La Trinidad / Los edificios que se derrumban

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La Trinidad / Los edificios que se derrumban

La Trinidad son uno de esos grupos de guitarra, batería y bajo que tratan de abrirse camino en una época en la que el algoritmo dice que no toca. Su fichaje por Sonido Muchacho, un sello-promotora que últimamente trabaja con artistas de éxito tan dispares como Natalia Lacunza, Cupido, Sen Senra, Cariño, Carolina Durante y Hinds, parece casi un capricho de su fundador Luis Fernández, también bajista de Los Punsetes. El de recordar los inicios del sello con bandas como Juventud Juché, Terrier o Tigres Leones.

La banda malagueña formada por Sixto Martín (cantante y guitarras), Carlos Guerrero (batería) y Jorge Zúñiga (bajo y voces) ha producido su álbum junto a Paco Loco, una leyenda del indie español por motivos por todos conocidos, y lo ha mezclado con John Agnello, quien ha trabajado mano a mano con Sonic Youth o Dinosaur Jr. La Trinidad son un grupo de rock pero no los más extremos de todos los puretas: en su música caben más acercamientos al pop que en la banda de Kim Gordon y Thurston Moore, comenzando por una base rítmica muy Smiths, y terminando por un tipo de melodía muy cercana a «la edad de oro del pop español». Expresión que en ciertos entornos, puede dar un poco de dentera.

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El grupo de Sixto Martín, autor único del disco y estudiante de Filología Hispánica, logra su propia voz en la escena entre esa falta de miedo a ofrecer un retrato tierno del «loser» de instituto, como sucede en ‘La mundial’, y la riqueza de imágenes en unas letras que alternan la decepción en lo personal y la decepción socio-política como si ambas fueran la misma cosa. ‘La mundial’ incluye frases como «Déjame mirarte como mira la policía a la gente normal», y más conseguida aún está ‘Sensación extraña’, en la que el amor es el bálsamo para un país que «ha empezado a arder»: «Estoy contigo / y qué paz se disfruta aquí / ante el caos y la desgracia / mientras se matan en España / mientras te digo al oído / (que) nuestros besos silban tiros».

El paréntesis en el encarte del vinilo es un indicador de lo cuidado de unos textos que referencian el Pruitt-Igoe (‘Ruinas’), nuestra «mierda en las tripas» (‘España invertebrada’), en la misma canción al «Duque Blanco» y «los niños del baño de la estación» (‘Los niños de la estación del zoo’) o la inexistencia de ‘La clase media’. Esta última, una de las cumbres del disco, cuestiona si la clase media es tener fácil acceso a las drogas y a un smartphone. La letra plantea valiente, llamada a ser himno de sus conciertos: «Cree que reta a la policía / o que sin conciencia ni pasado se rebela ante el sistema / 
y como mucho consigue asustar a un par de abuelas / Ellos piensan que sujetan 
la vida por las solapas / 
¡qué coño van a sujetar
 si tragan mierda a cucharadas!».

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Es ‘Los edificios que se derrumban’ un álbum sórdido, apocalíptico como 2020, con fondo e intriga por lo que aguardará a sus autores en el futuro, en el que los textos no terminan de arrinconar los ganchos y las canciones. Ese «me cago en tu puta padre» de ‘España invertebrada’ funcionará tan bien en su directo como lo hacen las mejores letras de Cala Vento, ‘Todos los rumores eran ciertos’ es una recreación del underground de finales de los 70 y principios de los 80 más melódicos y variados (de The Clash a los Zombies), y ‘Miel y sangre’, sin ser su composición más interesante, es de las que sabe arreglárselas para entrar por los ojos.

Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘La clase media’, ‘Todos los rumores eran ciertos’, ‘Sensación extraña’, ‘España invertebrada’
Te gustará si te gustan: Cala Vento, Juventud Juché, Los Claveles, Biznaga
Youtube: vídeo de ‘La clase media’

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