20 años de ‘Overload’, el debut de una disruptiva máquina de hits llamada Sugababes

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20 años de ‘Overload’, el debut de una disruptiva máquina de hits llamada Sugababes

El 11 de septiembre de 2001 dos aviones de pasajeros impactaban sobre las Torres Gemelas de Nueva York, en un ataque terrorista simbólico sin precedentes en el mundo occidental, cambiando para siempre la realidad de varias generaciones. Justo un año antes, todo era diferente. Aliviado el planeta al contemplar que el Efecto 2000 no había sido para tanto, todo era más plácido. O, mejor dicho, solo lo parecía: en España, ETA recrudecía sus asesinatos en supuesta defensa de la independencia de Euskadi; en USA, Clinton se preparaba para culminar sus dos mandatos dejando la presidencia del país en manos de George W. Bush; el petróleo vivía una escalada de precios descomunal; el euro se depreciaba por la subida de tipos del Banco Europeo; se estrenaba el primer capítulo de Dora, La Exploradora… Y ese cambio de siglo también trajo cambios en la música: Radiohead cambiaban el devenir del rock con ‘Kid A’, Madonna el del pop con ‘Music’, Coldplay debutaban a lo grande con ‘Parachutes’, se separaban The Smashing Pumpkins, se consolidaban los fenómenos comerciales de Britney Spears y Christina Aguilera… y, precisamente hace hoy 20 años, se publicaba ‘Overload’, primer single de una máquina de hits enmascarada tras tres casi niñas bajo el nombre de Sugababes.

Los artistas y discos citados en el párrafo no están escogidos a vuelapluma, sino que nos ayudan a plasmar cuál era el «estado del pop» en la época: el grunge había sido asimilado y deglutido por la industria hasta no quedar nada (o reconvertirse al metal, de fans siempre fieles), el rock estaba mutando a espacios más eclécticos (Coldplay) y experimentales (Radiohead), y el pop se nutría del nuevo auge del R&B y el soul adoptado por artistas blancos, mientras que Madonna mostraba una vía audaz en la que lo electrónico y lo orgánico iban de la mano, claro anticipo de la fusión de estilos que ha predominado en lo que llevamos de milenio. Y en Reino Unido, el resacón sin vuelta atrás del britpop había devuelto el cetro de los éxitos a grupos pop como S Club 7 –o lo que quedaba de alguno de ellos, con Robbie Williams triunfando al margen de Take That– o girl groups como All Saints. Precisamente el creador de estas, Ron Tom, fue el hombre que también propició el germen del jovencísimo trío.

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Tom había fichado para su agencia a unas talentosas chicas de apenas 12 años, Siobhán Donaghy y Mutya Buena. En principio la idea era lanzarlas como solistas, pero un día en 1998 coincidieron en el estudio, se entendieron bien y comenzaron a escribir (sí, escribían sus letras: toda una anomalía) sus canciones sobre bases del propio Ron Tom o de Cameron McVey y Paul Simm, tándem conocido por sus éxitos para las mentadas All Saints y Neneh Cherry (recordemos que el primero era pareja de Cherry por entonces, padre además de la ahora estelar Mabel). A esas sesiones se sumó Keisha Buchanan, una amiga de la infancia de Buena, y la química de las tres convenció al mánager y también al sello London Records, que inmediatamente acordó con ellos la publicación de su álbum debut. Tras dos años de trabajo, ‘One Touch’ veía la luz a finales de noviembre de 2000, precedido por el citado single con el que debutaba. El impacto de ‘Overload’ y Sugababes fue considerable de primeras. Y no tanto porque las tres jóvenes apenas tuvieran en la fecha en torno a quince años, sino también por la mezcla racial, reflejo de una realidad de la sociedad británica que raramente, por entonces, era mostrada tal cual en la industria del entretenimiento. Tampoco eran arquetipos de belleza al uso, sino chicas normales, de aparente autenticidad, lo cual aportaba credibilidad al proyecto. Y, sobre todo, mostraban una propuesta nueva y fresca para el pop del nuevo milenio.

‘Overload’ era el epítome de lo que contenía ‘One Touch’: soul, R&B, hip hop, funk ejecutados con una premisa claramente minimalista y contundente, limpia pero rotunda. En este caso, una base formada por una batería funky muy vigorosa y realista –sólo el hi-hat que irrumpía tras el primer verso suena a caja de ritmos–, y un bajo de extraordinario músculo que constituye el leit motif básico de la canción. Una base en la que, pese a los constantes overdubs, scratches y efectos fantasmales, primaba la naturalidad, y en la que los instrumentos tradicionales dominaban sobre los electrónicos (una evidente conexión con el ya citado ‘Music’). Mención aparte merecen las guitarras eléctricas –solo surf-rock incluido– y unos tímidos arreglos de metales que aludían a clásicos de la música negra, en una suerte de precedente de la relevancia de Amy Winehouse un lustro después. Y no es caprichoso decir esto, porque Paul Simm participó con su colega Felix Howard en la grabación de algunas canciones relegadas a caras B (la versión de ‘Someone to Watch Over Me’ de los Gershwin y ‘Close to the Front’, principalmente) de las sesiones de ‘Frank’ y ‘Back to Black’. Y su influencia fue incluso más allá: en ‘Stripped’ de Christina Aguilera, publicado dos años después, se incluía ‘Make Over’, un tema firmado por ella y Linda Perry que, entre arreglos folclóricos y giros «grungy», tenía una melodía que de manera muy obvia bebe de ‘Overload’. Incluso, en un verso, tiene el morrazo de cantar el título de esa canción. Dos años después, la sociedad de autores estadounidense ASCAP reconocía créditos en esta canción a los autores del tema de Sugababes, reflejándose en nuevas tiradas de ‘Stripped’.

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Volviendo a ‘Overload’, por supuesto que esa base no sería casi nada sin una melodía excelente, cautivadora desde el primer instante. Sencilla, pero tampoco facilona. Donaghy arranca cantando en solitario ese tuétano musical, sumándose a ella Buchanan y Buena en el fabuloso estribillo. La última se adueñaba del curioso puente dubstep, que acentuaba la absoluta contemporaneidad de la propuesta, mientras que Keisha se luce en los contrapuntos finales. La letra, evidentemente, no podía tratar de otra cosa que no fuera los picores erótico-sentimentales con algún mozuelo –más bien chav– del popular y multiétnico Noroeste de Londres del que provenían Mutya y Keisha. Pero no dejaba de sorprender cierta madurez en sus textos, bastante alejada de la inocencia impostada por Britney en ‘Oops!…I Did It Again‘. Aquellas niñas, sabían que saltarse las clases por su crush estaba abocado al desastre, como bien expresa, con un punto tragicómico, el gancho principal: «El tren viene y ya sé cuál es su destino: es un viaje solo de ida a una situación demencial». La tesitura de clásico de ‘Overload’, marcando distancias con «rivales» como Atomic Kitten (mucho más esclavas de las tendencias de mercado), quedaba también demostrada en esta rara versión acústica en televisión, con arreglos de jazz-folk psicodélico propios de Terry Callier o el maldito Sixto Rodriguez.

‘Overload’ no sólo fue su primer single sino también el primer top 10 en la lista de singles británica de los 18 que han conseguido Sugababes en toda su trayectoria. Tenía madera de número 1 y no lo fue: se quedó en el 6, posición que sin embargo superó en Alemania, Grecia, Austria. Pero la crítica la ha celebrado incluso más positivamente: no solo optó al BRIT a mejor single de aquel año, sino que publicaciones como NME y Pitchfork la han destacado en resúmenes de la música más importante de los últimos 20 años. El resto de buenos (aunque no tan fulgurantes) singles de ‘One Touch’ –’New Year‘, ‘Run for Cover‘ y ‘Soul Sound‘– estuvieron aun más lejos de coronar las listas, pero no fue un flop ni mucho menos. Al contrario, su comportamiento fue más bien el de un sleeper, probablemente gracias a que es un gran disco lleno de temas tan espectaculares como ‘Look at me’ o ‘One Foot In’, en los que se mezclan sonidos orgánicos y atemporales con guiños a estilos rabiosamente modernos entonces como el UK garage o el drum n bass. Fue subiendo muy poco a poco en la lista de álbumes, hasta alcanzar el puesto 26 en la primavera de 2001 y ser certificado disco de oro en UK. En todo caso, este debut era un anticipo de lo que se confirmaría en años posteriores como una auténtica máquina de hits: ningún otro grupo femenino desde Spice Girls había logrado seis números 1 de singles en su país –’Freak Like Me’ sería el primero y ‘About You Now’ el último–, y alcanzaron un hito que se le había escapado incluso a las Chicas Picantes: coronar simultáneamente la lista de singles (con ‘Push the Button’), álbumes (‘Taller In More Ways’), airplay y descargas durante una semana de 2005.

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En todo caso, esa brillante carrera en números ha estado acompañada de cierta controversia, con una formación repleta de cambios hasta extremos delirantes. Tratando de resumir mucho, todo comenzó poco después de su debut cuando, en mitad de un entrevista promocional en Japón, Siobhán decidió abandonar no solo la charla con el periodista sino también el grupo (años después negaría, eso sí, haberlo hecho saliendo por la ventana de un cuarto de baño). Tiempo después, al emprender su trayectoria en solitario, aseveraba que casi desde un primer momento se sintió completamente desplazada por la amistad de las dos chicas de barrio, Mutya y Keisha, llegando a acusar de manera explícita a la última de ser una bully. Donaghy sería inmediatamente sustituida por Heidi Range, un descarte de Atomic Kitten con pinta de pija y que se alejaba de la primigenia imagen de normalidad del trío. Poco importaba, puesto que esa era devino en la de mayores éxitos del grupo con el estupendo ‘Angels with Dirty Faces’ (2002) y el más regulero ‘Three’ (2003)… hasta que fue Mutya la que emprendió las de Villadiego, primero aduciendo una enfermedad y luego el nacimiento de su primera hija.

Amelle Berrabah ocupaba su sitio a instancias del management, dejando a Keisha como la única miembro original de Sugababes. Tres discos más –el mentado ‘Taller In More Ways’, ‘Change‘ (2007) y ‘Catfights and Spotlights’ (2008)–, con el celebrado recopilatorio ‘Overloaded‘ –no podía llamarse de otra forma– entre medias, fue lo que resistiría en el proyecto Buchanan. Tras nuevas quejas de acoso por parte de Berrabah y un amago de espantá de esta, era Keisha quien se marchaba, ante el pragmatismo del equipo que dirigía la franquicia: resultaba más fácil dar con un nuevo miembro –sería Jade Ewen, concursante de Eurovisión 2009– que dos teóricas «víctimas» para la miembro original. Esta, hace muy poco, daba una nueva visión del asunto, defendiéndose y denunciando que, aunque no supo verlo en su momento, aquello fue una estratagema que denota el «racismo sistémico de la industria musical».

Todo este folletín continuaría, con la paradoja de que, mientras las «nuevas» Sugababes languidecían promocionando un mediocre ‘Sweet 7‘ (2010) que supondría el fin definitivo de la franquicia, las «viejas» limaban sus asperezas para reunirse, ilusionadas, y grabar un nuevo álbum bajo el nombre de Mutya Keisha Siobhan o MKS. ¿Pensáis que la loca historia de esta anómala franquicia podría concluir así, con un final medio feliz? Ni modo: tras adelantar oficialmente en 2012 el single ‘Flatline‘ y mostrar ‘Boys‘, el disco ‘The Sacred Three’ se filtraba y las chicas decidían no publicarlo y seguir trabajando en otro, mientras en paralelo seguían pugnando en los tribunales por recuperar la marca original. Las últimas noticias en ese sentido parecían esperanzadoras: el año pasado, tras reaparecer con una versión orquestal de ‘Flowers’ junto a DJ Spoony, Buena confirmaba que querían celebrar este 20º aniversario que hoy nos ocupa con nueva música y una gira. Pero sorpresa: algo ha fallado y seguimos sin saber nada. Pocos proyectos en la historia del pop pueden presumir de tantos éxitos como vaivenes como esta anomalía conocida como Sugababes.

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