editado esta vez por Sub Pop y de portadón absoluto: la propia Weyes diseñó el escenario -una habitación- posteriormente construido en un estudio y sumergido en una piscina. ‘Titanic Rising’ establece un paralelismo entre el hundimiento del famoso barco y el hundimiento de la sociedad actual (sobre todo de los países del tercer mundo) por medio del cambio climático y el capitalismo, entre otros temas como la tecnología. A través de sus diversas influencias, Natalie Mering -este es el nombre real de Weyes Blood- escribe canciones emocionantes pero a la vez reposadas. Blood halla en la incertidumbre de la vida canciones épicas, que llenan el alma, tónica general de este hermoso álbum que tiene toda la pinta de ser un punto de inflexión realmente importante para Weyes Blood.